Coger el autobús o pasear por la calle. Es lo que nos presenta Alessandra García en esta producción que funciona como una radiografía del ciudadano de barrio humilde. Aunque, ante todo, esta obra es “risa y pensamiento”.

‘Mujer en cinta de correr con fondo negro’. Ya el título de la obra nos está contando muchas cosas. Para empezar, nos habla de una mujer. ¿Quién es? 

–Es una mujer de barrio, una mujer que viene de una familia humilde, una mujer empoderada en sus carencias y, sobre todo, una mujer que trabaja un teatro contemporáneo.

¿Esta mujer es Alessandra García? ¿Es esta una obra de autoficción? 

–Hombre, claro (ríe). Sí, así es. Parte de lo que yo soy y de mi biografía. La idea surgió porque yo sentía que no conseguía salir de Málaga y de la necesidad de no hacer teatro solo en mi ciudad. Nació en un momento en el que me sentía totalmente humillada y anímicamente muy mal. Fue entonces cuando decidí que tenía que hacer una obra de teatro que me empoderara y que, sobre todo, hablara desde la honestidad y desde mis carencias, que a través de este proyecto se convierten en virtudes. 

Pero el personaje también parece llevar consigo a muchas otras mujeres. 

–Absolutamente. Conmigo vienen las mujeres de mi familia, las del barrio en el que nací, y otras que no quiero ser, pero a las que amo y considero las musas de la obra. La obra en realidad habla de una antiheroína, pero una antiheroína muy empoderada.

¿Y qué me dice de la cinta de correr? 

–La obra es un texto contemporáneo, no tiene una línea aristotélica clásica, sino que se plantea como un viaje. Los textos están muy separados y los hemos unido con la escenografía. Hay cuatro elementos con los que el personaje lidia continuamente. Ella quiere salir de ese espacio, pero no puede, y la cinta de correr representa esa sensación que yo tenía, y es que iba caminando, caminando, caminando, pero no llegaba a ningún sitio. Yo creía que me iba haciendo fuerte, que avanzaba en mi trayectoria profesional, pero en realidad no lo hacía.

Esta obra le ha dado, precisamente, eso que ansiaba, ser reconocida fuera de Málaga, logrando el Premio Max al Mejor espectáculo revelación de 2022.

–En la vida se me hubiera ocurrido pensar que la obra iba a terminar así. Mi primera preocupación máxima era que me gustara a mí. Cuando trabajo como intérprete para otros, no me puedo plantear estas cosas, pero cuando la creadora soy yo, tengo que apasionarme por el proyecto y debo ser la primera que quiera sentarme en la butaca para verla y flipar. Esa era mi prioridad. Luego, por supuesto, quería que le gustara al público, hacia el que tengo un respeto absoluto, casi divino. Y lo que ha pasado ha sido una barbaridad y en gran medida es porque, aunque yo estoy sola en el escenario, tengo un equipo maravilloso. Invencible (ríe).

¿Qué nos va enseñando del barrio?

–Se enseña lo que habitualmente no se muestra. Lo invisible, lo cotidiano, lo mundano, lo repetido. Como subirse en el autobús, pasear, ver gente por las calles... Es algo tan del día a día que se convierte en algo que no valoramos en sí mismo, en algo que damos por supuesto, y que, sin embargo, para mí es lo importante. Yo no soy una intérprete que vaya a hacer castings a Bélgica, viajo en la línea 15 de Málaga, y tampoco hablo idiomas, pero por eso mismo los hablo todos. En la obra la gente va a ver algo que le suena, pero que está mirado desde otro lado.

Aquí hay texto, gesto, movimiento corporal... ¿Estamos ante una obra de teatro, una performance... o realmente da lo mismo?

–Es una obra para teatro a la italiana. Así como acostumbro a hacer otro tipo de dispositivos escénicos junto a Violeta Niebla, en este caso mi empeño era hacer una obra de teatro como tal. Eso sí, hay mucho de performance, de monólogo, de clown. Es sobre todo risa y pensamiento.

Quizá muchas veces el humor es la mejor manera de trasladar el pensamiento. 

–Así lo creo. Es mi herramienta, la única manera en la que sé trabajar el pensamiento es a través del humor. El humor es muy necesario.  A nivel filosófico, es mucho más apetecible pensar desde el humor que hacerlo desde el drama o la tragedia. Reflexionar y criticar desde el humor es más placentero y pienso que hoy, en 2023, a una persona que se sienta en una butaca, sin su móvil, mirando durante una hora en una dirección determinada, el humor le ayuda en el viaje.

"Somos tan valiosos, importantes y necesarios que al minuto 2 de estar en el gobierno hay quienes que piensan que hay que censurarnos. Temen la crítica y la reflexión de la ciudadanía"

También es una obra social y política. El personaje tiene conciencia de clase.

