pamplona - Cierran esta noche el Festival de Olite. ¿Cómo está yendo la vuelta a los escenarios tras el confinamiento, en esta atmósfera rara de incertidumbre?

-Retomamos a finales de mayo, vía on line, los ensayos del próximo espectáculo que estrenaremos el 8 de agosto en el Festival de Sagunto, Electra.25. Creo que fuimos de los primeros en volver a los ensayos y a la actividad escénica, y fue una experiencia al principio un poco extraña, pero poco a poco con todas las medidas de prevención ya hemos podido trabajar con más normalidad, siempre con prudencia pero también con cierta apuesta valiente de seguir trabajando y no quedarnos encerrados. La pasada semana retomamos las funciones de Madre coraje en el Festival Itálica de Sevilla, tras cuatro y meses y medio sin actuaciones, la primera vez que ocurre en los 37 años de historia de Atalaya... y esta parada en Olite es la primera gira que hacemos fuera de Andalucía. Curiosamente, la última función que hicimos antes del confinamiento fue en Eibar, o sea que volvemos al norte, con muchas ganas.

Traen un texto de Bertolt Brecht de total vigencia. Estamos en la guerra de los mercados, un tiempo en que la corrupción y el dinero imperan.

-Sí, en la tercera guerra mundial, en una situación en la que algunas personas anteponen la economía a la salud, y ahí nos damos de bruces con la actitud de esta Madre coraje, que por culpa de esa idea, de poner ante todo el negocio, el negocio, el negocio, va perdiendo a todos sus hijos. Es una metáfora de lo que hoy en día pueden haber hecho personas como Donald Trump, Bolsonaro, y algunos que querían que hubiésemos sufrido lo mismo en este país y afortunadamente no ha sido así.

Es un personaje que simboliza la alianza entre el comercio y la guerra. Una combinación que asusta.

-Sí. Es una metáfora de algunos dirigentes políticos que se plantean que la economía está por delante de la salud y de la vida. Con lo cual al final dan rienda suelta a la muerte. Lo que decía Millán Astray, “¡viva la muerte!”. Las connotaciones que tiene son de personajes cercanos al nazismo.

El sistema mismo pone por encima la economía a la salud de nuestro propio planeta.

-Sí, sí, estamos acabando con el planeta por esta idea depredadora del consumismo, del negocio y de la tierra quemada, en la que lo que importa es la existencia de un individuo y no la del planeta mismo.

Bertolt Brecht escribió esta obra en el exilio, y lo que él sufrió en su tiempo siguen sufriéndolo hoy millones de refugiados...

-Sí, el decía: yo espero que el próximo siglo, se refería al XXI, esta obra no sea representable porque se haya quedado obsoleta. Pues lamentablemente se equivocó, porque la obra es totalmente actual, y esa idea de malditas son todas las guerras sigue siendo actual y ya no solamente la guerra contra el covid, sino las guerras que en el siglo XXI están asolando el mundo, como la de Siria.

Asusta ver lo poco que ha cambiado Europa en 70 años... Y cuesta ser optimista respecto al futuro.

-Sí, pero hay que serlo porque si no... Hay que creer en que es posible mejorar el mundo y enterrar estas ideas de odios, de mercantilismo y destrucción del planeta. Y que vaya extendiéndose cada vez más la idea de salvar el planeta, de fraternidad... El otro día en un evento como la NBA de baloncesto estaban los grandes baloncestistas con camisetas pidiendo paz, igualdad, justicia, libertad... Yo creo que hay esperanza todavía y hay que ser optimista aunque haya personas que estén intentando ponerle muros al progreso y a un mundo mejor.

De esa fe, de esa esperanza suele nacer de hecho la cultura, el arte.

-Sí, la cultura y el arte, salvo excepciones, generalmente han estado del lado del progreso, del lado de la fraternidad, del humanismo, de pensar en la utopía de un mundo más justo e igualitario. Una vez escuché a un ministro de cultura cubano en La Habana decir que la cultura es lo que diferencia a las personas de las bestias, aunque haya bestias que utilicen también el móvil. Muchas bestias llevan corbata y zapatos y son mucho más peligrosas que las que vemos en la selva.

¿Y cree que en este momento crítico por el pasamos se valora como es debido la cultura? Por ejemplo, ¿se programa teatro de calidad?

