pamplona - Hablar con Amancio Prada es como escucharle cantar. Su voz es tan suave como firme y directa y su mensaje cala tan hondo como cualquiera de los poemas a los que él da alas con su voz y su guitarra. Y para oírle hablar, pero sobre todo cantar, recalará en Pamplona este viernes, concretamente en el Museo Universidad de Navarra (19.30 horas). Allí presentará Libremente, un programa con el que realizará un recorrido por el romancero tradicional, Lope de Vega, Gustavo Adolfo Bécquer, Rosalía de Castro o Federico García Lorca, entre otros, y sus propios temas, en el que adelante que estará abierto a cualquier imprevisto que le pida el cuerpo hacer. En la segunda parte del recital, compartirá de nuevo escenario con el Coro Universidad de Navarra.

Vuelve a Pamplona, una ciudad que conoce bien y que siempre le ha tratado también bien.

-La verdad es que todos los recuerdos que tengo de Pamplona son buenos, y algunos de ellos son muy lejanos. Fíjate, se remontan al año 74, cuando aún vivía en París. Vine para presentar mi disco Vida e morte, el primero de todos, en la Caja de Ahorros de Navarra. También vine los dos años siguientes para participar en el Festival de Villancicos Nuevos. En el 75 me presenté con un poema de Lope de Vega y me dieron el primer premio: dos estrellas de oro que de oro no serían, pero pesaban una barbaridad. Recuerdo que había un grupo que estaba un poco desconsolado porque no había ganado nada y me acerqué y les dije: "Tomad, aliviadme este peso". Y les di una de las dos estrellas. Al año siguiente no quería volver porque ya había ganado una vez y yo no tenía tantos villancicos, pero insistieron, y con un villancico de Celso Emilio Ferreiro, el poeta gallego civil más importante del siglo XX, volví a ganar para mi sorpresa. También en el año 77 hice el preestreno del Cántico espiritual, pero después hubo unos años en los que no volví a esta tierra. Hasta hace un año y medio.

De hecho vino al Museo Universidad de Navarra, mismo escenario que visitará ahora, donde también estuvo acompañado por el Coro de la Universidad.

-Me sorprendió muy gratamente la acogida del público y su entusiasmo. Me dio una alegría enorme porque yo pensé que ya se habían olvidado de mí. Ahora vuelvo con un programa no monográfico, sino variado. Y estaré otra vez con el coro que dirige Ekhi Ocaña y que me gusta tanto, porque son jóvenes que cantan con su voz propia y con frescura. Y si cantar ya es un placer, cantar con otros es un placer añadido.

Amancio Prada, Libremente

-Es la primera vez que haré este programa. Nos pareció que el 14 de febrero era un día especialmente indicado, porque lo de Libremente tiene una alusión implícita a Libre, te quiero, esa canción de amor con un poema de Agustín García Calvo. Verás, yo tengo la manía de hacer discos y conciertos monográficos, como con el Cántico espiritual, Federico García Lorca o las Coplas de Jorge Manrique. Y hay muchas canciones de autores a los que no he dedicado un disco entero que se van quedando al margen. Son canciones que a lo mejor canto más en casa y quiero sentirme libre para dejarme llevar por el momento, por esa dialéctica cordial que se establece con el público cuando sales al escenario. Quiero que las canciones sean como cerezas, que vienen unas enganchadas detrás de otras. Esto no implica que no tenga un guion, porque precisamente hay que partir de un guion para podértelo saltar. Quiero que el espectáculo sea algo vivo, que ni yo sepa cómo será.

Ha mencionado a Jorge Manrique, Federico García Lorca, pero en su repertorio también están Rosalía de Castro, Bécquer, Lope de Vega, Juan Carlos Mestre... ¿hay algún poeta por el que sienta una especial predilección?

-Uy, esta es una pregunta muy difícil. Déjame tres, por lo menos.

Que sean tres, entonces.

-Rosalía de Castro, San Juan de la Cruz y Agustín García Calvo.

¿Y hay alguno que se le haya resistido, con el que no haya terminado de conectar por mucho que haya querido?

-No. No suelo insistir si no encuentro esa conexión. Porque las canciones tienen que brotar cuando esta se da. No digo que sea algo espontáneo, porque a veces hay que darles cien y mil vueltas, pero debe haber un atisbo de luz para saber que de ahí acabará saliendo una melodía entera. Y, en cualquier caso, la sensación final que debes tener al cantar esa melodía y el público al escucharla es que esa música ya estaba ahí, que no ha sido puesta sobre el poema sino que se ha extraído de él. Con los poemas debe haber un enamoramiento, y esa es la conexión primera para que todo salga bien; las canciones y todo en general.

No es la primera vez que dice que usted no pone música sobre los poemas sino que la extrae de los mismos. Después de tanto tiempo haciéndolo, ¿se ha convertido en un proceso, por decirlo de algún modo, fácil?

