O espere nada decente de TVE sobre el rey emérito, ni la sombra de un reportaje que relate sus fechorías. España, de izquierda a derecha, se ha deshonrado siempre con su memoria culpable. De las demás cadenas tampoco cabe ningún favor a la verdad, ni siquiera de La Sexta, progresista solo de cintura para abajo. La BBC, televisión pública del país más monárquico, no tiene piedad con las miserias de la familia real. Y no por eso se tambalea el reino. Al príncipe Andrés, hijo de la soberana y coleguilla de Jeffrey Epstein en orgías con menores, lo ha destrozado por pederasta y embustero; pero eso ocurre en Londres y no en Madrid.

Así que, a falta de la realidad desenmascarada, nos hemos ido con la ficción a Viena, a principios del siglo pasado, cuando el psicoanálisis estaba en sus albores y el joven doctor Max Liebermann, seguidor de Freud, colabora con el inspector Rheinhardt en el esclarecimiento de asesinatos rituales. Esta coproducción europea ha trasladado las historias de crímenes del psiquiatra inglés Frank Tallis a la serie Vienna Blood que se puede ver en la cadena #0 de Movistar+. Y sin ser una maravilla, compensa con su ingenio este sombrío agosto. Tallis tiene fijada su mirada en las obsesiones del amor y de ellas trata su último libro, El romántico incurable, que ultraja el romanticismo al peor gusto postmoderno.

En Viena ocurren muchas cosas, no todo es la gentil Sissi, los valses de Strauss y las tartas de chocolate de Sacher. De allí son los genios que exploraron la mente humana, como Adler, Asperger, Frankl y Breuer, además de Freud, su precursor. En la imperfecta Austria, también hay misterios y surgieron monstruos como Hitler y lugares como Mauthausen. Hay que ver Vienna Blood para conocer el universo completo, lo bueno y lo malo de cualquier parte, porque Viena es la capital del mundo.