Los listillos de la clase

los resultados electorales del 10-N han mostrado palmariamente el fracaso de los gurús de campaña asentados en los alrededores de los estados mayores de las diversas formaciones políticas. De todos es sabido que en la actualidad las campañas se dirimen a partir de los discursos plasmados en los medios, así como siguiendo las directrices imaginativas de asesores, jefes de campaña; en definitiva, aprendices de brujo en la plana mayor de los diferentes partidos que elaboran manuales de campaña, argumentarios partidistas y eventos sociales y políticos que pasean de norte a sur y de este a oeste, con más o menos poderío en función de la pasta disponible, aunque la vigilancia sobre los gastos electorales está muy controlada para evitar desmanes y desproporciones entre los contendientes.

Personajes como Iván Redondo mandan y mucho en la dinámica del candidato y sus lugartenientes deben ejecutar el plan de trabajo para captar el voto popular. Estos nuevos Merlines de la magia electoral diseñan planes que casi nunca se cumplen, aproximan cifras electorales que jamás coinciden con las reales, diseñan escenarios de futuro fruto de la imaginación, no de la politología y demoscopia.

Estos personajes, dioses de las campañas, sobrevuelan por encima de sus candidatos ilusionados y embrujados por las mieles de los augures del futuro que nunca aciertan. Es la nueva forma de hacer política y todos sueñan con tener un personaje de semejante calaña, que anime con sus previsiones y diseños de futuro, los largos día de campaña, que tan abundantemente surgen en nuestra actualidad.

Son los arúspices modernos que analizan el vuelo de los votos y las trayectorias de los electores en las encuestas. No sirven para casi nada, pero todos los quieren a su lado. Otro engaño del modernismo democrático. Sin duda, los más listillos de clase.