emos quedado en la Venta Apolo XI en Tahivilla, y hasta allí nos vamos, bien temprano, a desayunar. Zumo de ricas naranjas, el mollete con aceite y tomate, y un buen café con leche nos reconforta mientras en agradable charla esperamos al ganadero. Anoche cenamos con mis chicos jerezanos, y Kiko ya se había apuntado a visitar algunas casas con nosotros antes de que saliéramos de Navarra. Pero allí conocimos a una nueva sobrina, o aspirante a ello, Sonia, que al momento se vino arriba y se apuntó a la visita. Esto no es habitual. Porque vamos a casa de Javier Núñez, con el que hay confianza. Y ya saben eso del dicho.

El ganadero piensa como nosotros, y se adelanta a la hora para tomarse un café, lo cual me permite hacer las presentaciones de la “nueva” del grupo allí mismo, tras los saludos a todos. Sentados a una mesa de la tasca, iniciamos, ya, una charla sin apenas silencios que durará más de tres horas, donde lo primero son las preguntas de nuestro anfitrión por su Pamplona del alma. Agua, inundaciones, Covid19, situación del comercio, política y Sanfermines copan los primeros ratos de un hombre enamorado de la Vieja Iruña, orgulloso de haber estudiado allí, seis años, y de seguir yendo a verla. Mantengo la cuadrilla, y procuro no fallar a ninguna de las comidas o cenas que hacemos, dice. Y orgulloso cuenta cómo uno de sus bienes más preciados es la txapela que se otorga cada año al compañero que no falla. Por fin me la llevé en 2019 después de optar a ella más de veinte años, comenta con ojos chispeantes.

La finca que visitamos está cerca, y la mayoría del camino se hace por pistas. Marcho con Javier, y Josetxo guía al resto de tropa. Suena el teléfono y tras ello Javier me cuenta proyectos nuevos en los que están metidos. Como el de la carne de lidia que de su casa va a restaurantes. Hombre inquieto, es un total conocedor que de lo que vamos a ver no se vive, pero, a la vez, tiene bien claro cómo sacar el mayor partido a su explotación. Ves esa nueva plantación, me señala. Estoy haciendo mis propias balas de hierba a base de tres clases diferentes. Con lo caro que está el pienso y al precio que se va a poner la paja tengo que sacar nutrientes como sea. Y ya ves cómo está el campo. Y la verdad es que estamos junto a Tarifa, que suele ser zona de agua, pienso yo, pero todo está muy seco. Donde no hay regadío la tierra está muy dura, veo. Pues están pensando ya en las restricciones para el consumo, ósea que tú me dirás, dice.

Llegados al cortijo, enseguida acondiciona el vehículo, todoterreno de tres filas y salimos a la pradera. Pasamos un pequeño charco, que antes era un estanque gigante, y vemos toros a ambos lados. A la derecha unos lotes separados para otras plazas. No muchas. A la izquierda en un gran prado, una treintena de cuatreños y algunos novillos que miraremos más tarde. Porque vamos directos a por el plato fuerte del día.

Pamplona está separado en un corral amplio con zonas de arena, yerba y con agua continua. Estos animales llevan comiendo pienso hace mucho tiempo, nos cuenta. Y hablamos de los dos años sin feria, las pérdidas y los sueños de un nuevo amanecer. En el cercado hay una decena de toros, reseñados por el veedor de la Casa de Misericordia. De ellos saldrán los siete u ocho que se enviarán a los corrales del gas en la Rochapea, y una vez allí, los seis que correrán encierrillo y encierro. Los toros están ya hechos. Viéndolos tan de cerca impresiona el corridón que tiene preparado. Están bien comidos, y nos deja buen sabor de boca a todos. Es la corrida mejor preparada de todas las que te he visto, le comento. Y no solo por los pelajes, porque todos nos quedamos enamorados del burraco. Ese toro lo publiqué el 1 de enero en mis redes sociales, cuenta. Voy a ir sacando uno a uno siguiendo la escalera sanferminera. Ese fue el uno de enero, y el colorado chorreado el dos de febrero. Para el 3 de marzo pondré uno de los negros. La verdad es que tiene otro colorado hermoso, dos castaños, salpicados y negros que vemos con calma, uno a uno, dándome la oportunidad de realizar un montón de buenas fotos. Nos cuenta que ya han preguntado toreros por ella, pero que a todos contesta lo mismo: Pamplona me la he ganado yo solo, y nadie va a decir nada sobre ella, dice, dejando bien a las claras que conoce muy bien las fiestas, que tanto ha sentido y disfrutado. Y es que soy pamplonés de adopción, resuelve sincero. Y para allí creo que llevo lo mejor. Y ya les digo de antemano que viéndolos, al menos por sus hechuras, no me cabe la menor duda.

Damos una vuelta por la finca y terminamos en el cortijo, donde nos tiene preparado el aperitivo. Allí vemos la cabeza de Tinajón, premio Carriquiri al mejor toro del último serial de San Fermín que pudimos vivir. Fue su debut, y con orgullo muestra ese buen toro, que aquella tarde no fue el único. Y de ello, y otras muchas cosas seguimos en agradable charla con un hombre que recogerá el premio de ese toro, si nada se tuerce, este próximo mes de julio. No sé si se le saltarán las lágrimas, pero seguro que la emoción que sentirá será especial, máxime porque lo recogerá rodeado de amigos cumpliendo un sueño, que sabe que es efímero, y que tiene que perseverar para mantenerse por mucho tiempo en su Pamplona querida. Y si sus toros tienen dentro lo que muestran por fuera, seguro que le irá bien.

Salimos todos dando palmas. Son las dos de la tarde y empieza a llover. No lo suficiente, pero hace que no dudemos en irnos a Barbate, que lo tenemos muy cerca. Os voy a llevar a la Taberna Abelardo, una de las mejores tascas de la región para comer atún rojo de muchas maneras diferentes, les anuncio. Y comiendo ricamente repasamos entre todos la buena visita que hemos vivido. Y mis acompañantes votan por el toro burraco como el más bello. Ojalá también sea de gran nota. Lo veremos.