'On line'. Se puede visitar en la página web del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, www.museoreinasofia.es.

Videoconferencia, martes 21 de abril. El martes 21 de abril, a partir de las 18.00 horas, tendrá lugar, mediante videoconferencia, una conversación on line entre Clemente Bernad y Jorge Moreno Andrés. El enlace a esta actividad estará disponible próximamente en la web del Museo Reina Sofía.

Lienciado en Bellas Artes en la especialidad de Fotografía, Cine y Vídeo por la Universitat de Barcelona (UCB) y diplomado en Estudios Avanzados de Sociología por la UPNA, ejerce de fotógrafo y cineasta documental desde 1986, con un gran interés por las temáticas sociales y políticas. Entre sus series fotográficas destacan Jornaleros (1987-1992), Mujeres sin tierra (1994), Pobres de nosotros (1995), Canopus (2001), el libro y la película documental El sueño de Malika (2004), Basque chronicles (1987-2015) y Donde habita el recuerdo (2003-en curso), sobre las exhumaciones de fosas de la guerra civil española.

Antropólogo, fotógrafo y cineasta, es director del proyecto de investigación Mapas de Memoria de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), donde también es profesor. Director artístico del Certamen internacional de cine documental sobre migración y exilio en México (CEME DOC), entre sus publicaciones destaca El duelo revelado. La vida social de las fotografías familiares de las víctimas del franquismo (CSIC, 2018).

esde que la pandemia se instaló en Madrid y obligó a la gente al confinamiento, Clemente Bernad ha realizado a diario el mismo ritual: cruzar el umbral de su puerta, recorrer la ciudad, fotografiar lo que en ella encuentra y regresar a casa con imágenes del exterior.

Esta práctica rutinaria para el fotógrafo navarro, acostumbrado a retratar en las calles, se convierte en estos momentos en un viaje al inframundo. Un transitar por una ciudad hostil, extraña y solitaria. En la que el sonido, paseando a distancias largas, es "tremendo". "En grandes vías de Madrid oyes perfectamente tu propia respiración, los sonidos de los semáforos... todo", cuenta Clemente Bernad sobre su experiencia transitando por "escenarios apocalípticos".

"El espacio urbano se ha roto por completo. No el que viene dado por las casas, las calles o las calzadas, que siguen ahí, detenidas; sino el espacio urbano que viene dado por las relaciones entre la gente, que es lo realmente importante de una ciudad", dice Bernad al comunicar las sensaciones que obtiene cada día caminando por Madrid, en los recorridos en que ha ido documentando el estado de alarma en fotografías. Treinta de ellas conforman la exposición virtual Ante el umbral, organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Imágenes que surgen de "un gesto cotidiano, totalmente normal" para este fotógrafo callejero que estos días está constantemente justificándose y acreditándose ante la presión policial por su presencia en la vía pública, y que entran ahora a formar parte de un espacio museístico, en una muestra on line que pone en valor la imagen documental. "Este es un proyecto colectivo entre el Reina Sofía, y en concreto la directora de actividades públicas del museo, Ana Longoni; el comisario, Jorge Moreno Andrés, quien arropa las imágenes con su texto; y mis fotografías", explica Bernad, especialmente contento de que haya sido "una institución museística y no un medio de comunicación" la que haya querido hacerse eco del proyecto como un "tema urgente". "Es un gesto que pone en valor la fotografía documental, que no suele tener tanta presencia en los espacios artísticos o museísticos", apunta.

Ante el umbral es el retrato de las calles de siempre pero totalmente nuevas y extrañas para la mirada del fotógrafo. "Territorios donde los límites y las distancias se desdibujan y se vuelven amenazantes", dice el comisario en el texto de la exposición. Donde las pocas miradas que se cruzan son de desconfianza, recelo y sospecha.

"Estamos acostumbrados a estar confinados estos días en casa, y a salir al supermercado más cercano; ese es nuestro radio de acción. Pero fuera de ahí, caminando por la ciudad, te encuentras en un espacio fantasmagórico, una ciudad desaparecida, vacía, triste. Hostil, porque es una ciudad militarizada, controlada absolutamente por la policía", dice el fotógrafo navarro al hilo de sus imágenes, en las que hay "muchas sombras fugaces", se intuye "la gente que dobla las esquinas con prisa, que desaparece".

