Las metáforas abundan en la literatura de Bernardo Atxaga y, como no podía ser de otra manera, el escritor hizo uso de ellas para describir sus sensaciones sobre la versión fílmica de su novela Soinujolearen semea, firmada por Fernando Bernués, que inaugurará hoy el 17º Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia y que llegará a las salas comerciales el próximo viernes.

Atxaga se retrotrajo a los primeros años de la década de los 2000, al periodo en el que concluyó la escritura de su último acercamiento a la ficticia Obaba. Se encontraba en la localidad vizcaína de Sestao, donde fue testigo de cómo una gran bola de demolición comenzó a derribar una vivienda. Movido por la curiosidad, por la tarde se introdujo en ella y descubrió que elementos propios de la casa, como la cocina o las habitaciones, seguían allí, pero se habían movido. Que los golpes de acero de aquella gran bola hubiesen movido los interiores, le sirvieron como idea para explicar un elemento que imprimió en Soinujolearen semea. Se refería a todos lo acontecido tras la Guerra Civil en Euskal Herria, los divergentes golpes que también removieron los interiores de la sociedad -“entre los amigos, en la familia o en la calle”- como consecuencia de la “violencia”, “conflictos”, “excesos” y la “represión” de aquel tiempo.

A juicio del escritor, esa metáfora que recorre todo el libro, va “más allá” en la película, dado que el trabajo de la adaptación ha conllevado a que un libro de 500 páginas y muchísimas “ramificaciones” se entronque en la historia de dos amigos, David Imaz o ese hijo del acordeonista (Aitor Beltran) y Joseba (Iñaki Rikarte). “La interioridad es aún mayor en la película”, aseguró Atxaga, quien añadió que todos los autores se sienten satisfechos cuando ven sus obras llevadas a la gran pantalla. “Si hay algún autor que se queja porque le hagan una película, es porque quiere que le hagan dos”, bromeó.

Fernando Bernués se mostró agradecido de inaugurar el festival y consideró que el encaje de su cinta en el certamen “es preciso, precioso y natural”, debido a que aborda los últimos 50 años del siglo pasado, cuando las conculcaciones de derechos humanos en País Vasco eran parte del día a día. El director continuó por la senda abierta por el escritor de Asteasu, para comentar la importancia que “el pasado” tiene en este trabajo.

No en vano, Soinujolearen semea, que fue adaptada para el teatro hace años por el propio Bernués, es una obra donde los protagonistas, amigos desde niños y que por distintos motivos acaban militando en ETA, viven el peso y las consecuencias de sus acciones y de las de generaciones previas. Beltran y Rikarte interpretan las versiones adultas de esos amigos, que se distancian tras la amnistía del 76 y que vuelven a reencontrarse en California dos décadas después, debido a la enfermedad terminal del primero. “Por mucho que haya un silencio de 20 años, cuando has pensado que el pasado es eso que se llama pasado, vuelve a tu vida. Es inevitable. Por eso creo que es un poco tonto echar tierra encima”, consideró Bernués, para quien “es imposible encontrar un relato único de casi nada”. Ante esto, lo que permite el arte y la ficción es “encontrar las muchas voces que sobre un mismo suceso se pueden escuchar”.

Por su parte, la actriz Mireia Gabilondo, que interpreta a Carmen, madre del protagonista, tiró de la metáfora de Atxaga para afirmar que en aquel contexto de la década de los 60 y los 70, tras recibir esos golpes que movían el interior, eran las mujeres, a diferencia de los hombres, quienes no tenían espacios para poder exteriorizar aquello que sentían y padecían, y acababan guardando los embates en silencio.

“luminosidad” Preguntado por la necesidad o no de remover las “tristezas” del pasado, Atxaga respondió que, aunque no se puede generalizar ya que todos han vivido de forma distinta “lo que ha pasado, lo que pasa y lo que pasará”, tal y como decía Goethe, que los creadores que como él ya tienen una edad deben buscar la “luminosidad” y para poder hacerlo “deben ir más allá del dolor”. “Cuando alguien lea un libro o vea una película, a veces, se emocionará; otras, se enfadará. Pero lo que una obra ofrece es la posibilidad de reaccionar”, aseguró el escritor.