- Los autores Anjel Lertxundi y Inazio Mujika defienden que el valor literario debe ser también el que prevalezca en las obras dirigidas al público infantil por encima de la defensa de valores o propósitos pedagógicos porque para generar “buenos lectores y buenos escritores” hay que ofrecer a los más pequeños “buena literatura”.

Lertxundi presentó ayer Donostian elefanteak ikusi zirenekoa y Zakarruko, dos cuentos ilustrados por Antton Olariaga que tienen sus puntos de partida en dos pequeñas narraciones que el autor oriotarra publicó hace 28 años, mientras Mujika hizo lo mismo con las narraciones para niños Ez apuratu y HansetaIgela. Estos cuatro cuentos inauguran la colección Pikotxean de la editorial Erein a la que el próximo año se añadirán cuatro títulos de estos dos autores.

Zakarruko parte de una idea que surge en Gizon kabalen piurak, una pequeña narración publicada en 1982, cuando Lertxundi ejercía como profesor y estaba en una sintonía literaria diferente a la actual. “Era una chispa de dos folios que había que pasar a más páginas” con el consiguiente desarrollo de la narración sobre Zakarruko, el malhumorado personaje que un día comienza a caminar cabeza a abajo con las manos en el suelo, comentó el autor.

El germen de Donostian elefanteak ikusi zirenekoa está en Tristeak kontsolatzeko makina (1981), traducida al castellano como La máquina de la felicidad, un texto convertido en un clásico de la literatura infantil en euskera, en el que cuenta la extraña situación en la que se encuentra el alcalde de San Sebastián un día que se asoma al balcón del Ayuntamiento y comprueba que los jardines de Alderdi-Eder están repletos de elefantes.

Lertxundi señaló que estos cuentos están recomendados para niños de 8 a 12 años, pero su intención es que sirvan a lectores de ocho años en adelante, incluida la edad adulta, y remarcó que no ha tratado de hacer pedagogía o “algo en favor del euskera” ya que el objetivo de un escritor “es siempre hacer buena literatura”.

“Reivindico que para generar buenos escritores y buenos lectores hay que hacer una buena literatura infantil y no mezclarla con otras intenciones”, comentó.

Hans eta Igela cuenta la historia de un músico que viene de Europa del norte y toca, acompañado de una rana, en una plaza a la que va acudiendo la gente hasta convertirse en una muchedumbre que no logra salir del lugar.

Ez apuratu narra la relación entre una nieta y su abuela, una anciana que no entiende la palabra dilistak porque para ella es lentejak, unas diferencias de vocabulario que no están planteadas como “problemáticas” sino como fruto de la evolución en la forma de hablar el euskera, indicó Mujika.

“Para generar buenos escritores y lectores, hay que hacer una buena literatura infantil”

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