Hace más de 25 años, la cueva de Abauntz, cerca de Arraitz-Orkin (valle de la Ultzama), fue el centro del mundo. La arqueóloga Pilar Utrilla, junto con otros investigadores de la Universidad de Zaragoza, descubrió de entre las piedras tres grabados tan extraordinarios que no podían ser solo dibujos prehistóricos. Tardaron en saberlo, pero aquellos trazos, de todo menos arbitrarios, formaban el mapa más antiguo de Europa occidental y se había hecho hace aproximadamente 13.600 años.

Ahora, los investigadores navarros Mikel Arlegi y Andion Arteaga han liderado la vuelta de los trabajos a la cueva madre de Navarra, un prodigio de yacimiento no solo por su buen estado de conservación o su “potencial arqueo-paleontológico”, con muchas zonas todavía por excavar, sino por una horquilla temporal amplísima.

Allí acamparon grupos de neandertales antes de que el lugar fuera apostadero de caza durante el Paleolítico Superior, cámara funeraria después y hasta escondite de tesorillos en época romana, ya en el siglo cuarto después de Cristo.

El equipo de Arlegi y Arteaga, investigadores del Institut Catalá de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES) de Tarragona, se ha centrado en el denominado nivel h, localizado por primera vez en 1994. Corresponde a hace más de 45.000 años. Allí hay restos de osos de las cavernas, cérvidos, cabras y herramientas musterienses propias de la cultura de los neandertales, que ocuparon este espacio antes de ser reemplazados por el homo sapiens. “Ahora mismo, es el único yacimiento navarro con ocupación de época neandertal en estratigrafía en una cueva”, subraya Arteaga.

Es algo importante, porque los lugares al aire libre son, generalmente, difíciles de contextualizar. Y los yacimientos de cronología neandertal no son tan abundantes. Abauntz permite reconstruir con mucha más fidelidad modos de vida, comprender cómo se relacionaban y cómo vivían los que precedieron a los humanos modernos sobre el terreno en el que hoy vivimos.

Nuevos hallazgos

Los arqueólogos han investigado diez días en la cueva, aunque estuvieron preparando los trabajos sobre el terreno desde una semana antes. Volver a una cueva que no se excava desde hace casi 30 años es complicado y lo más importante es asentar bien el terreno antes de empezar.

“El objetivo principal de esta primera campaña ha sido recuperar la superficie original de excavación de los años 90 y ampliarla”, especifican los arqueólogos. De allí han recuperado nuevos materiales, como restos de oso de las cavernas o un diente de leopardo.

“Las primeras campañas son siempre complicadas, pero nos vamos muy contentos con los resultados. Este trabajo nos ha servido para comprender en detalle el trabajo previo y los objetivos se han cumplido con creces”, resumen Arteaga y Arlegi, que creen que una de las primeras conclusiones es que “todavía queda mucho por explorar en la cueva de Abauntz”.

Estos días, los investigadores examinan con detalle los restos recuperados en esta campaña, algunos de niveles que eran a priori estériles. Es un trabajo minucioso y “necesario” para poder acometer la ampliación del nivel h con garantías.

Intervenir “a largo plazo”

“Tenemos un año para estudiar los materiales”, precisan, y después realizarán un informe para el Gobierno de Navarra, que ha apoyado la investigación junto con el Concejo de Arraitz-Orkin, el Ayuntamiento de Ultzama y el IPHES. A partir de ahora es el momento de dar continuidad a “una intervención a largo plazo”, con la renovación de permisos de excavación y presupuestos. “Esta campaña nos ha permitido recuperar restos que, en un futuro, nos ayudarán a comprender mejor esta época en territorio navarro”, concluyen.