Los tiempos están cambiando. Lo dijo Dylan en los sesenta y yo lo siento a cada paso. Este sábado pasado, sin ir más lejos, triunfó en Zentral una artista que ha desarrollado toda su carrera en el ya no tan nuevo ecosistema de la industria musical. Quién necesita sonar en la radio existiendo YouTube. Para qué quieres un disco de oro si puedes tener cientos de miles de followers en redes sociales. Es el caso de Sofía Ellar, ejemplo de artista que ha alcanzado el éxito masivo con las novedosas herramientas.

Ante una sala que rozaba el lleno, comenzó con una balada de ritmo caribeño en la que afirmaba que estar feliz está sobrevalorado, pero su público no cabía en sí de gozo; cantaba, grababa con el móvil, sonreía, se abrazaba... Siguió con Tus movidas, más animada, con la chavalería haciéndose cargo de parte de la letra, al igual que en Noches que acaban en juerga.

Saludó, por fin. Dijo que le había costado contenerse para no hablar, pero que a partir de entonces se iba a explayar. Y efectivamente, se mostró locuaz, prometiendo “brilli brilli y felicidad” (palabras textuales) y lanzando vivas a la gente del norte (ella lo es, nació en Londres) y a los llorones (también se incluyó en este grupo). Estrenó su última canción, Ahora dime, publicada, cómo no, en redes sociales. Exigió, literalmente, que su público la bailase, y su deseo fue cumplido con obediencia ciega. Después, sabiendo que la inmensa mayoría de la concurrencia estaba todavía en edad de estudiar, pidió que le demostrasen que habían hecho los deberes y sabían bien la lección, que no era otra que la larga letra de Con la M, en la que menciona a Dylan y a Janis Joplin. Por si hace falta decirlo, hubo aprobado general.

La siguiente, Ana, la dedicó a las madres que estaban en la sala acompañando a sus hijos, que posiblemente se emocionaran al escuchar semejante balada a piano y voz. El ritmo subió con Nota en Do, quizás el corte más pop rock de lo que llevábamos de noche, especialmente al final de la misma, cuando Sofía salió del escenario y la guitarra y la batería enseñaron un poco los dientes. Regresó con nueva chaqueta para enfrentarse a otra balada, Borrachos de sueño, también a piano y voz, que desembocó en un simpático ritmo rumbero. A continuación, en G&T’s, bajó a cantar entre el público. Y así discurrió la velada, con momentos más animados (Amor de anticuario, Verano con lima) y otros más intimistas (Segundas partes entre suicidas, Rock’n’rolles de chiquillos o Versión de cobarde, ya en los bises). Al final, los tiempos no han cambiado tanto y su música, en el fondo, no está nada lejos de la de Ella Baila Sola, Conchita, Efecto Mariposa o La Oreja de Van Gogh. Pop dulzón con dejes de cantautor. A muchos les empalagará y les resultará demasiado lacrimógeno, pero no se puede discutir que, en su estilo, Sofía lo hace la mar de bien. Además, quién podría sorprenderse, si ya lo había prometido: brilli brilli y felicidad.