cannes - La búsqueda de Ken Loach de su tercera Palma de Oro en el Festival de Cannes reposa de nuevo en la denuncia social con Sorry we missed you, una película en la que el director británico retrata el coste humano del capitalismo que será distribuida por Golem.

Como en I, Daniel Blake (Yo, Daniel Blake), que le valió el máximo galardón del certamen francés en 2016, la ciudad de Newcastle es el escenario elegido de una acción que gira en torno a una familia de clase media baja, ahogada social y económicamente tras encadenar durante años trabajos precarios. “Hemos pasado de la seguridad laboral a la inseguridad. La gente puede ser despedida de un día para otro. Hemos intentado ver el efecto de todo eso en el seno de una familia”, dijo ayer el realizador.

Ricky (Kris Hitchen) es un antiguo trabajador de la construcción que perdió su empleo y la posibilidad de una hipoteca con la crisis económica de 2008. La cinta empieza con la descripción de un puesto de repartidor como falso autónomo, que le hace asumir todos los riesgos sin garantías con la esperanza de empezar a respirar un poco. Unas condiciones, añadió Loach, que podrían aplicarse a mucha gente. “El empleador no se compromete con cuánto tiempo vas a trabajar o cuánto vas a ganar. Está en la posición de fuerza y es el trabajador el que tiene que explotarse a sí mismo. Es una situación perfecta para las grandes compañías”, dijo el cineasta, que consiguió su primera Palma de Oro en 2006 con The wind that shakes the barley (El viento que agita la cebada).

La sobrecarga de trabajo no tarda en tener un efecto demoledor en la relación de Ricky con sus hijos y su mujer (Debbie Honeywood), una asistenta domiciliaria de ancianos y discapacitados cuyo contrato tampoco especifica un número de horas semanales. “El trabajo nos priva de pasar tiempo con nuestra familia, lo cual es una locura”, sostuvo Paul Laverty, su guionista habitual. La cinta deja poco lugar a la esperanza: la situación de Ricky empieza mal y va a peor, y todos se ven engullidos en una vorágine laboral que acaba teniendo consecuencias físicas y mentales. “Este sistema mata”, resumió Loach. El peso que acaba asumiendo el trabajador, añadió, “no es fallo del capitalismo, sino el capitalismo funcionando a pleno ritmo”.