El miserere y otros lamentos orquestales
Director: Jordi Freixa. Joven Orquesta de Pamplona. Soprano: Cristina Sevillano. Alto: Lucía Gómez. Tenor: José Luis Sola. Bajo: Iñaki Fresán. Dirección: Jesús Echeverría. Programa: Gran Miserere de Hilarión Eslava. Programación: Ayuntamiento de Pamplona. Lugar: Sala principal del Baluarte. Fecha: 10 de abril de 2022. Público: Lleno el patio de butacas (10 euros).
a vuelta del coro de la Federación, -con voces de aluvión de otros coros-, es una buena noticia, porque la pandemia ha hecho estragos en muchas de estas agrupaciones. Así que, aún con la mascarilla, y el forzoso desentreno, es muy encomiable su esfuerzo de volver a la tradición -intermitente- del Miserere de Eslava. Y, aunque la parte coral no tuvo la rotundidad y sonoridad de otras veces -aquel de Zaragoza marcó la pauta-, la cosa se salvó, con algunos matices en piano -el Miserere-, muy bonitos. Fue fundamental la dirección de Echeverría: más bien ágil, para no cansar al coro, y con una atención a dar todas las entradas, casi paternal; hubo algún momento -el Libera me- en el que marcó todas las notas del compás. Desde luego Echeverría es un grandísimo director sinfónico-coral. Las otras dos bazas fueron, la orquesta y los solistas. La orquesta cumplió bien, algún pequeño traspiés, se compensó con el hermoso canto de clarinete, oboe, y concertino; y la rotundidad del trombón y trompeta; y el tutti, muy bien en los acompañamientos. En cuanto a los solistas, aunque recordamos a los solistas niños, levantados en volandas por Bello Portu, lo cierto es que musicalmente, no los echamos en falta, porque Cristina Sevillano y Lucía Gómez hicieron un Redde mihi precioso: equilibrado, aportando timbre limpio y luminoso la soprano, ideal para la partitura, y contrastando con el color un poco oscuro de Lucía Gómez, alto. Iñaki Fresán fraseó muy bien el libera me. Y Sola fue un verdadero lujo: esta partitura le va, y todas las partes que le tocan las cantó con fraseo y gusto admirables, del Miserere reposado, al Libera me, sentimental y bien trasmitido. En resumen, el Miserere siempre gusta. Y el público lo premia con cerrada ovación.
Violonchelo: Misael Lacasta. Dirección: Caroline Collier. Programa: Sinfonía Op. 12, nº 4 de L. Bocherini. Las Lágrimas de Jacqueline, de Offenbach. Sinfonía 44 (de luto) de Haydn. Programación: Ayuntamiento de Pamplona. Lugar: Sala de cámara del Baluarte. Fecha: 12 de abril de 2022. Público: Casi lleno (13 euros).
Recupero de mi archivo el primer concierto de la Sinfonietta -Navarra hoy, 24 de diciembre de 1991-, en el que la juventud, la energía y la ilusión por crear, flotaban en el aire. Y también la incertidumbre: no es fácil mantener una orquesta, aunque sea, económicamente, amateur. Pero han llegado hasta aquí. Un milagro, sin duda, propiciado por la juventud, la energía, y la ilusión creativa, que aún dura; y, desde luego, por su titular: la rigurosa y profesional Caroline Collier. Ya en el concierto que nos ocupa, dos sinfonías, de las que se consideran serias, aunque sin trasmitir dramatismo; y un sobrecogedor y romántico canto de violonchelo. La sinfonía nº4 de Boccherini, -poco habitual en atriles-, se escucha con placer; tras ese comienzo grave, sigue un energético allegro, que la orquesta se toma con garra y optimismo. Estas dos cualidades van a estar muy presentes en el concierto. Partiendo de una nutrida sección de violines, -que se agradece-, es la cuerda la que manda en este clasicismo arrebatador. En el segundo tiempo, se opta por un sonido muy picado; el matiz piano crea expectación. En los tramos siguientes, contrasta la calma con el fuerte súbito. Lo mismo en la luctuosa, ma non tanto, sinfonía 44 de Haydn: buen ataque, ágil y alegre el primer movimiento; hermoso sonido cuando la cuerda se serena, aunque el tempo se me hizo poco cansino; y electrizante el final, con un acento desbocado que queda muy bien. Muy romántica y emocionante la obra de Offenbach, Las Lágrimas de Jacqueline. Misael Lacasta consigue un sonido amplio, acogedor, denso, que transmite afecto y consuelo. Los graves del violonchelo son muy hermosos, y acierta en los discretos portamentos. La orquesta, con sonido quieto, acompañó muy bien. Concierto comprometido, muy aplaudido. De propina, Lascia ch'io pianga, del Rinaldo de Haendel, cantada por el magnífico oboe de J.M. Ruiz, y dedicada a las víctimas de Ucrania.