-Bueno, en concreto en Olite es una buena noticia que esté Luis Jiménez al frente, un hombre de teatro, comprometido, una persona que estuvo además represaliado en la época del franquismo, que lleva ya décadas con su compañía en París, donde ha organizado el festival Don Quijote... tiene una larga experiencia de apuesta por el teatro contemporáneo y por el teatro de investigación. Es una buena noticia que el Gobierno de Navarra haya encomendando a Luis la organización del festival, y lo estamos viendo en las ediciones del año pasado y de éste: se está haciendo una apuesta que va más allá de un teatro antiguo, que defiende un teatro universal. Se trata de que el teatro emocione, hable de nuestro tiempo y sea una herramienta para avanzar y seguir estrechando lazos entre las personas.

Más allá de Olite, a nivel general, ¿vive el teatro un buen momento?

-Bueno, el Ministerio de Cultura ha destinado una partida tres veces superior a la de otros años para ayudas al teatro, entonces a pesar de lo vacilante que estuvo, gracias a que es un gobierno de progreso se hizo eco de que la cultura es una herramienta de progreso. Afortunadamente nos ha pillado esta crisis y el confinamiento con este gobierno. Pero sí vivimos una situación de incertidumbre, de no saber muy bien qué va a pasar el mes siguiente, en otoño, y compañías como la nuestra estamos resistiendo por nuestra propia fortaleza de estructura que se remonta a hace más de treinta años y de personas que llevamos desde entonces luchando con el teatro independiente y esto no nos resulta nuevo, pero hay muchas otras compañías más jóvenes que están desapareciendo o a punto de desaparecer, también salas, espacios teatrales... Estamos en una situación muy peligrosa. Esperemos que llegue pronto la vacuna y podamos vivir de nuevo con cercanía y confianza.

‘Madre coraje’ nos dice que las guerras son malas para todos, nos alerta de lo miserables que podemos llegar a ser, pone sobre la mesa las contradicciones humanas...

-Sí, pero termina con esperanza. Hay una frase muy bonita que casi se dice al final de la obra, cuando ya ha muerto la hija muda de madre coraje por avisar a un pueblo donde estaba ella acampada de que el ejército enemigo está al acecho para pasarlos a todos a cuchillo. Entonces ella se sube a lo alto del tejado con un tambor y avisa al pueblo, eso le cuesta la vida, le disparan, pero ella consigue despertar y que suene la campana y alerten al pueblo de que el ejército está a punto de entrar, y así les salva. Es una metáfora de una heroína que piensa en los demás, que empatiza, y una vez que ha sido asesinada hay una frase final muy bonita, muy esperanzadora: Ninguna causa está perdida si queda un insensato dispuesto a luchar por ella. Entonces nosotros nos reivindicamos como insensatos dispuestos a luchar por un mundo más justo, más fraternal, más igualitario, y eso puede sonar a insensatez con los tiempos que corren, pero creo que somos muchos los insensatos que creemos que el teatro y la cultura contribuyen a que otro mundo mejor sea posible.

En el teatro, ¿cuál debe ser la lucha en este momento?

-Hay que reivindicar que la comunidad donde vivimos pueda utilizar el teatro como una herramienta de empoderamiento. El teatro comunitario. Para que beneficie a personas sin hogar, a menores no acompañados, un colectivo con el que estamos haciendo ahora un trabajo muy emocionante; a mujeres maltratadas, a personas con diversidad funcional... Es emocionante ver la implicación y el rigor de los menores no acompañados con los que hemos empezado a trabajar hace un mes, chicos de 16, 17 y 18 años de diversos países africanos que han tenido que soportar incluso que lleguen allí algunos dirigentes de la extrema derecha insultándoles, y de verdad los vemos como el futuro esperanzador. El teatro como una herramienta de empoderamiento es hoy más necesario que nunca. Me gustaría que el teatro volviera a estudiarse en las escuelas, en los colegios, como en otros países. Así tendríamos al teatro como un aliado.

“Estamos acabando con el planeta por esta idea depredadora del negocio y de la tierra quemada”

“Me reivindico como ‘insensato’ dispuesto a luchar por un mundo más justo, fraternal e igualitario”

“El teatro tiene que emocionar, hablar de nuestro tiempo y ser herramienta para avanzar y estrechar lazos”