Mimetizada con sus fotografías. Lanzando al viento, como si fuera el aliento de un botafumeiro libertino una colección de deseos comprados en una iglesia. Mostrando los esqueletos de barcos que deflagran la filosofía social y política que impregna sus obras. Haciendo de las curiosidades joyas pictóricas y detallistas. O reciclando para dar nueva vida y sentido a bordes de saris que habían sido defenestrados públicamente. Todo esto, y mucho más, es Cecilia Paredes. Todo esto y mucho más integra la muestra creada por Cecilia Paredes, una de las más exquisitas y bellas exhibidas hasta el momento en el Museo Universidad de Navarra. El no retorno es una de esas creaciones que, al menos una vez en la vida, se debiera contemplar.

La exposición recoge obras realizadas por la artista peruana en los últimos veinte años en las que reflexiona sobre las migraciones, el desarraigo y la relación del ser humano con la naturaleza. La muestra reúne fotoperformances, instalaciones, dibujos, grabados, esculturas y arte sonoro.

Algunas de estas obras, como la que da nombre a la exposición y otra con la que se abre la muestra, han sido realizadas específicamente para el MUN. De hecho, la artista apuntó ayer su intención de donar al centro está gran instalación que pone el colofón a la muestra, formada por cuatro naves varadas. “He querido proponer un gran viaje por la sensibilidad humana y su relación con el entorno, la naturaleza y su territorio”, explicó Paredes en la presentación, que se ha definido también como “una migrante” que vive en Estados Unidos y a la que, lógicamente, le duele, y más, la política (por llamarla de alguna forma) de Trump en el país de las barras y estrellas.

En el acto de presentación de la muestra, Cecilia Paredes estuvo acompañada por Blanca Berlín, comisaria de la exposición, y Valentín Vallhonrat, director artístico del Museo.

En su intervención, Vallhonrat recordó la intensa relación que se ha establecido con la artista en estas semanas de trabajo expositivo, que entronca con la filosofía del Museo, que busca los proyectos “sean transitables, realizados in situ y abiertos para el público”. Asimismo, subrayó la labor de los alumnos del Master in Curatorial Studies del Museo como asistentes de la artista durante el montaje.

Por su parte, Blanca Berlín destacó que la exposición tiene “un contenido social y político muy profundo”. En este sentido, apuntó obras como Quetzalcoatl, un gran manto de plumas negras que homenajea a los 43 estudiantes desaparecidos en México en el año 2014; o El deseo, “que parte de un hallazgo. En una iglesia de Lima, Cecilia encontró una urna de deseos escritos por los feligreses en los que expresaban todo tipo de peticiones. Ella se sintió llamada a hacer una obra con este contenido tan evocador”.

Paredes también explicó que la mitología es su gran fuente de inspiración: “Es una fuente inagotable de puntos de partida. Siempre voy a la mitología y a la poesía a buscar respuestas. Sobre su forma de abordar las obras artísticas, apuntó que siempre lleva “el botón en on”, como una “recolectora” que recoge aquello que la naturaleza deshecha. “Soy la peor acompañante para un día de playa, ya que mientras los demás se dedican a divertirse yo voy recolectando tesoros”.

Estos materiales que la artista acumula, haciendo caso omiso a Diógenes, después se transforman en obras artísticas, como El manto, realizado con pedazos de coral. La artista señaló que le marcaron mucho los 24 años que vivió en Costa Rica. Así, y explicó que “su relación con la naturaleza, con los animales, con el bosque tropical húmedo, era una constante”. Una de las fotoperformances retrata precisamente esta simbiosis, la titulada Costa Rica mi otro yo, en la que la artista se envuelve en una enorme tela industrial estampada con la flora costarricense.

Además, resaltó que todas sus obras tienen una suerte de hilo conductor que las recorre, “unas tienen que ver con las otras y cada persona puede encontrar aquella que le habla al oído”.

La exposición La muestra, que se podrá ver en el MUN hasta el 1 de septiembre, ocupa toda la primera planta, con obras en rincones casi ocultos que merece la pena descubrir, y la sala La Caixa de la planta 0.

El no retorno está integrada por 32 obras y tres grandes instalaciones, dos de ellas formadas por embarcaciones y otra compuesta de múltiples objetos, dibujos y murales.

La exposición, en su conjunto, representa metafóricamente la búsqueda que hace el ser humano en su camino vital. Retrata una cartografía de la pérdida que sufren sus principales actores, los migrantes, con quienes Paredes se identifica. Tal y como resalta la artista, “tiene como tema principal el ser humano, su situación de migrante, de ubicarse en su nuevo territorio, geografía, el anhelo y las preocupaciones cósmicas de la relación del ser humano”.

Parte de las instalaciones que integran la exposición han sido realizadas específicamente para el MUN y se muestran por primera vez, como la citada El no retorno, la instalación La Travesía o el Gabinete de curiosidades, formada por murales, dibujos y vitrinas que contienen diversos objetos.

Otra de las piezas que se pueden contemplar por primera vez es La Hilandera (2018), una imagen que muestra una nueva y diferente narrativa visual de sus fotoperformances. En este trabajo, el personaje habita lugares que han sido abandonados.