Fecha: 06/03/2020. Lugar: Zentral. Incidencias: Sala abarrotada. Escenario muy bien decorado con motivos cinematográficos, acordes con el título de su último disco. A Rulo le acompañaron Fito (guitarra), Karlos Arancegui (batería), Quique Mavilla (teclados), Dani “Patillas” (guitarra), y Laura Gómez Palma (bajo).

l idilio entre Rulo y Pamplona viene de lejos. Ya cuando lideraba La Fuga venía aquí, a los estudios Sonido XXI de Esparza de Galar para grabar sus discos con los hermanos Javi y Juanan San Martín a los mandos. Aquí granjeó también muchas amistades en el noble gremio de los músicos (como El Drogas, Kutxi Romero o Alfredo Domeño, por citar solo algunos). Fue por aquel entonces cuando empezó a tocar por estas tierras. El viernes recordó que su primera actuación fue en el bar Animals de Burlada ante un puñado de personas. Las cosas, huelga decirlo, han cambiado mucho, pues hace ya lustros que llena recintos de mucho más aforo. Sus dos últimos discos, ya pertenecientes a su carrera en solitario, no los grabó en Navarra; El doble de tu mitad lo produjo Carlos Raya y del último, Basado en hechos reales, se ha ocupado Thom Russo (que ha trabajado con artistas de la talla de Eric Clapton o Audioslave, entre muchos otros). Este tipo de cambios dice mucho de la personalidad de Rulo, que podría haberse acomodado a la fórmula que tantos réditos le reportó en el pasado, pero que prefiere buscar caminos nuevos que le sigan erizando el vello.

Para presentar su último álbum llegó a Zentral, con las entradas agotadas desde varias semanas atrás. Y las primeras canciones que interpretó fueron de ese disco: Todavía y Verano del 95 (esta última, que fue el single de presentación del trabajo, se ha convertido ya en un nuevo himno en el repertorio del cántabro). El sonido tenía, dentro del pop rock de ese corte anglosajón que ya es marca de la casa, muchos matices. Mi cenicienta, por ejemplo, la comenzaron desnuda y acústica (brillaron los arreglos de órgano del maño Quique Mavilla, para acelerarla y electrificarla en su tramo final, antes de volver a la calma tensa (e intensa) de Noviembre. Más emocionante todavía, si cabe, sonó Mal de altura, compuesta tras un período de sequía creativa acaecido cuando a la madre de Rulo le detectaron un cáncer de mama del que, afortunadamente, se encuentra felizmente recuperada. Y volvió el rock con Bienes y males (“¡Keep on rocking en estos tiempos de reguetón!”, exclamó al presentarla).

Escoltado por una magnífica banda a la que supo dar el protagonismo que merece (Fito cantó Objetos perdidos), llegaron a una parte en la que el cantante se sentó al piano para interpretar dos pesos pesados de su repertorio: Señales y Heridas de rock’n’roll. Ya al final, la traca, comenzada con Pa’qui pa’llá y Por verte sonreír, de su etapa en La Fuga, continuada con No sé (interpretada por Rulo solo con su guitarra) y culminada magistralmente con La cabecita loca, 32 escaleras y La última bala. Le hemos visto muchos conciertos: cada vez mejor.