Como heroínas y referentes. Así define la realizadora navarra Helena Bengoetxea a las protagonistas del documental Matrioskas, niñas de la guerra. Ellas son Teresa, Alicia, Araceli y Julia, cuatro mujeres que, siendo niñas, durante la guerra civil española fueron enviadas a Rusia y que tras la Segunda Guerra Mundial, emigraron a Cuba. Y si bien quedaron marcadas por este exilio y por la pérdida de su identidad y raíces que conllevó, también se convirtieron en heroínas de su propia trayectoria, llegando a vivir cuatro vidas extraordinarias. La película de Bengoetxea, que se estrena hoy en el festival Zinebi de Bilbao, rescata del olvido a estas mujeres, desconocidas en nuestro país, y retrata su resistencia y capacidad de adaptación -y, en ocasiones, también nostalgia-, en un proyecto en el que la memoria es un elemento fundamental.

El estreno de este miércoles en Zinebi -al que acudirán varias de estas niñas de la guerra- es el broche a un recorrido de más de cinco años de trabajo. Fue en 2016 cuando Helena Bengoetxea, licenciada en Periodismo, se encontraba en Cuba realizando una maestría de cine en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños, y escuchó una historia que le atrajo: en los años 60, llegó a Cuba desde la URSS un grupo de voluntarios conocidos como "hispano-soviéticos" que en su momento habían sido niñas y niños de la guerra española.

Es decir, habían formado parte de los miles de niños y niñas que en 1937 viajaron a la URSS, vía marítima y partiendo de los puertos de Santurtzi y Gijón. Fueron niños y niñas que durante recibieron buena educación, estudiando en castellano, ruso... Y que siendo adolescentes les tocó afrontar otro conflicto bélico, el de la II Guerra Mundial. "Allá la conocen como la Gran Guerra Patria y pasaron muchas penurias", apunta la realizadora navarra que cita cómo algunos de ellos formaron parte del Ejército Rojo", mientras que otros, entre ellas dos de las protagonistas, Teresa Alonso y Alicia Casanova, sufrieron el cerco de Leningrado -donde murieron de hambre más de 700.000 personas- y finalmente fueron evacuadas en 1942.

Finalizada la guerra, el gobierno soviético reagrupó a estos niños y niñas en Moscú, donde siguieron con sus vidas, estudiaron carreras universitarias... Hasta que en los años 60 muchos se embarcaron en un nuevo exilio a una Cuba en la que había triunfado la revolución y demandaba profesionales, ya que muchos cubanos habían abandonado el país. Mediante las alianzas cubano-soviéticas, 200 personas viajaron a la isla, entre las que había traductores -dominaban el ruso-, asesores militares, aviadores, ingenieros, médicos, profesores... Y cuando años más tarde, en 2016 Bengoetxea desarrollaba su investigación, encontró que en Cuba residían 13 personas que eran exiliadas directas. De entre todas ellas, decidió poner el foco en las mujeres.

Helena Bengoetxea, atrás -en el centro- junto a la cámara y el director de fotografía Iñaki Alforja, rodando con su equipo La Habana.

"El exilio fue el mismo para todos y todas, pero estamos hablando de mujeres que si no se hubieran marchado y se hubieran quedado aquí, no hubieran tenido la independencia económica y desarrollo personal y laboral que tuvieron", cuenta sobre esa "otra oportunidad que les ofreció la vida" lejos de España, sin olvidar toda la tragedia y trauma que supusieron las guerras y los exilios.

Pero es que no sin pelea, ellas desarrollaron grandes carreras profesionales: por ejemplo, Alicia era médico, experta en neumotisiología y ayudó a erradicar la tuberculosis en la isla -recibió una medalla del Ministerio de Salud-, o está el caso de Julia, ingeniera que llegó a tener un equipo de 40 hombres a su cargo y que dirigió importantes proyectos como puentes o la canalización del zoológico de la Habana. "Son referentes y aquí son auténticas desconocidas", lamenta y resalta su mentalidad en torno a temas como "su concepto de la maternidad, las relaciones de pareja y el matrimonio o qué tienen que hacer las mujeres o no". Y resume: "Estas mujeres, han sido protagonistas de la Historia, con mayúscula".

El papel de la memoria

Otro de los elementos fundamentales del filme, explica su directora y guionista, es la memoria. Por un lado están todas las vivencias y experiencias personales de estas mujeres, pero también se aborda el papel de la memoria desde el punto de vista de la nostalgia e incluso idealización: "La memoria es una construcción y desde el exilio más", opina, para recordar cómo cuando te han obligado a marcharte, "tu país y tu realidad forman parte de ese imaginario de lo que estaba cuando te fuiste". Como el propio país, o la República.

Esa idealización cayó cuando muchas regresaron a España, como Araceli, que viajó con su hija pequeña y que pese a contar con dos carreras, vio cómo no convalidaban sus títulos y se puso a trabajar en una casa de criada. Por ello muchos optaron por regresar de nuevo a Rusia, mientras que otros directamente nunca llegaron a volver. La vida de estas mujeres cambió también sustancialmente cuando en 1990 se reconoció una pensión vitalicia para niños y niñas de la guerra y se les otorgó la nacionalidad española, porque hasta entonces "no eran de ningún sitio, porque tenían pasaporte soviético, en Cuba no les dieron la nacionalidad, sino la residencia permanente...".

Rodaje pandémico

El rodaje de la producción, de carácter internacional y a cargo de Haruru Filmak, Sincro Produccion y Pyramide Production, se desarrolló entre julio de 2019 y octubre de 2020 en España, Cuba, Rusia, Ucrania y Estonia. El navarro Iñaki Alforja es el director de fotografía de un proyecto cuya grabación se vio alterada por la pandemia, ya que el confinamiento les pilló rodando en Cuba. "Fue el último rodaje de una producción extranjera allá", recuerda Bengoetxea. Tras su paso por el circuito de festivales, está previsto que la película llegue a salas comerciales, si bien antes se proyectará una versión reducida en los canales de televisión que han participado en la producción, como ETB.