la tensión era máxima. Los programas en las teles tenían preparado un hueco en sus pautas y guiones porque la ocasión, el momento merecían la pena y exigía el guion profesional. La sala de prensa acogía a numerosos periodistas y políticos a la espera de la noticia del día. Habían sido convocados por Presidencia del Gobierno, en el Palacio de la Moncloa, para conocer la comunicación que se anunciaba por parte de Pedro Sánchez, acerca del momento político y el probable adelanto electoral.

La tensión en las redacciones era máxima, y llegó el momento de la declaración/mitin que nos endosó el Presidente con su anuncio electoral. Las teles ganaron la carrera por la inmediatez, la retransmisión en directo, la transmisión en vivo y directo de un hecho informativo fundamental en la vida de los ciudadanos, que asistieron a su plasmación, gracias a la tele y su capacidad para convertirlo en historia real y mediática. Las cámaras transmiten en modo caliente, lo que estaba ocurriendo en el palacio gubernamental. Y entre improvisaciones más o menos acertadas y conexiones más o menos trufadas de tropiezos, temblores e improvisaciones, la narración fue fluyendo y la noticia se expandió con velocidad inusitada. Las continuas repeticiones, los bucles, las redundancias se adueñaron las pantallas y los periodistas se las veían y deseaban para acercar personajes a sus micros y enriquecer de esta manera la historia que cada programa estaba haciendo de lo que había ocurrido; y la fuerza de la imagen, la inmediatez del momento vivido, el poder de la televisión se desplegaron en un ejercicio de profesionalidad y sentido profesional. Una mañanita de órdago para quienes manejan los artilugios técnicos y periodísticos, que hacen de la tele el gran comunicador en nuestros días. Versatilidad, agilidad, sentido de lo noticioso son elementos que manejan quienes a pie de la noticia muestran y demuestran el auténtico poder de la televisión.