Era marzo de 2013. “Lo que hay que hacer es no morirse, esa es una faena muy gorda”. Zuloa inauguraba una exposición con dibujos de Nestor Basterretxea y el artista de Bermeo desplegaba una vez más no solo su genio sino también su sentido del humor. Un año después, la persona quedaba en silencio, mientras la presencia del creador seguía vigente. De hecho, su trayectoria sigue sorprendiendo, como con lo ocurrido no hace mucho tras reaparecer la réplica de la escultura Araba en pleno monte tras dos décadas desaparecida.

Por mucho que se escriba, es imposible intentar resumir toda una vida artística como la de Basterretxea. Sucede lo mismo con las retrospectivas. Pero el ejercicio que hace ahora el Centro de Exposiciones Fundación Vital es ambicioso en este sentido, porque propone al visitante un viaje por todas las facetas creativas del autor, desde la escultura hasta la cartelería pasando por la obra pública o el diseño industrial. Aún con todo, su hijo Gorka Basterretxea, encargado además de comisariar esta muestra, lo tiene claro: “él era un dibujante; todo partía siempre del dibujo, cada cosa que hacía y de hecho, yo le recuerdo siempre sobre la mesa, con el lápiz y el papel”.

Ha sido necesario más de un año de trabajo intenso para dar forma a una exposición que se nutre de fondos particulares pero también de las colecciones del Museo de Bellas Artes de Bilbao, del Museo San Telmo, de la Fundación Vital y de lo que atesora la propia familia. Es decir, algo más de 300 piezas, algunas de ellas inéditas, que componen esta amplia visión de las distintas caras de un mismo hacedor. “La verdad es que no es nada fácil resumir todo lo que hizo”, dice con una sonrisa su hijo tras poner en pie este trabajo.

La muestra, que podrá visitarse hasta el próximo 8 de diciembre en céntrico espacio, tiene como eje “vertebrador” dos elementos fundamentales en el proceso creativo de Basterretxea: el dibujo y las “versiones”. El primero era el modo en que plasmaba todas sus ideas, borradores que luego se traducían en distintas piezas. Las segundas son revisiones de obras años después de su creación, de manera que una escultura de los años 70 podía acabar convertida tres décadas más tarde en un collage o en un proyecto arquitectónico. A partir de ahí, todo se hila también con la palabra del propio autor, frases que se recogen a lo largo de una muestra que también tiene una referencia exterior, una escultura colocada en plena plaza de los Fueros, es decir, en el espacio creado por el arquitecto Luis Peña Ganchegui y el artista Eduardo Chillida.

Por cierto, otra curiosidad, también aquí está la pieza original de la escultura Araba, esa cuya réplica se colocó en su momento en pleno monte Aratz y que estuvo perdida durante más de 20 años. Como ya publicó este periódico, la pieza se quedará en Araia, primero en un emplazamiento provisional cerca del frontón, para luego quedar ubicada en la calle Santsaerreka, justo en un cruce a la entrada a la localidad alavesa, aunque en este espacio se tienen que llevar a cabo una serie de trabajos de mejora y acondicionamiento del lugar.

Asumiendo que no hay posibilidad de abarcarlo todo, la exposición propone una revisión de 60 años de creación a través de una muestra repartida en tres grandes zonas. Un viaje de lo figurativo a lo abstracto, del plano al espacio y de lo imaginado a lo sagrado.

El camino se inicia con las obras agrupadas en torno a Lo sagrado, encontrándose aquí, por ejemplo, algunas pinturas de la serie Vía Crucis, los bocetos para la cripta de la Basílica de Arantzazu, varias esculturas de la serie Cosmogónica Vasca, o algunos objetos diseñados por el artista para la iglesia de Lasarte.

El segundo bloque es De lo figurativo a los abstracto, un recorrido por su periodo de formación en el que se repasan sus primeras incursiones en el dibujo, la pintura y el muralismo. En la tercera parte, Del plano al espacio, el visitante se puede asomar a la obra pública, a las volumetrías, a los fotomontajes y el trabajo en la fotografía experimental, o al diseño industrial que también desarrolló, entre otras facetas.

Como muestra de la amplitud temporal de la exposición, la muestra incluye una fotografía de su primera obra pública (una fuente) y una maqueta de la última, una escultura que el Ayuntamiento de Baiona ha colocado este mismo año siguiendo el proyecto que en su día encargó al artista. Está previsto que se inaugure dentro de muy poco, coincidiendo con esta retrospectiva.

Escultura, fotografía, pintura, cartelería o mobiliario se reúnen en una propuesta que visitable hasta el 8 de diciembre

Unas 300 obras procedentes de particulares, el Bellas Artes de Bilbao, San Telmo, Vital y la propia familia conforman la muestra