madrid - Humor, porque Don Quijote era “un poco payaso”, minimalismo en el decorado, imaginación de cuento en el vestuario y nada de “españolismo barato”, así es El Quijote del Plata, una producción del uruguayo Ballet del Sodre, que dirige Igor Yebra, con coreografía de Blanca Li, y que llegará el 8 de agoto al Festival Internacional de Santander. El inspirador de este montaje es el bibliófilo uruguayo Arturo Ernesto Xalambrí (1888-1975), quien “adoró” a Don Quijote hasta el punto de que fue uno de los coleccionistas más importantes del mundo de la obra de Cervantes, explicó en declaraciones a Efe Yebra (Bilbao, 1974).

MÚSICA Y TRADICIóN “El hilo conductor es España y es una puesta en común de la inspiración y el lenguaje que compartimos con música de compositores como Telemann, Debussy, Ravel, Saint-Saens, Chabrier o Glazunov interpretada por la orquesta Osodre, dirigida por Diego Nasser. No es españolismo barato”, subrayó el que es director del Ballet del Sodre desde hace un año.

La idea de hacer la obra, explica Yebra, surgió cuando en Montevideo, donde se celebra cada dos años un festival cervantino, le hablaron de Xalambrí y empezó a investigar sobre el coleccionista, que tenía “quijotes” de casi todas las formas posibles -dibujado por Disney o por Dalí- y en idiomas tan diversos como el euskera o el suajili. “Al indagar vi que él mismo era un Quijote. De padre zapatero, con una hija monja de clausura en el País Vasco... Un personaje total”, detalla. La obra, que se desarrolla en la biblioteca de Xalambrí, se gestó en cinco meses y se estrenó mundialmente el 25 de octubre del año pasado en coincidencia con el festival cervantino de Montevideo con un gran éxito. A España llegará el próximo 26 de julio, al Festival de Peralada para ir luego al de Almagro (28 de julio), al de San Lorenzo de El Escorial (30 de julio), Sagunt a Escena (6 de agosto) y al Festival Internacional de Santander (8 de agosto).

Blanca Li (Granada, 1964), que acaba de entrar en la Academia de Bellas Artes de Francia convirtiéndose en la primera coreógrafa que lo logra, aseguró que ella “jamás” hace nada que pueda caer en los clichés “de la españolada” y que con el Quijote es muy fácil huir del tópico porque es “un personaje universal e increíblemente vigente”. Su aproximación a la historia, describe, es “un poco fantasiosa, como un cuento” y con cierto humor porque Don Quijote, dice, “tiene esa especie de lado payaso” que a ella le encanta y que nunca es explotado.

Para la parte de la escena de los molinos, se le ha ocurrido que fueran los propios bailarines las “amenazantes” máquinas y para la de la cueva ha vestido a las bailarinas con tutús largos negros “preciosos”, diseñados por Hugo Millán. El decorado es también muy simbólico, minimalista y evocador. En la escena de las Bodas de Camacho se ha centrado en el personaje de la novia y ha coreografiado “un cuento de princesas, con velos y tutús y técnica muy clásica”, mientras que para los chicos ha hecho “un baile de espadas”. La parte de la pelea en la boda es el momento más festivo de la obra”, mientras que la de la quema de los libros “es un poco cómica, con el Quijote corriendo”. Para el final, el momento de la muerte de Xalambrí y de Don Quijote, ha coreografiado un solo que evoca la locura de ambos y su fin, de una forma “contemporánea, muy poética y simbólica”. - Efe