barcelona - Antoni Tàpies fue un artista curioso, interesado por diferentes disciplinas. Una de ellas fue el teatro, como muestra la exposición que se inaugura hoy en Barcelona en la sede de la fundación que lleva su nombre, donde se pone énfasis en sus diseños escenográficos, pero tampoco se olvida que en ocasiones hizo de actor.

La comisaria Núria Homs explicó ayer en rueda de prensa que, como las escenografías son efímeras y, por tanto, ya no existen, para este proyecto se ha trabajado en la recuperación de “un material que permitiera reconstruir las intervenciones y evocarlas de alguna manera”. En varias vitrinas se exhibe material inédito, que nunca hasta ahora se había visto en conjunto, como cartas, programas de mano, fotografías junto a otros representantes del ámbito artístico o los bocetos que hizo para la ópera L’Éboulement, de Jacques Dupin, que se estrenó en París en 1982, y donde se encargó de la escenografía.

‘sesiones de caligarismo’ Homs no escondió que el pintor en los años cincuenta participó en unas sesiones privadas de cabaré, llamadas Sesiones de Caligarismo, término acuñado por su entonces amigo Joan Brossa, en casas como las de Leopoldo Pomés o Modest Cuixart, en las que junto con Pere Portabella o Joan Ponç, con “ligeros” cambios de vestuario creaban diferentes personajes. Por los testimonios todavía vivos, se sabe, según prosiguió Homs, que Portabella bailaba y Tàpies se transmutaba en un personaje “vociferante y espasmódico, que emitía unos aullidos espantosos”.

En la muestra, enmarcada dentro del Año Brossa y que quiere ser, asimismo, un homenaje al maestro Josep Maria Mestres Quadreny en su nonagésimo cumpleaños, se resalta que otros intereses del barcelonés fueron la ópera, la magia, el teatro popular, el oriental, y el legado del actor y transformista Leopoldo Fregoli.

Otro de los destacados es el proyecto escenográfico que realizó para la ópera Cap de mirar, con libreto de Joan Brossa y música de Mestres Quadreny, del año 1991, pero que se pospuso, después de que el Gran Teatro del Liceu sufriera un incendio en 1994, y que se encontraba en un cajón. - Efe