Fecha: 16/10/2021 Navarra Arena Incidencias: Lleno, con cuatro mil personas. El público de pista estaba sentado en sillas, según normativa vigente de cuando se anunció el concierto.

egresaba Rozalén a Pamplona, plaza que siempre se le ha dado bien. Comenzó con fuerza con Este tren, el tema que abre su último disco, El árbol y el bosque, publicado en 2020. Como es habitual en sus actuaciones, junto a ella se situó la intérprete que iba traduciendo las letras al lenguaje de signos. Y a su alrededor, una excelente banda -teclados, batería, percusiones, bajo, guitarras...-ç, y un gran despliegue de luces y sonido. La albaceteña es una de las primeras figuras del pop español, trascendiendo los habitualmente estrechos límites de la canción de autor y accediendo, como sucedió en el Arena, a las grandes audiencias. Cuatro mil personas disfrutaron de su concierto; cuando se anunció, todavía estaban vigentes las restricciones sanitarias, y la organización decidió mantener las sillas en la pista en el que, previsiblemente, será el último evento con el público sentado -el sábado pasado, Robe actuó en el mismo recinto ya con él público en pie-. No obstante, la albaceteña mantiene en su propuesta algunos elementos propios del imaginario de la ya mentada canción de autor: por un lado, los mensajes de reivindicación social, que se hicieron visibles, por ejemplo, en La línea, cuya letra aborda el drama de la inmigración; por otro lado, las citas literarias y poéticas, presentes en varios cortes, como la ya citada La línea, en la que se refirió al libro Estado de exilio, de Cristina Peri Rossi (que dice que "partir es siempre partirse"), o de Miguel Hernández, de quien recitó su poema Tristes guerras como introducción de Justo -canción en la que narra la historia de su tío abuelo, fallecido en la guerra civil-.

Se puso más folki en Mar en el trigal, canción que ha grabado junto a Fetén Fetén, y regresó a sus raíces con la versión de La maza, de Silvio Rodríguez. Tras una primera parte más intensa, en la que también interpretó Aves enjauladas, dedicada a los sanitarios, o Loba, anunció que se acababan las penas y comenzaba la fiesta. Dicho y hecho: todo el público, el de pista y el de gradas, se levantó para bailar alegremente -qué ganas había, pardiez-. Ritmos latinos y mucha percusión en Que no, que no y brazos al cielo del pabellón en Vivir, todo un himno de su cancionero. Tras ella, aún hubo un amago de sentarse; falsa alarma, pues la salsera El día que yo me muera puso de nuevo a la audiencia en pie y meneando las caderas.

Esa fue la tónica general hasta el final del chou (así, con ch, como ella misma lo pronunciaba entre risas). Destacó la ranchera Amiga -en el disco la interpreta con Mon Laferte-, y el pasodoble de Me arrepiento o la cabaretera Tu nombre. Todavía hubo algún parón para deleitarse en la belleza y las melodías de Vuelves o la postrera Y busqué, con la que intentaron despedirse. Pero quedaban los bises, claro: La puerta violeta, Girasoles y El paso del tiempo, con las que la comunión entre músicos y público fue completa. Así había sido en las dos partes del concierto, la más intensa y la más fiestera.