La Comunidad Foral es parte protagonista en El Comensal, el largometraje dirigido por Ángeles González-Sinde que adapta la novela homónima de Gabriela Ybarra. La película, que se estrena este viernes 27 de mayo y que se filmó en Navarra y País Vasco, indaga en las secuelas del terrorismo de ETA en la intimidad de una familia.

"Antes no se daban las condiciones para que se pudiesen contar estas historias ya que era un momento terriblemente tenso", reflexiona González-Sinde sobre una época en la que, recuerda, "ETA tenía exceso de crudeza y realismo" ya que no dejaban de figurar en las noticias prácticamente a diario, y "a veces de manera incluso genérica". Y es que El Comensal es una historia, dice Ybarra, "que aborda el tema de ETA desde un lado más íntimo y afectivo". De esa intimidad que supone partir de su propia experiencia personal y familiar: cuando ella y su familia quedaron marcados por el asesinato de su abuelo paterno, el empresario y político Javier Ybarra, en el verano de 1977.

Ahora años después esa vivencia que primero plasmó en una novela, salta ahora a la gran pantalla y a ojos de González-Sinde, directora del filme, "es muy sano hacer películas sobre ETA, cuantas más haya, más herramientas tendremos para enfrentarnos a ello". Junto a la autora de El Comensal han convertido su relato en primera persona en un guion marcado por el duelo y los saltos temporales: cuenta la historia de una hija y su padre, que afrontan la pérdida de uno de sus progenitores en distintos tiempos. Fernando -Fernando Oyagüez- se enfrenta en 1977 al secuestro y asesinato de su padre por parte de ETA e Iciar -Susana Abaitua- en 2011 afronta el cáncer fulminante de su madre Adela -Adriana Ozores-. Y a raíz de su fallecimiento, Iciar toma conciencia de lo sucedido con su abuelo y ante la negativa de su padre -interpretado en esta etapa adulta por Ginés García Millán- de hablar del asunto, busca sacar a la luz la memoria familiar, logrando un reencuentro padre e hija en una nueva forma de mirar al pasado para vivir el futuro.

Luchar por reconstruirse

Se trata de un filme, a ojos de Gabriela Ybarra, que si bien recoge "un drama familiar" y cuenta "cosas duras", es "una historia esperanzadora, con "unos personajes que tienen ganas de seguir adelante y de seguir viviendo". De hecho, precisamente eso es lo que le atrajo en un primer momento a González-Sinde, quien con este proyecto vuelve a la dirección tras catorce años alejada de las cámaras: "Es una película de gente que lucha por reconstruirse y que lo consigue. De una familia que se redescubre de otra manera".

Así lo ve una de sus protagonistas, la actriz Susana Abaitua, quien asegura que la primera vez que leyó el guion -hace casi cinco años, antes incluso de formar parte del proyecto de Patria-, se emocionó muchísimo: "Nunca había leído nada acerca del conflicto, pero esta historia habla también de la familia y de cómo se gestiona el duelo. Me emocionó mucho ese viaje emocional".

Ella es la encargada de dar vida a Iciar, "una chica joven que al fallecer su madre por cáncer comienza a observar unos comportamientos extraños en su padre". Esta muerte detonará un acercamiento marcado por "los silencios y lo no dicho", que llevará a Iciar a reconstruir el secuestro de su abuelo cuarenta años atrás y a intentar entender "el duelo congelado" que atraviesa su padre. Porque como recuerda González-Sinde, "en los años 70 no había un ambiente propicio para que se compartiese públicamente y socialmente el dolor y desconcierto de una familia por haber vivido un secuestro". De ahí que cuando este hombre sufre una segunda pérdida en su vida, en este caso la de su mujer, "se reabre todo" y su hija percibe que detrás de esos silencios, "hay algo que a ella le impide integrar bien la muerte de su madre, como una mochila que carga sin haberla elegido y que debe reordenar".

Una película navarrizada

En la novela original, la protagonista vive en Nueva York y es ahí adonde su madre viaja para tratarse de su enfermedad, pero de cara al rodaje, la pandemia truncó las posibilidades de un producción internacional. Fue ahí cuando, planteada la opción de rodar en Navarra, González-Sinde propuso ir más allá y adaptar la historia a la propia comunidad: "Si hay una ciudad española donde es creíble que una persona vaya a tratarse una enfermedad porque tiene buenas clínicas, es Pamplona. Y también tiene universidades buenas donde la gente puede estudiar. Todo encajaba de manera natural", defiende la ex ministra de Cultura, para destacar que, además, rodar en Pamplona te hace las cosas muy fáciles: "Te permite estar concentrada, hacer mucho en un día porque no pierdes tiempo en desplazamientos, la gente es muy amable...".

De ahí que en la gran pantalla, el espectador encontrará "muchos espacios reconocibles" como son la UPNA, la parroquia de San Lorenzo, pero también otros puntos de la Comunidad Foral, como el puerto de Belate y sus bosques. Estos últimos de hecho, destaca la directora y guionista, llegan a convertirse en un personaje más de la película: "Para mí los bosques eran muy importantes, tienen siempre ese mito del misterio donde ocurren cosas ocultas... Y en un bosque de Navarra, ruedes donde ruedes, va a quedar bonito", resume la actual presidenta del Real Patronato del Museo Reina Sofía.

El origen, en 2016

La novela El Comensal se publicó en 2015 y, tras conseguir reconocimientos como el Premio Euskadi, tan sólo un año después se planteó la opción de llevarla a la gran pantalla, impulsada por el interés de Isabel Delclaux, productora del largometraje. Ahora, casi seis años después, el proyecto afronta este viernes su estreno en salas comerciales y el motor vital de la historia, la propia Gabriela Ybarra, reconoce estar ilusionada: "Es emocionante, pero también un poco extraño. Mientras veo la película a veces veo conexión con mi vida, otras se me olvida... Pero es inevitable que sea emocionante".

Acerca de cómo ha sido la reacción de su familia al largometraje, explica que cada familiar "lo ha acogido a su manera" y hay personas que han querido verla, mientras que otras "la verán más adelante". Porque, reflexiona, "hay veces que a ti no te apetece en ese momento exponerte y necesitas desconectar".

Y desde "el amor y el respeto" hacia esa familia que hay detrás del filme, su intérprete Susana Abaitua espera que el espectador se acerque a las salas para disfrutar: "No van a sufrir en exceso, aunque está basada en hechos reales... Pero está contado de una manera muy generosa y desde la distancia, no pretende ahondar en el dolor".