Hijo de Pedro Peña Fernández, nieto de María Fernández Granados y sobrino de Juan Peña 'El Lebrijano', David Peña Dorantes, conocido como Dorantes, se abrió un hueco en el mundo de la música gracias a sus indiscutibles cualidades personales.

Sus orígenes se remontan a la casa de su abuela paterna 'La Perrata', lugar donde se hallaba un piano con el que descubrió su pasión por dicho órgano. Fue en el año 1998 cuando ganó su primer disco, Orobroy, una novedad que cautivó al público y se convirtió en el trampolín a la fama. Desde entonces, son muchos los éxitos que acarrea a sus espaldas, así como las múltiples celebridades con las que ha compartido escenario.

Este mes, en concreto mañana, viernes 30 de julio, Pamplona está de enhorabuena, dado que el artista andaluz tiene una cita en Baluarte con motivo de su último disco, Identidad, todo un viaje al mundo de las emociones. Dorantes formará parte del Festival Pamplona Clásica Plus, un acontecimiento, entre los días 28 de julio y 1 de agosto, que agrupa a los mejores artistas de la escena internacional del momento.

Viniendo de una familia de músicos y llevando el flamenco prácticamente en las venas, ¿cómo fueron los primeros pasos en el mundo de la música?

-La primera zancada ni me acuerdo. Fue algo muy fluido. A los cinco años fui a la casa de mi abuela y puse las manos sobre un piano de pared. Supongo que el hecho de haber estado constantemente rodeado de música por todas partes tuvo bastante que ver también.

¿Cuál fue el momento clave para el arranque profesional?

-Quizás, el episodio en el que abandoné mi cuarto de 2x2, en el que me pegaba horas y horas estudiando. Si mal no recuerdo, fue en el año 1996 cuando me lancé a presentar el espectáculo Ventanales. Es entonces cuando deje de ser un estudiante para pasar a ser el músico del escenario.

En ocasiones has reconocido que en tu formación te has visto obligado a inventar técnica y recursos propios. ¿Cómo se plantea este reto?

-Sin duda, teniendo como meta principal la música flamenca. Es verdad que soy una persona autodidacta, ya que no existen escuelas de piano flamenco. Me marcaba determinados timbres y sonidos a los que tenía que llegar. Para ello, buscaba fórmulas que se asemejaban a mi concepto del flamenco. En resumen, intentaba ajustarme al lenguaje propio que albergaba el flamenco.

Tu estilo musical brilla por la simbiosis perfecta entre el jazz y el flamenco en un único órgano. ¿Cuál es el secreto de esta combinación de estilos tan dispares?

-Realmente, todo queda al servicio de la expresión. Lo primordial es escuchar música de todo tipo. Por ejemplo, a pesar de que el flamenco es parte de mi, la música clásica es mi segunda lengua, puesto que se analizarla y la entiendo a la perfección. Todos esos recursos se me acaban impregnando en la piel. A la hora de crear, siempre dejo que las cosas fluyan. De lo contrario, sería un artista artificial.

Haciendo un barrido por tu andadura profesional, no solo has tenido presencia en los mejores festivales, sino que también has compartido escenario con rostros célebres y son muchos los artistas que han interpretado tus temas. ¿Cómo se lleva el hecho de codearse con los más grandes?

-Se lleva muy bien, para que mentir. Los considero auténticos maestros de los que aprendo día tras día. Realmente, el juntarte con grandes, te acaba haciendo aun más grande. Se te pegan cosas y eso favorece mi enfoque musical. Desde cómo respirar, hasta cómo sentir la música. Te enriquece y te aporta gramática a tu lenguaje musical.

Considerando el elenco de discos que has lanzado desde el año 1998, ¿cómo ha ido perfilándose tu técnica a la hora de componer, interpretar y, en definitiva, hacer música?

-Evidentemente, la escala de valores va cambiando. Al principio, aspiraba a tocar en el Festival de Jazz de Montreal (Canadá). Lo conseguí, pero mis prioridades iban siendo otras. A día de hoy, intento ser mejor músico y tener la creatividad siempre presente. Esto es, mantener la llama de la música viva y ser como un niño pequeño a la hora de descubrir nuevos horizontes. No se trata de correr, el camino es muy amplio y hay que disfrutarlo.

Con vistas a tu actuación en el Festival Pamplona Clásica Plus, mañana tienes una cita con tu público en Baluarte. No obstante, no es tu primera vez en un escenario de la capital navarra. ¿Qué recuerdos inundan tu mente al hablar de Pamplona? ¿Cómo fue la acogida del flamenco por los pamploneses y pamplonesas?

-El maestro Sabicas tiene mucho que ver. Es el Mozart del flamenco y su papel a la hora de impregnar este arte en la ciudad fue clave. Además, el público pamplonés es muy respetuoso y siempre escucha hasta el último armónico. Los espectadores sienten la música y es muy fácil establecer un vínculo entre ambas partes.

En esta ocasión presentas tu séptimo y último trabajo de creación propia, 'Identidad'. ¿Qué novedades puedes adelantar?

-Identidad, realmente, nace como una conciencia sobre la mesa acerca de cómo me ha tallado la vida y cómo lo sigue haciendo a día de hoy. Es una biografía que parte de mis raíces y aquellos momentos que me han marcado. De alguna manera, intento reflejar la identidad de mi vida personal. Esto es, los entresijos que guardamos los seres humanos dentro de nosotros mismos. De ahí, el título del disco.

¿Qué sensaciones se persigue proyectar en el espectador?

-Sobre todo, la sensibilidad. Deseo que cierren los ojos y que naveguen a través de los sonidos. El espectáculo es muy variado y se trata de que los asistentes pasen por diferentes paisajes sonoros a nivel de sentimiento.

Un río de notas que teletransporta al público al mundo de las emociones. ¿Cuál ha sido la fuente de inspiración para sacar adelante 'Identidad'?

-Toda mi vida. En especial, las tardes en Lebrija, un pequeño pueblo andaluz situado a 60 kilómetros de Sevilla. Estaba apartado de toda la población. En esa época, recuerdo una hazaña en la que un día, a escondidas de mis padres, cogí la bicicleta y me introduje en una zona prohibida en mitad del campo. Cada día, avanzaba un poco más. De manera que, árbol que alcanzaba, árbol que marcaba. Esa sensación de descubrir cosas nuevas me fascinaba y, en definitiva, es la que me provoca la música cada vez que exploro nuevos registros.

El Festival Pamplona Clásica Plus destaca por ser un encuentro abierto a todo tipo de públicos y sin etiquetas. ¿Estos valores congenian con los tuyos?

-Absolutamente. La creatividad tiene que ser algo libre. No tiene que haber cadenas y nadie debe configurar el camino que hemos de seguir. Lo primordial es huir de las etiquetas y confiar en la intuición.