-No, siempre es difícil. Para mí es un milagro cada vez que sale una canción. Y siempre me pregunto cómo será la próxima. Es un milagro incluso cuando tienes enfrente un poema que te enamora. Lo de extraer la música no es algo mío, sino que fue un comentario que hizo María Zambrano a propósito del Cántico espiritual. Pero cada vez que lo hago lo siento como algo nuevo. La experiencia, como diría García Calvo, lo único que enseña es que no enseña nada. Y ese no saber es mi esperanza. Nunca se puede decir que algo es fácil; ni un concierto ni nada en la vida, porque siempre surgen cosas que no dependen de uno mismo. E incluso dependiendo solamente de uno mismo, no sabes cómo será. Este no saber es lo que da emoción y hace que te esfuerces más. Pero poniendo siempre amor, como diría Teresa de Jesús, porque "solo el amor es lo que da valor a las cosas".

Habla de la poesía en términos de amor, de libertad e incluso de novedad. Cuando interpreta su repertorio, con el que lleva trabajando años, ¿lo siente igual que el primer día?

-Sí porque la música solo existe en el momento en que se está interpretando. Hasta entonces está solo durmiente en una partitura. Y uno no se baña nunca dos veces en la misma canción. Cada vez que cantas una canción es distinta y yo creo que conviene asumir esa unicidad, esa ocasión única, tratando además de revivir esa emoción, ese pálpito, ese temblor con el que nacen las cosas. Porque hay que cantar una canción no como sabida, sino como si estuviera naciendo en ese momento. Hay que revivir el nacimiento. Los ojos de la costumbre acaban por ser ciegos y no ves lo que tienes delante.

Ser cantautor en estos tiempos del trap, del rap e incluso del reggaetón no es fácil. Y ser un cantautor que recita a autores como San Juan de la Cruz... ya no sé.

-Cada uno tiene su forma, su estilo. Cantar un poema es una forma de leerlo y nunca hay una sola lectura. Así como no hay una sola interpretación de un tema. De todo tiene que haber en la viña del Señor y, de hecho, lo hay. Todos los estilos tienen algo y si el jazz, el trap o el reggaetón consiguen llegar a algo, yo me llevo una alegría, aunque no sean algo que haga yo.

Por cierto, hablando de San Juan de la Cruz, es un poeta con el que ha recorrido un largo camino y que ha dejado una fuerte huella en usted. Algo que puede llegar a sorprender teniendo en cuenta que siempre se ha definido como una persona no mística.

-No soy místico en el sentido de esa fe ardiente y luminosa que tenían San Juan y Santa Teresa. Un místico es un enamorado de Dios, digámoslo así, y yo soy un enamorado de la naturaleza. Siento que todos formamos parte de esta naturaleza en la que vivimos y nos rodea. Y en ese sentido comulgo con cierto panteísmo que hay en Rosalía de Castro, con esa fusión que tiene con el paisaje y con el paisanaje también. Creo que es muy importante sentir lo que es obvio, que no estamos solos en este mundo sino que lo que hacemos cada uno es una forma de aportar, por poco que sea, un poco de cordialidad en esta vida. La felicidad depende de esa relación cordial con el otro, que al final es esa mano que en un momento dado puedes estrechar y te puede ayudar a levantar, a señalarte lo que has hecho mal y a mejorar.

Para terminar me gustaría que echase la mirada atrás y diga qué ve y, también, que la echase hacia delante y que diga qué vendrá.

-Uf, soy incapaz de echar la mirada para atrás. No me gusta nada. Bastante tengo con vivir el presente y tratar, como acabo de decir, de hacer lo que hago cada vez un poco mejor. En la medida en que tenga la capacidad de imaginar las cosas mejor de las que ya están, hay esperanza. Creo que esa pequeña frustración es un motor para seguir intentándolo y es muy importante imaginar las cosas porque entonces tienes un Norte al que mirar. Pero eso de mirar hacia atrás... Soy incapaz. No quiero pensar en mi vida. Estamos ahora al albur de lo que pueda pasar. Confiemos.

APUNTES

El concierto. Tendrá lugar este viernes, a las 19.30 horas, en el Museo Universidad de Navarra. En la primera parte del recital, Amancio Prada actuará en solitario y en la segunda volverá a compartir escenario con el Coro Universidad de Navarra, con quien ya interpretó el Canto espiritual de San Juan de la Cruz en 2018.

El protagonista. El trabajo musical de Amancio Prada (Dehesas, León, 1949) como compositor e intérprete ha tenido siempre una base literaria que, a lo largo de su discografía, ha ido conformando un recorrido antológico por la lírica peninsular, desde las Cantigas de los primeros trovadores galego-portugueses (siglos XII y XIII), pasando por el Romancero, Juan del Enzina, Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Rosalía de Castro, hasta autores contemporáneos. Entre otros galardones, ha recibido la Medalla Castelao de Galicia (1995), Premio Castilla y León de las Artes (2005), Grand Prix du Répertoire Sacem (París, 2008), Premio Tenco (San Remo, 2010) y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2011). El último que recibió fue el Premio da Cultura Galega (2019).