Los responsables televisivos de las parrillas de programación sudan auténticos ríos de ingenio y creatividad para llenar las tardes de las teles, sobre todo tras el telediario de mediodía. Se las ven canutas para conectar con la audiencia, que parece sumergida en una eterna tarde de sopor y siesta.

Tras la dorada época de los dramones y culebrones sudamericanos, las teles de nuestros día o juegan a un alborotado ejercicio de humor, encasquetan un concurso milenario como el de Jordi Hurtado o se adentran en los guiones interminables de los secretos de Puente Viejo.

Los de La Sexta apostaron en el pasado por un presentador procedente de la radio, Fran Blanco, para conducir una tertulia plagada de vídeos para esas horas malditas del atardecer. Fran Blanco, lleno de tropezones y frenadas en seco a la hora de presentar, terminó encajando con los apoyos humorísticos que adornaban la mesa del plató. Ana Morgade, Miki Nadal, Cristina Pedroche y otros presentadores como Ana Simón se sumaron al ejercicio coral de comentar vídeos suministrados con variado humor y mayor o menor acierto.

Esta temporada ha amanecido con cambios significativos, como la presencia de Dani Mateo en el papel de presentador, en una apuesta arriesgada. Mateo y Blanco tiene estilos contrapuestos, con maneras diferentes de jugar en el televisivo set y de compartir con los compañeros de reparto las historias del guion. Pasadas las primeras semanas, el equipo ha pasado los primeros números del magazine de tarde con soltura y profesionalidad, buscando y encontrando cada uno su sitio en el desarrollo del programa trufado de humor y entretenimiento. Apuesta arriesgada que arrancó con dificultades para pasar el fielato de asomarse a la audiencia sin dilapidar la anterior. Los egos de los presentadores tienen que encajar en el quehacer común y profesional de cada tarde. Se juegan el tipo.