Ciertamente toda música nos resulta, en algún modo, envolvente; aunque, también nos sobresalte, nos lleve y traiga del paisaje, nos incordie o emocione. Pero la partitura de K.A. Arnesen (Noruega 1980) que nos presenta la Coral San José incide en la placentera audición -bastante horizontal, aunque con sus reguladores, claro- de una música que nos acompaña como un abrigo uniforme y tupido, en el viaje -diríamos que a vista de pájaro- sobre diversos paisajes acuáticos. Las imágenes -unas más acordes con lo que suena, que otras- corroboran la descripción tranquila -también con momentos abruptos- de esos paisajes. La Coral que dirige Carlos Etxeberría, ha tomado la iniciativa de estas partituras neorrománticas -muy románticas, la verdad-, arrimadas a la música de cine, también al musical -tan en boga ahora-, pero con sustrato -sobre todo en los fragmentos a capella- de cierto polifonismo bruckneriano, no exento de algún choque armónico. Recordamos el exitoso concierto, también con un contemporáneo, Karl Jenkins, en enero de 2015 (DIARIO DE NOTICIAS 9-1-15). Arnesen me ha parecido algo más duro en algunas transiciones a los fuertes. Porque, que esta música sea tan fácil de escuchar, no quiere decir que no tenga su dificultad interpretativa, al contrario: en varios tramos, se sale de la planicie con matices en fuerte muy comprometidos. En cualquier caso, es estupendo que la coral se meta con estas obras; que cante algo distinto; que, con un gran esfuerzo y trabajo, ofrezca estos conciertos de un bloque compacto, un corpus concreto de un compositor, de hora y media de duración, sin interrupciones: la mejor manera de meternos en sonoridades nuevas.

La versión de los quince números de Grito del Mar fue estupenda en la voz de la soprano Andrea Jiménez; también brillaron las voces femeninas, con unas contraltos sobresalientes; con alguna dificultad los tenores; correctos los bajos; una orquesta que acompañó muy bien y salvó su parte a solo; y un pianista siempre atento a su cometido. La dirección del titular, impecable. Andrea Jiménez tiene una voz hecha, con cuerpo, llega muy bien al auditorio, canta con gusto, su fraseo, en esas canciones tan líricas, es legato pero no empalagoso; en algún momento, el compositor le pide adorno (número 3), y lo hace sin problemas. Siempre muy musical y convincente, recoge la delicada preparación que le hace la orquesta en sus arias. El coro se lució en los tramos a capella y en matiz piano: empastado, moviendo la música con reguladores -menos mal, porque es una música un tanto homófona)-, y que respondió al buen criterio -contraste- del director (n.8). La orquesta muy eficaz -4-4-2-2-1, y piano-, con un estupendo solo de chelo. Hay momentos duros y fatigosos para el coro; pero, al final puede la luminosidad del coro femenino, que eleva la conclusión de la cantata, hacia una atmósfera muy positiva y de película. No se si será muy costoso; pero, ya que había proyecciones, se podía haber subtitulado la letra. Gustó mucho al público que abarrotaba la sala.