Una tragedia renacentista, exquisita y sorprendente, en torno al mal gobierno y el problema del ejercicio del poder, protagoniza este domingo una doble cita en Olite: a las 18.30 horas, en la casa de cultura de la localidad, se proyectará -con entrada libre hasta completar aforo- Nise, un viaje en la Nao D´Amores, documental dirigido por María Royo al que seguirá un coloquio con la propia Ana Zamora, directora de la compañía. Y por la noche, a las 22.00 en La Cava, Nao D’Amores representará Nise, La Tragedia de Inés Castro, con texto de Jerónimo Bermúdez.

¿Cómo definiría este montaje?

-Es una dramaturgia unitaria hecha a partir de dos textos, Nise Laureada y Nise Lastimosa, de Jerónimo Bermúdez, escritos a finales del siglo XVI, que narran desde esa perspectiva renacentista una historia real que sucede en el Portugal del siglo XIV, que es la famosísima historia, real y al tiempo leyenda, de Inés de Castro, amante del infante de Portugal y asesinada por su padre en aras del bien común, un crimen político, vaya, y desenterrada y coronada cadáver como gran venganza del infante de Portugal cuando llega a ser rey.

Una tragedia amorosa que esconde en el fondo un crimen de Estado.

-Claro, estamos ante una de las historias más famosas de toda la épica ibérica. Se ha contado de todas las maneras, se han escrito novelas, se han hecho series televisivas, películas, óperas, teatro, es un mito que ha apasionado en casi todas las épocas, y sobre todo a partir del romanticismo, claro, es una historia que volvió loca a los románticos. Cada época la mira de una manera distinta, pero al final quizá la idea que ha prevalecido normalmente ha sido esa perspectiva romántica de ese intento de Romeo y Julieta español-portugués; es quizá la imagen que más se ha visto en películas. Sin embargo, esta perspectiva, esta visión del XVI tiene más que ver con la imagen política; por el propio contexto histórico que se está viviendo en ese momento, lo que está haciendo Bermúdez es una crítica al mal poder político: al gobernante que no es capaz de ostentar el poder que le toca, y al gobernante que se excede en la ostentación del poder y se convierte en un tirano. Y al final eso genera una perspectiva que tiene mucho sentido en el día de hoy. Porque no tiene sentido montar textos antiguos si no tienen algo que contarnos hoy que tenga que ver con nosotros mismos. Y en este caso, con la distancia que da el tiempo, nos permite vernos reflejados desde otra imagen más introspectiva, más interesante que la pura crítica actual.

¿Y qué mirada le da a este texto, al llevarlo a las tablas, que hace que nos resulte interesante hoy?

-Pues tiene que ver con el poner en primer plano esa perspectiva que tiene que ver con nosotros, que nos analiza como personas desde una política muy cercana. No se puede entender este espectáculo si no es dentro de una dinámica de compañía que llevamos desarrollando desde hace exactamente 20 años, los cumplimos este mes de julio, que es este trabajo sobre la parte menos transitada del teatro clásico: el medievo y el Renacimiento. Tenemos un Siglo de Oro, un Barroco tan descomunal, que parece que nunca hay tiempo para acercarse hacia lo anterior, y es material apasionante que tiene valor en sí mismo, no solo como escalón hacia el Siglo de Oro, y que nos permite cuestionarnos desde parámetros muchos más cercanos, mucho más humanos, más primitivos, y con los que es más fácil identificarse.

Resulta casi mágico reconocerse en textos con tantos siglos de antigüedad.

-Sí, esa capacidad de reconocerte en algo que es distante me parece apasionante. No veo el diálogo con lo clásico como un trabajo de carácter arqueológico, pero sí es importante hacer un trabajo arqueológico para luego traerlo a la contemporaneidad. Yo soy muy poco mística, pero al mismo tiempo creo que hay cosas que no se pueden explicar con lo racional. Ahora mismo hablo contigo caminando pegada a la pared, por la sombrita, en la plaza de Amagro, este enclave maravilloso del XVI. Evidentemente, no es lo mismo lo que una siente y puede transmitir como artista con este entorno alrededor que si estoy hablando contigo desde la Gran Vía de Madrid. Yo creo que somos lo que hemos sido y a partir de ahí es buena idea analizar lo que somos y, sobre todo, qué queremos ser.

El 20º cumpleaños de Nao d’amores llega en pandemia...

-Sí, este mes es el aniversario. En julio de 2001 estábamos estrenando el primer espectáculo. Pero estamos guardando las celebraciones hasta que pase esta pandemia, porque un cumpleaños en condiciones con mascarilla no se puede hacer.

¿Y cómo está siendo este año profesionalmente hablando?

-Estamos ahora mismo hasta arriba de trabajo. Hay que tener en cuenta que España ha sido el único país de Europa que ha mantenido la programación este año con los teatros abiertos, con todas las dificultades que eso supone, de organización de trabajo, de cuidados, de prevención constante. Eso ha sido muy duro. Luego, ha habido que rehacer todos los calendarios de fechas comprometidas, y eso nos ha puesto patas arriba a todos los teatros y todas las compañías; ha supuesto que unos proyectos se pisen con otros, con lo cual está todo el mundo haciendo sustituciones en los elencos para poder cumplir con los compromisos generados, y eso supone un doble trabajo. Es todo mucho más difícil. En cuanto a cantidad de trabajo y a calidad.

¿Y en cuanto a público? ¿Percibe esas ganas renovadas de cultura y de teatro en vivo tras el confinamiento?

