Con sus vídeos en los que el absurdo se mezcla con un poquito de nostalgia, Laura Yustres, Lalachus (Madrid, 1990) ha endulzado la pandemia a mucha gente. Es una de las instagramers y tiktokers más seguidas en el ámbito del humor, que para ella es, asegura, su "gasolina".

Dice que le gusta hacer el payaso desde niña, ¿cuándo decidió compartir lo que hacía en Internet?

Siempre he estado metidísima en redes sociales, en Tuenti, esas aplicaciones que había antes. En Twitter solía poner tonterías, y a partir de 2018 empecé a hacer vídeos y por primera vez monólogos, en la Riot Comedy, un sitio donde se suben mujeres a hacer comedia por primera vez, lo hice, y desde entonces no he dejado de contarlo hasta ahora, que en la cuarentena di el pelotazo y ya me puedo dedicar a esto, y estoy encantada.

¿Ahora vive de ello?

Pues mira, sí, desde marzo, que dejé mi trabajo estable. Llevaba diez años como recepcionista, además recepcionista en una constructora de Pamplona, fíjate. Y en marzo lo dejé porque no podía compaginarlo, tenía que ir a grabaciones, a eventos, etc. Me aventuré y por ahora no me arrepiento.

El confinamiento le llevó al éxito. Estuvimos más pegados que nunca a las pantallas y también necesitados de vías de escape, de humor.

Si, fue tal cual. En cuarentena estuvimos todos pegados a las redes sociales. Y vi que lo que más me comentaban era mi día a día, cuando subía a Instagram cosas como hoy hago una croqueta, o mi rutina de maquillaje, hoy pongo esta música y bailoteamos; a la gente le empezó a molar, me decían que cuando me veían dejaban de pensar un poco en el drama y se relajaban, y eso es muy bonito.

¿Qué es el humor para Lalachus?

Es mi forma de ver la vida. Es más, siento que muchas veces me refugio más en él de lo que debería, porque hay momentos que si no sé pasarlos por un mínimo de broma, no sé gestionarlos. Voy a decir una horterada, pero es mi gasolina. Si no puedo meter humor en alguna situación, es porque estoy bastante jodida.

¿Cree que ha triunfado en parte porque en redes como TikTok o Instagram la naturalidad y espontaneidad escasean, hay mucho postureo, más mentira que verdad, más perfección que imperfección, y al final la gente conecta más con lo otro?

Tal cual. Yo creo que sí. Porque a mí me ha pasado que la gente de la que soy fan en redes son las personas de las que yo puedo decir: es que es mi amiga, con la que me podría tomar un café y hablar de cualquier cosa. Quiero pensar que está cambiando un poquito esto, pero ha habido unos años de mucho postureo, de mucha vida que no es real. Yo cuando veía en Instagram gente que estaba todo el día comiendo fuera, en restaurantes increíbles, lo ves y dices, joé, ojalá yo, pero sabes que no es verdad; sin embargo, tomarte un vermut en el bar Pepe de tu barrio, eso sí es verdad.

A Pamplona viene al ciclo 'La risa lista' con una sesión titulada 'En una vida hay muchas vidas'. ¿A qué alude esta frase?

Es una frase que lleva diciéndome mi abuela prácticamente desde que tengo uso de razón, también me la decía mi madre y también la dice en La casa de papel Tokio, que me la ha quitado, y es como, por favor, esta señora que no diga nada, que me ha jodido mi frase vital de mi familia (ríe). Sí, la dice Tokio, pero a ver, que ya la decía mi abuela (ríe). Y es cierto, cuando vas creciendo sientes que vas cerrando ciclos. De adolescente viví una vida, cuando empecé a trabajar y me mudé de casa de mis padres, otra vida; y ahora, desde la pandemia, estoy viviendo otra vida completamente diferente a las demás. Nos pasa a todos. Y me gusta saber cuándo estoy cerrando una etapa de la vida y abriendo otra.

Será entonces un monólogo en torno a esa filosofía.

Claro, hablaré de mi vida, contaré anécdotas de mi familia, cómo he llegado a tener el humor que tengo porque todo está arraigado en mi familia. Mi madre se enfada mucho cuando cuento estas cosas porque dice, ¿no podemos tener secretos en esta familia ahora ya, o qué? Y es verdad (ríe).

Dice que necesita dosis de vergüenza ajena, gente cutre que le inspire... Por suerte o por desgracia hay mucha...

Hay muchísima (ríe). Cuando veo algo que da vergüenza, yo necesito verlo hasta el final, tengo mucho aguante. Por ejemplo, a Leticia Sabater cantando, esos videoclips están llenos de esa sensación. Y a mí me gusta mucho luego comentarlo, a la gente le encanta porque dice: joé, es que es lo que yo pienso, es como que le pones voz a mis pensamientos. Es verdad que cuando te ríes de algo así no es que te rías de la persona, pero sí de lo que está haciendo y está un poco feo, pero es que al final también hacen cada cosa que, hija, por dios, cómo no vas a comentar eso.

También le inspira la nostalgia de los 90. ¿Qué reviviría de esos años?

Ay, pues lo reviviría todo menos tener que ir al instituto que me parecía horrible, porque era muy mala estudiante. Ahora mismo si me dices pasa un día en los 90, me pondría en el momento de la final de Operación Triunfo 1; reviviría esa inocencia, ese momento de instituto, de ver El diario de Patricia, sobre todo de ver tele con la familia en el salón, me flipaba eso, y ya no se hace, ahora cada uno se pone con su móvil o su tablet a ver lo que cada uno quiere; ya no te sientas en familia a ver una serie como Médico de familia o Compañeros, y eso era muy guay.

¿Cómo ve a la juventud y a los adeloescentes a través de TikTok? Por lo poco que veo da un poco de miedito lo que hay ahí, en temas de culto a la imagen, de copia de clichés y de machismo.

Sí, a mí me asusta, pero es verdad que digo: si yo hubiese tenido el TikTok a la edad que tienen el móvil ellos, pues igual todos habríamos estado un poquito así de cucú. Hoy hay tanta información para absolutamente todo que los adolescentes están resabiaos, yo recuerdo que a los 15 años me compré una Bratz, era una boba y lo máximo que hacía era estar con mis amigas, y sí hacíamos bailes, como en TikTok, pero es verdad que lo de ser sexis y estar tan adelantados, me da un poco de cosa. Lo veo todo muy superficial y no me mola nada, pero lo veo algo generacional y no me gusta criminalizar a esta generación. Aunque es verdad que los móviles han hecho un daño impresionante, hay una adicción y un culto a la imagen que asustan. Y se está empezando a ver que Internet, las redes y los móviles conllevan problemas de salud mental importantes. A mí con 31 años me pilla con más herramientas y más madurez para lidiar con ello, pero si este éxito abrumador de millones de seguidores le pilla a un chaval de 16 ó 17 años, es que se vuelve tarumba.