no llegó a cumplir los 28. Mariana Pineda fue ejecutada en 1831 en Granada tras ser denunciada por bordar en una bandera la leyenda Ley, Libertad, Igualdad, y acusada de pertenecer a una conspiración liberal. Le ofrecieron una salida: delatar a sus supuestos cómplices. Se negó, asumió su destino “y, sin saberlo, esa decisión la convirtió en eterna”, dice Fermin Cariñena, director de Amapola, el montaje que la compañía Lilura estrenará este viernes, día 22, a las 20.00 horas, en la Escuela Navarra de Teatro, donde podrá verse también el sábado y el domingo a la misma hora. Teatro, danza y música al servicio de una historia extraordinaria y “totalmente actual”, basada en un texto de reflexiones de José Ramón Fernández.

“Nos sentimos como en casa, la Escuela es un espacio muy amable y acogedor, donde, además, siempre te echan una mano con todo”, señala Cariñena, que, al igual que Elur Olabide, que ejerce de ayudante de dirección de esta propuesta, estudió en el centro del Casco Viejo pamplonés. La compañía navarra se encuentra en residencia en la sala estos últimos días antes del estreno de una obra que respira memoria histórica y que a la vez “está plenamente vigente”. “Mucha gente conoce a Mariana Pineda a través de la obra que le dedicó Lorca, pero los más jóvenes seguramente ni saben quién es, aunque su discurso está completamente vigente, ya que en muchos sitios del mundo hoy hay personas jugándose la vida por sus ideas”, añade Cariñena, que hace casi un año estrenaba Santa Perpetua, otra historia sobre la memoria, esta vez del siglo XX.

La actriz elegida para dar vida a la heroína liberal es Leire Lareki. El director y ella se conocieron cuando rondaban los 18 años “e hicimos una casa de Bernarda Alba en la que yo era Bernarda y Leire interpretaba a su madre, María Josefa”. Después de aquella experiencia, Lareki se fue a estudiar al Laboratorio William Layton de Madrid y Cariñena se matriculó en la ENT, “pero mantuvimos la amistad y siempre habíamos comentado que teníamos que hacer algo profesional juntos”. La oportunidad se produjo este pasado verano. “Los dos estábamos buscando proyectos y le propuse esta historia”, y la actriz al principio no pensó que fuera en serio, “y reconozco que me daba un poco de miedo hacer un monólogo, pero tampoco me lo pensé mucho”, indica, encantada de prestar su cuerpo, sus emociones y su voz a “una mujer luchadora que no te deja indiferente”. Para la intérprete ha sido “un reto” enfrentarse a un personaje de semejante entidad. En un primer momento se inspiró en otros como Juana de Arco o Juana la Loca; luego “pensé en cosas que me acercan a ella y en cuáles me alejan; cómo sería en su día a día”, y poco a poco fue creándola durante el proceso de puesta en escena y “con la ayuda de las aportaciones de todos”. “Sobre todo había que reflejar que era una mujer fuerte, luchadora, que eligió morir antes que señalar a nadie; algo así te hace preguntarte por qué darías tú la vida”, agregó la actriz.

teatro, danza, música La puesta en escena de Amapola nos presenta a Mariana Pineda en el calabozo. Y siempre junto a ella el pianista Javier Urtasun, que ha compuesto varios temas para el montaje y que representa a la muerte, “a esa tic tac” implacable “y al carcelero, a esas autoridades que la han metido ahí”, apunta Elur Olabide, para quien la música y la danza eran “dos contrapuntos necesarios” al texto. La primera es la sombra siempre presente, pero a ratos también evoca la infancia, ya que “María Laiglesia nos presta su preciosa voz en varios momentos del montaje”, dando vida a la abuela de la protagonista, que en su versión intantil está interpretada por Marina Rodríguez, de 8 años. Y la danza y la expresión corporal corren a cargo de Irati del Valle, en cuyas apariciones porta distintas máscaras “e invita a Mariana a visitar sus recuerdos”.

La mezcla de las distintas artes dota al espectáculo de una especial hondura estética y poética. “Aunque las palabras son muy bellas, el texto resulta muy duro, no podemos olvidar que estamos ante una mujer que va a morir; por eso quería darle más colores a la historia, hacer que Mariana se escapara a sus años infantiles, que entraran voces familiares...”, cuenta el director. Y Leire Larequi añade: “La obra recorre momentos del pasado, del presente, pero también otros imaginarios que le sirven de escape ante la situación tan difícil que afronta”.

Lilura se embarca, así, en un proyecto que se aleja “de las recetas más comerciales” para apostar “un doble desafío”: adaptar a la escena un texto no teatral y hacerlo con un relato sobre la muerte y la privación de libertad. “Queremos contar historias que nos remuevan”, indica Olabide. Y la de esta una mujer “que cambió la historia” lo es, sin duda.

La obra. Amapola (a partir de Mariana, de J.R. Fernández).

Compañía. Lilura Teatro.

Dirección. Fermín Cariñena.

Ayudante de dirección. Elur Olabide.

Reparto. Leire Lareki (Mariana); Irati del Valle (Esperanza, danza); Javier Urtasun (sombra, piano); María Laiglesia (abuela, cantante); Marina Rodríguez (Mariana niña).

Funciones. 22, 23 y 24 de febrero, 20.00 horas, ENT.