- La última novela de Germán Sánchez Espeso, publicada por la editorial Pamiela, se presentó ayer en la Librería Ménades. Niñez, dulce veneno. Todo lo que a nadie le interesa saber sobre la vida de un necio es un viaje a la Pamplona de la posguerra a través de la mirada de un niño, una obra que mezcla humor y acontecimientos históricos importantes de los años 40 y los comparte a través de anécdotas personales.

Como explicó Sánchez, el libro es “la imagen del niño universal que llevamos dentro y con el que morimos”. La novela, que “no es un libro de memorias al uso”, descubre un trozo de la historia del mundo a través de anécdotas personales e historias que reflejan “lo que era la ciudad y el entorno” en la época en la que Sánchez era un niño. El autor afirmó que había sido “un niño inconforme” en una sociedad en la que la única forma de serlo era ser un “desastre” con las convenciones sociales más sencillas como el aspecto físico: “Si mi madre me peinaba, al minuto estaba despeinado o desabrochado”.

Sánchez vivió una época “incómoda” en la que el miedo estaba presente en cada esquina de Pamplona, una ciudad llena de “horror”, de la que quiso huir uniéndose a los Jesuitas, que formaba parte de un mundo cerrado en el que solo existían el deporte, la religión y el cine.

Esto último supuso “una ventana sorprendente” para Sánchez, que fue “curioso en el mundo de las artes” e intentó dedicarse al mundo cinematográfico. Vio frustrado su objetivo cuando, en lugar de ir a estudiar cine a Italia, le mandaron dos años al colegio interno de Tudela a dar clases. “Y cuando se cerró esa puerta empecé a ser novelista: esos son mis comienzos literarios, muy ligados a la historia cinematográfica”, relató.

La ciudad ha ido cambiando durante los años, pero para Sánchez, que dejó Pamplona a los 17 años, “todo quedó muy grabado y no se han ido superponiendo otras ciudades, otros recuerdos, otras personas”. Para él siempre se ha “preservado la primera Pamplona” gracias a los recuerdos “concretos y exactos” que todavía conserva y plasma en su libro.

Y para ello Sánchez juega el papel de testigo, a través de cuyos recuerdos se muestra la realidad de la época en su ciudad natal y en el mundo que le rodeaba. Por ello, los hechos que relata tienen un trasfondo histórico. “Es un libro en el que detrás de cada anécdota hay un suceso trascendental para la historia”, afirmó.

Pero no por ello deja de ser una novela literaria, como destacó, “que maneja técnicas literarias para utilizar al lector, porque el lector quiere que le engañen y le manejen para no aburrirse”. Para eso Sánchez emplea los recursos del humor y del drama con un tono de “distancia, respeto y cariño, pero también de verdad” y teje una narrativa de cuentos hilados para formar un todo.

“Es un libro para divertirse, sentir y reír, pero la fuerza de la novela está en que todo es verdad”, afirmó el escritor. Muestra la realidad que vivió en su infancia, una realidad “obscena y terrorífica” en la que se escondían muchas cosas. Los presos esposados desfilaban por la plaza, los niños jugaban con revólveres y una palabra podía traer 20 años de cárcel. “Una época enormemente interesante y cruel que todavía olía a sangre, en la que había un maridaje morboso entre Iglesia y Estado en el cual se sometían cuerpos y almas a una total devastación”, describió.

“Es un libro para divertirse, sentir y reír, pero la fuerza de la novela está en que todo es verdad”

Escritor de ‘Niñez, dulce veneno’