-A ver, yo creo que todavía es difícil de medir. Porque hemos tenido muy buena respuesta, unos aplausos súper calurosos, pero hay que tener en cuenta que estamos trabajando todavía con aforos incompletos. Entonces, los índices de ocupación son muy buenos, y está esa sensación de qué ganas tiene la gente de teatro, pero siempre en relación a las reducciones de aforo; hay que esperar a ver qué pasa cuando estemos otra vez al cien por cien. Lo que sí veo es que desde el principio el público se ha creído esto de que la cultura es segura, lema que nos copian en Europa para reabrir los teatros, y ha ido con bastante comodidad y sabiendo que parecía mucho más fácil contagiarse en el metro que contagiarse en un teatro. Eso nos ha salvado a todos: a los profesionales, que hemos podido comer durante este tiempo, y al público, a la sociedad, que le ha dado una vía de escape ante la situación tremenda que vivíamos, y que veníamos de vivir, porque veníamos del confinamiento total. Y por mucho que se diga nos han salvado los streamings, yo soy de las que piensa que la piel, el cuerpo a cuerpo, es lo que deben ser las artes escénicas, y todo lo demás son sucedáneos que pueden servir para apoyar ciertas cosas puntuales, pero bajo ningún concepto se puede sustituir ese cuerpo a cuerpo.

Siendo una compañía que apuesta por un trabajo de investigación, de documentación, profundo, lento y riguroso, ¿cómo se logra permanecer 20 años en un panorama en el que cada vez más se equipara la cultura al ocio ligero?

-Sí. Yo creo que nosotros somos la demostración de que los cálculos de marketing y de estudios de mercado no siempre aciertan. Primero, lo que hay que hacer es confiar a muerte en el teatro que uno quiere hacer; en este caso nosotros hemos tenido la idea de la coherencia y el rigor, y solo se puede conseguir de una manera, que es con la obsesión absoluta y la dedicación y el compromiso constantes. No se puede dejar un día. Esto es un proyecto de vida. Y yo he tenido suerte de convencer a un montón de gente, un núcleo duro de personas que llevamos casi todos veinte años y que estamos dando nuestra existencia por una idea de la cultura y aquello de que somos importantes y que si hay algo que hacer en la vida es aportar lo que puedas a la sociedad. Y nosotros los que hacemos es esto, y desde este convencimiento hemos tenido épocas mejores, épocas peores, pero es nuestro proyecto de vida. También creo que nos debemos a una labor pedagógica con respecto a la sociedad. No se puede dar por supuesto que el público quiere siempre algo fácil, que entre solo. Nuestra obligación es poner al alcance de todo el mundo este tipo de cultura y de proyectos a los que hemos tenido suerte de acceder de una manera u otra. Y aunque puedan ser tildados de alguna manera de alta cultura, son absolutamente asequibles, y no solo eso, son imprescindibles.

Desde luego cobran cada vez más sentido y más valor. Porque cada vez se reflexiona menos, se tiene más información superficial pero se cultiva menos el conocimiento.

-Sí, es lo último que nos queda. O nos agarramos a esta tabla de salvación, o yo no sé...

El de Nao d’amores es un trabajo en equipo, en comunidad.

-Absolutamente. De hecho hasta los propios procesos creativos los hacemos encerrados en Segovia. Durante un año más o menos el equipo artístico está haciendo esa labor de investigación, de documentación, de recuperación de materiales, y luego nos encerramos ya con todo el elenco un par de meses, dejando en casa familias, hijos, mujeres, amigos y todo lo que haga falta para que lo único importante del universo sea trabajar sobre el espectáculo que vamos a hacer. Nao d’amores es una compañía, por supuesto, con esa idea que se tiene en este país de empresa, no nos queda más remedio y somos una empresa teatral, pero antes que nada somos un equipo artístico estable que comparte una manera de entender el teatro y por tanto de entender la vida. Y eso se ve muy bien sobre las tablas. Realmente yo soy una gran coordinadora de aportaciones de aquí y de allá que configuran un espectáculo que se mueve dentro de esta idea de la unidad de las artes renacentistas, que tanto se echa de menos muchas veces.

Entre el reparto con el que llega a Olite Nise, la tragedia de Inés de Castro

-Lo primero que digo siempre es que es muy difícil encontrar un elenco de primera división dispuesto a comprometerse con un proyecto así, que no lleva tu nombre en el cartel en grande con letras espectaculares, en esta era del actor-estrella. Aquí lo maravilloso es que tenemos un elenco actoral con unos nombres que cuando entras a mirarlos con detalle te das cuenta de que son actores de lo más importante que hay ahora mismo en el panorama nacional, pero están trabajando al servicio de un proyecto común por encima de todo. En ese sentido, tenemos a gente clave como José Luis Alcobendas, y Natalia es un ejemplo de primerísima actriz, que además está haciendo un esfuerzo bestial para poder mantenerse en este espectáculo. Porque estrenamos en enero de 2020, con lo cual por medio ha pasado todo el montaje del CDN de Alfredo Sanzol, que ha sido todo un éxito y en el que Natalia ha estado metida hasta arriba. Y de hecho ahora Nise... llega a Olite con Natalia, con el elenco original, pero las funciones que hemos estado haciendo entre semana en Almagro las hemos hecho con otra actriz, Irene Serrano, también maravillosa, pero Natalia se ha empeñado a pesar de todo en seguir, seguir y seguir, porque es un personaje además muy goloso para una actriz tan absolutamente amante del teatro clásico como es Natalia Huarte. Es una fiera de la escena.

¿Con qué otros proyectos anda Nao d’amores?

-Estamos empezando a preparar un nuevo espectáculo. Después de estrenar uno este verano, un trabajo de contemporáneo, porque viene muy bien depurarse de vez en cuando, sobre El retablillo de Don Cristóbal, de Lorca, justo estamos ahora a muerte porque estrenamos en otoño una coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico: la Numancia de Cervantes. O sea, palabras mayores.