–Absolutamente.

Esto no se lleva demasiado últimamente. Incluso hay parte del teatro que se aparta bastante de la realidad y se conforma con ser ocio.

–Claro. Hace poco me decían ‘¡qué guay!, vas a actuar en un castillo –en referencia al Palacio Real de Olite– viniendo de teatros muy pequeños. Y yo digo que claro que sí, que en un castillo no tienen por qué estar solo las producciones de 95.000 euros, también tienen que estar las producciones autogestionadas. Y sí, creo que la crítica tiene que estar presente. Recordemos que ya en la tragedia griega había mucho contenido político y que después la figura del bufón sirvió para contar, entre risa y risa, unas cuantas verdades sobre las injusticias que cometía el rey. A veces nos dedicamos a crear belleza y se nos olvida pinchar.

Pues ándese con cuidado porque, tal y como están las cosas, hacer teatro político le puede salir caro en forma de censura. 

–Ya, qué miedo. Nosotros ya hemos votado por correo y nos da miedo lo que pueda pasar el domingo. Pero también tenemos ganas. En estos tiempos te das cuenta de lo importante que es la cultura. Somos tan valiosos, importantes y necesarios que al minuto 2 de estar en el gobierno hay quienes que piensan que hay que censurarnos. Temen la crítica y la reflexión de la ciudadanía.

El arte, la cultura se encuentra, una vez más, ante una encrucijada. ¿Cuál debe ser su papel en estos momentos? ¿Toca agitar conciencias?

–Claro. La cultura es el alimento del cuerpo y del alma. Es ese lugar en el que puedes disfrutar a la vez que reflexionas. De pronto, al escuchar una canción, ver una película o contemplar un cuadro, te puedes dar cuenta de cosas que tu vida que no te habías planteado hasta entonces. No nos pueden quitar eso porque nos convertiríamos en ordenadores del 98, porque no damos para más (ríe).

Mejor no mentar la tecnología o, mejor dicho, la Inteligencia Artificial. ¿Cree que llegará a sustituir la creación humana?

–No, y la razón es sencilla: el ser humano tiene la necesidad de representarse y de buscar un porqué a esto tan absurdo que es nacer y morir. La cultura lo facilita. En la obra digo que yo no hago entretenimiento, yo hago cultura porque me como la cabeza para que el público piense.

¿Cómo ha sido recibida la obra allí donde la ha representado? ¿Qué le ha llegado de vuelta?

–Al principio teníamos cierto temor porque la obra es muy localista. Yo lo quise así porque al hablar de mí, habla de Málaga y hay expresiones que son únicamente de nuestra ciudad. Pero la obra se agradece tanto... Es como si hubiera una necesidad de consumir folclores y elementos autóctonos de otros lugares de este Estado español tan rico que tenemos. Por eso se ha recibido de una manera muy fresca y exótica en el sentido más bonito de la palabra.

¿Y qué comentarios ha recibido sobre el personaje?

–Pues comentarios muy bonitos. La obra es muy universal, quizá el personaje no te representa por la vestimenta y por la forma en la que habla, pero lo que dice te golpea. La gente saca sus propias conclusiones e incluso hay a quien se le escapa una lagrimilla en medio de tanta risa. 

¿Qué ha aprendido Alessandra García de esta experiencia?

–Yo aprendo muchísimo cada día. La obra es muy exigente y no me da tregua. Cuando en una función no me equivoco en una cosilla, me equivoco en otra. Es que es imposible. Mi reto en esta obra era darlo todo. Si quería salir de Málaga, tenía que hacerlo a muerte, y es lo que estoy haciendo. Por otra parte, he aprendido muchas cosas de gestión, distribución, producción; también a ponerme en valor, a pedir los cachés que merecemos... Esta obra ha sido mi lanzadera como artista personal y me ha ayudado mucho Violeta Niebla, que es la responsable de que llegáramos a los Max.

El premio seguro que fue un acicate importantísimo.

–Sin duda, pero antes lo fue la posibilidad de actuar en el circuito de teatros alternativos. Sin esas doce funciones no habríamos podido presentarnos a los Max. Y sin el premio ahora no nos iríamos a Lugano, Suiza. Es bonito ver cómo vamos haciendo el camino. Pasito a pasito.

En este Festival de Olite hay mayor presencia femenina que masculina, cosa nada habitual.

–Es que desde hace 25 años se ve el gran número de mujeres que hay en las escuelas de arte dramático, así que esto tenía que pasar. Ya tocaba. Somos muchas las mujeres creadoras y nos envalentonamos más a la hora de producir nuestros proyectos. Yo no estoy en Olite por cumplir una cuota o porque el festival quiera anotarse un tanto. Si estamos ahí es porque, cariño, nuestros proyectos son buenos.