La calle, el espacio privado y opaco

Madrid, dice, es estos días una ciudad en la que se respira "muchísima seriedad". "Las distancias se mantienen, es casi imposible establecer una relación con nadie, y no digamos ya que esa relación sea mínimamente afable... No existe el humor".

"Es curioso que las casas eran hasta ahora el espacio de la seguridad, el espacio privado, y las calles lo público y el espacio donde te podían pasar cosas. Y a raíz de esta crisis, los interiores de las casas se han convertido en lo público, en el espacio donde establecemos relaciones, sobre todo gracias a las tecnologías. Y las calles son el espacio privado, controlado, muy siniestro y opaco", reflexiona Clemente Bernad.

La ciudad convertida en umbral. Por donde se huye o se deambula, pero nunca se pasea.

Y por donde deambulan "aquellos que quedan cuando ya no queda nadie, los que viven arropados entre cartones, con las puertas de su rellano siempre abiertas", apunta Jorge Moreno Andrés en relación a los sin techo, a los que Bernad retrata como "desechos de la sociedad que están tirados por las calles como náufragos tirados en una isla".

Huellas humanas muertas son los guantes que pueblan las aceras, y con los que el fotógrafo construye un hilo narrativo en el proyecto Ante el umbral. "La ciudad está llena de guantes de látex y de los que reparten en los supermercados, hay cientos de ellos por el suelo, como si fueran pequeños cadáveres retorcidos, contaminados, desechos con aspecto de pequeños animales muertos, abandonados, retorcidos sobre sí mismos", dice el autor.

Con su cámara ha documentado momentos desoladores como el de un entierro en el Cementerio de La Almudena únicamente con dos asistentes -"casi el máximo permitido, solo dejan acudir a tres"-, las colas interminables, con las distancias medidas entre los que esperan ante la entrada a los supermercados; los policías identificando a la gente, una casa en obras y la presencia de un vigilante que emerge entre ellas como "una presencia extraña"; o los animales que ocupan el territorio urbano, como una bandada de pájaros que Clemente Bernad retrata sobrevolando las calles de Madrid en una imagen que se antoja apocalíptica. "Es cierto que veo la ciudad más lustrosa, en el sentido de que la hierba crece mejor, está todo más limpio, los animales ocupan el espacio urbano, más de un vecino ha fotografiado a los pavos reales del Parque del Retiro transitando por las calles exteriores... pero eso no es lo importante. Lo importante es la gente, son las relaciones entre personas, y eso se ha roto", dice el autor.

Y el reflejo de la única presencia de vida

Bernad, en palabras del comisario de la muestra, "interroga al mundo preguntándose por sus apariencias en cada encuadre que hace, en cada foto que toma. Como el poeta, persigue una foma que atraviese la frontera de lo aparente para encontrar lugares desde donde divisar imágenes que, paradójicamente, nos permitan ver aquello que acontece y nos rodea, pero que no vemos (ahora menos que antes, constreñidos a permanecer dentro de nuestras casas)".

Esa ha sido la tarea del fotógrafo: asomarnos al umbral.

Sin embargo, volver del inframundo con la cámara llena de escenas que sirvan para orientarnos en la oscuridad es un trabajo doloroso del que con dificultad se sale indemne. Cuando el fotógrafo regresa, "agotado y sin energía", cruzando las últimas calles de vuelta a casa, nadie le devuelve la mirada. Tiene entonces la tentación de buscarse en el espejo para confirmar su existencia. Podría ser otro espectro. Se vislumbra y dispara la cámara sobre su propio cuerpo reflejado en los escaparates, sobresaltándose a sí mismo por su presencia, el único movimiento de vida que percibe. "Y no es nada reconfortante", reconoce Bernad. "Es una sensación muy triste de estar ensimismado".

Una confirmación de la soledad, de la falta de comunidad en este mundo confuso que nos toca vivir. Y en una ciudad, Madrid, que se mantiene en este estado de alarma "estable en la hostilidad y la tristeza", aunque haya "pequeños cambios influenciados por el estado de ánimo" de quien transita; aunque haya días lluviosos y otros con sol.

"El espacio urbano, que viene dado por las relaciones entre la gente, se ha roto por completo"

"Madrid es estos días una ciudad hostil, militarizada, más lustrosa y limpia, sí, pero triste y extraña"

Fotógrafo