A golpe de innovación, como abrazar el prêt-à-porter o impregnar sus diseños de espirales futuristas, Pierre Cardin irrumpió en el olimpo de la moda parisina en los años 50 para levantar un emporio del lujo que le llevó a asimilar la alta costura al universo academicista de las bellas artes. “He tenido la suerte de hacer lo que he querido sin haber necesitado banqueros o autoridad. He sido un hombre libre desde los 20 años”, decía de sí mismo el modisto, fallecido ayer a los 98 años a las afueras de la capital francesa. Diseñador de prendas pero también de muebles, de accesorios, de vestuario de cine y, ante todo, un empresario con una visión global, deja un legado incomparable que ha servido de inspiración a Jean-Paul Gaultier, Jacquemus, Guo Pei y otros creadores. Francia pierde a uno de sus más grandes visionarios, conocido por desarrollar con Paco Rabanne y Andre Courreges la moda futurista y comercializar su nombre en todo el mundo.

Cardin nació en 1922 en Sant’Andrea di Barbarana (Italia), en el seno de una familia de agricultores que emigró a Francia huyendo del fascismo, y llegó a ser uno de los franceses más influyentes en los años 80. Aprendió junto a grandes creadores parisinos, se emancipó para lanzar en 1950 su marca de visión futurista y con ese exitoso emporio revolucionó la moda con siluetas abstractas de formas esculturales. “Mi gran rasgo de genialidad fue el prêt-à-porter cuando no había más que alta costura, que siempre hace perder dinero. Me dijeron que no duraría dos años, pero creí en mi idea. Me han criticado y me han imitado”, recordaba el también propietario del restaurante Maxim’s, siempre orgulloso de presentarse como un hombre hecho a sí mismo. Todavía con 90 años, presumía de poseer una veintena de perfumes, editoriales, teatros, un hotel, decoración, pintalabios, bolígrafos, gafas, mecheros, restaurantes, edificios... y un solo arrepentimiento: no haberse percatado del tirón de los vaqueros, las deportivas y los relojes fantasiosos.

Para recuperar los primeros pasos del modisto franco-italiano hay que trasladarse al París liberado tras la Segunda Guerra Mundial, donde llegó con 23 años con el sueño de convertirse en actor o bailarín, pero se decantó por las agujas y trabajó para costureros como Jeanne Paquin y Elsa Schiaparelli. Gracias a la atención que le dedicaba al corte y a la forma de sus creaciones, pronto destacó como una de las promesas con más talento y entró en el estudio de Christian Dior, cuando esa casa relanzó la imagen de París como templo mundial de la moda a través del new look en 1947.

En los cincuenta montó su propia firma de alta costura. Con ella desarrolló el concepto de prêt-à-porter: la moda ya no eran solo creaciones a medida, sino la democratización industrial de tallas estándar. Su descaro no sentó bien y fue expulsado del círculo de la alta costura, aunque después fue readmitido. En 1965 apareció su colección Cosmos, que se inspiraba en la carrera espacial y proponía modelos unisex en años en los que Cardin bebía de los esquemas cromáticos de Mondrian, de los diseños tipo Mao y de la fascinación que generaban los astronautas.

Su emporio siguió creciendo en los años 70 y 80, hasta que en 1991 Cardin introdujo la alta costura en la Academia de Bellas Artes de Francia. A causa de sus desencuentros con los grandes modistos, solo Paco Rabanne le acompañó en la ceremonia. Parte del secreto del éxito de su grupo empresarial, más allá de su sólida implantación en China y de su visión de futuro, pasaba por controlar desde París todas las licencias con su nombre que le reportaban ingresos millonarios. “No bebe, no fuma. Si nota dolor, rechaza escuchar su cuerpo. Maestro de la elipse y la espiral, Pierre Cardin sigue diciendo alto y fuerte que siempre ha existido por su trabajo y por sí mismo. Es un multimillonario que se contenta con un tazón de sopa”, decía de él Laurence Benaïm en su libro La mejor edad.

A los 92 años, el veterano costurero y reconocido mecenas del arte culminó uno de sus desafíos: trasladar de las afueras de la capital al sofisticado barrio del Marais su propio museo, en 1.000 metros cuadrados repartidos en tres niveles en el centro de París. Hasta el fin de sus días mantuvo su carácter empresarial y su amor por la moda, con un estilo tachado por algunos de pasado y por sus fieles de atemporal. “Tengo un estilo reconocible. No se puede decir lo mismo de otros diseñadores”, resumía él mismo.

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1. En 1954 tenía la suficiente experiencia para comprender que una silueta reconocible podía ser la llave del éxito. Su afición por los volúmenes esféricos quedará reflejada en su vestido burbuja: marcado en la cintura, la silueta se redondea de forma exagerada en torno a las caderas. Una idea aún muy presente en nuestros días.

2. Si bien el ‘new look de Dior no fue obra de Cardin, que en 1947 trabajaba como primer asistente del creador, él formó parte del equipo que dio forma al famoso traje de chaqueta Bar, marcado en la cintura y voluminoso en la falda que vistió a las francesas en la postguerra y que influyó en su posterior vestido burbuja.

3. En 1946, el estilista, que entonces trabajaba en la maison Paquin, fue uno de los elegidos por el director Jean Cocteau para hacer el vestuario de la película La Bella y la Bestia. Para crear el vestuario de la Bestia, Cardin se puso “en la piel de la bestia” antes de crear a mano las prendas que probó sobre sí mismo para presentarlas a Cocteau.

4. Si hay un pasaje ejemplar en la vida de Cardin es su ruptura con la alta costura parisina. Hasta entonces, los diseñadores defendían con fervor sus creaciones de alta gama de lo que podía estar al alcance de cualquier ciudadano. La Cámara Sindical de la Alta Costura lo expulsó en 1959 de su federación por sus creaciones prêt-à-porter, pero lo admitió un par de años después tras ver su éxito. En 1966, se separó de la Cámara definitivamente tras negarse a seguir el calendario de presentación de colecciones.

5. Los trajes de chaqueta con camisa de cuello mao con que Los Beatles pasaron a la historia a partir de los 60 fueron creación de Cardin. Hasta entonces aparecían siempre con chaquetas de cuero y camisetas de algodón que dejaron atrás tras aliarse con Cardin.

6. Su visión futurista de la moda se adecuó a partir de los años 70 al diseño de interiores, donde marcó también estilo. Con sus cómodas con formas de ola, sus mesas de soporte en forma de abanico y sus lámparas inspiradas en satélite dejó atrás la funcionalidad para poner la importancia en un diseño, que aún en 2020 parece actual. Su Palais Bulles (palacio de burbujas) al sur de Francia, un edificio redondo y sin esquinas, es una de las creaciones arquitectónicas más valoradas del país.

7. Pese a haber vestido a actrices como Jeanne Moureau y personalidades como Jackie Kennedy, aseguraba que vestir a gente elegante no le interesaba. “Mi objetivo es la calle, que mi nombre y mis creaciones estén en la calle. Las famosas, las princesas... eso no es lo mío. Las respetaba, cenaba con ellas, pero no las veía en mis vestidos. Habrían estado ridículas”, decía sin rodeos.