La del sábado pasado fue una buena tarde para disfrutar del mejor rock navarro, y es que los caminos de dos de nuestras bandas se cruzaron en Zentral; por un lado, unos debutantes, Cuatro Madres, que están presentando su primer álbum, El fin del principio, grabado en los estudios R5 y producido por Kolibrí Díaz (guitarrista de Marea). Y por otro lado, Latxatarra, nuevo nombre de un grupo histórico de Pamplona, Los Escarabajos, que acaban de publicar su primer disco bajo la nueva nomenclatura, (tercero en su ya larga andadura), Excarabajos, bajo el paraguas del omnipresente sello (también navarro) El Dromedario Records. Una jornada, por tanto, que reunía pasado, presente y futuro, así como a una gran cantidad de aficionados al género que aportaron el calor, la pasión y el disfrute necesarios para hacer que la velada fuese difícil de olvidar.

Comenzaron los chicos de Cuatro Madres. Como su propio nombre indica (o no), se trata de un cuarteto (guitarra, bajo, batería y voz) empeñado en facturar un rock crudo y visceral, cosa que consiguen con solvencia. Su poderoso sonido se cimenta sobre una base rítmica infatigable, con Aritz y Metal exprimiendo las posibilidades de bajo y batería, respectivamente. Pete, a quien habíamos visto varias veces en los últimos años acompañando a Kutxi Romero en sus conciertos en solitario, se encarga de la guitarra eléctrica, mientras que Jerry Erro pone la voz y mucha pasión sobre las tablas. Desgranaron canciones de su disco debut, el ya mentado El fin del principio, tales como El primer paso, Huellas o Tierna suciedad, en la que salió a cantar Gartxot, de The Guilty Brigade. Estrenaron algunos temas nuevos, como Yukon o Amelia, hicieron una versión de Vidas cruzadas, de Quique González (recientemente han estrenado un vídeo de este tema cantándola junto a Kutxi), y se despidieron con Jerry interpretando Inercia entre el público.

Después de un breve descanso llegó el momento de Latxatarra. No podían permitir que el ambiente decayera y salieron en tromba con tres temas de su anterior trabajo: ¿Y ahora qué?, Dolía y El mar. Todavía regalaron otra de su primer álbum, la bailona Nunca pasa nada, antes de meterse en profundidad en su nueva criatura, en la que hallamos furia y reivindicación social en Balsas de cristal, rocanroles tan descarados y atinados como Sombras sin talento, pero, sobre todo, esos medios tiempos que tan bien dominan, su verdadera especialidad, como Falsa farsa o En las vías, de su anterior álbum. El momento más emotivo llegó con Satán, escrita e interpretada por Rubén Domeño para un amigo fallecido, con su hermano Alfredo, cantante del grupo, haciéndole los coros. Son uno de los grupos más emblemáticos de nuestra tierra y prueba de ello es que el público coreó la mayor parte de los temas; incluso una espontánea subió al escenario para cantar con ellos El kutxitril. Profetas en su tierra, desde luego, y con muy buenos augurios en sus canciones.