Jessica Chastain visitó el Zinemaldia en el año 2021. En aquella edición se alzó con la Concha de Plata a Mejor actriz por una película independiente que ella misma había producido, Los ojos de Tammy Faye, papel por el que, además, logró el Óscar. Chastain ha vuelto a Donostia para presentar Memory, en la que interpreta a una madre soltera, exalcóholica, que sufrió abusos de joven y que se enamora de un hombre con principio de demencia.

¿Qué siente al volver a Donostia?

Me encanta. Generalmente, suelo llegar antes de las premiere de las películas pero, en esta ocasión, hemos estado más días. Fuimos al Guggenheim de Bilbao, al Museo Balenciaga de Getaria... Hemos paseado mucho, por la Concha, por ejemplo. Hemos visto a marionetistas en la calle, algo que no había visto en mi vida. Además he tenido la oportunidad de ver otras películas. Me encanta el público de Donostia. Recuerdo que la primera vez que llegué me quedé en shock de toda el público que me esperaba en la puerta del hotel. No hay ningún otro sitio en el que te reciban así, el Zinemaldia es un festival precioso.

¿Cómo se pasa de un papel como el de Tammy Faye, muy extrovertido, a uno tan introspectivo como el de Sílvia en ‘Memory’? 

No lo sé, realmente. Lo que más me gusta de actuar es analizar qué está pasando dentro del personaje y lo que pasa fuera. Es como el caso del pato que nada y al que nunca ves los pies. Son dos cosas contrarias que ocurren a la vez. Así construyo los papeles. Hay cosas que el personaje no quiere que sepa nadie y otras que muestra al mundo. Tammy Faye se exponía mucho al mundo para distraer a la gente de las cosas que tenía dentro. En el caso de Memory, mi personaje desea desaparecer.

¿En qué manera ‘Memory’ la conecta con sus orígenes con el cine independiente? Este tipo de papeles, con un trasfondo de abusos y alcoholismo, se solían desaconsejar a grandes estrellas. Parece que ahora los actores tienen más autonomía.

Tiene mucho que ver con lo buen cineasta que es Michel Franco. Fue mi agente el que dijo que existía la posibilidad de trabajar con él y con su productora. Me encanta estar en proyectos internacionales. Gané el Óscar y tuve muy claro que era en este tipo de proyectos donde quería estar. Esas películas más grandes, a veces, te pagan pero no te sientes tan creativa. En cambio, trabajando con Michel es como hacer teatro, cada parte de ti es necesaria para el proyecto. Es una cosa muy hermosa. Acabamos de rodar una segunda película juntos y espero que tengamos un viaje largo por delante.

¿Un actor sufre al abordar un papel como este? 

Es mucho más difícil hacer un papel que duele. No es fácil. Todo lo que este personaje experimenta, lo siento en mi cuerpo. Puede llegar a ser confuso.

¿Dejan cicatriz?

Es más hermoso que eso. Me hace sentirme aún más parte de la humanidad. No son cicatrices, todos los personajes que he interpretado son como hilos invisibles que te hacen conectar con la gente, siempre estarán conmigo. 

Parte del trabajo de campo del actor se basa en la observación. En el caso de una estrella como usted, que ya es reconocida, ¿es algo más difícil observar a la gente?

Sí, porque no eres una persona anónima. Todo depende de cómo te presentes. Hubo momentos haciendo Memory que iba por la calle y la gente no me conocía. En otros momentos, sí que se fijaban en mí. Hay que buscar formas. Por ejemplo, cuando hay paparazzis intento hablar con ellos y pedirles que, si ya tienen la foto, nos dejen trabajar. Me he dado cuenta de que cuando hablo con ellos, les pido empatía y me dejan en paz.

En este sentido, en la película también participa gente no profesional que pertenecen a grupos reales de Alcohólicos Anónimos (AA) en el que usted se integró. ¿En qué medida le ha nutrido interactuar con ellos?

La forma de filmar de Michel Franco me recuerda a la de Terence Malick. En El árbol de la vida los actores que interpretaban a mis hijos no eran actores profesionales. La relación era mucho más real y yo sentía que era su verdadera madre de la vida real. Los miembros de AA que participan en Memory tampoco eran actores profesionales y, entonces, pensaba que al llegar a una reunión del grupo iba a parecer una idiota. No quería parecer una actriz dentro de un grupo en el que todo el mundo es real. ¿Cómo abordar algo así? Me integré en el grupo y construí una relación con ellos. Claro que tienes un guion, pero construyes los personajes de forma viva.

‘Memory’ habla de la construcción de la identidad a partir del olvido. En su caso, ¿cómo fue construir su identidad como actriz y mujer?

Creo que mi identidad se basa en un concepto fluido. No me gusta pensar en un prototipo férreo de cómo soy y así es como voy a ser. Quiero permitirme ser flexible, crecer, aprender, ser abierta y creativa. Claro, tengo unas líneas que marcan mi identidad, pero me permito cambiar. Tener esa libertad me aporta tanto a mi vida como a mi trabajo, porque todo representa una oportunidad. 

Llegó a Donostia con una camiseta del sindicato de actores de Hollywood que, actualmente, se encuentra en huelga. ¿Cree que el principio de acuerdo al que han llegado los guionistas se hará extensivo a los actores?

En julio nos sentamos a negociar para intentar solucionar esta situación, pero los estudios no se sentaron a negociar. La industria y los estudios han perdido cinco billones de dólares por la huelga y están enloqueciendo. Es momento de acabar con la huelga.

¿Tiene compañeros que tienen miedo a hablar sobre la situación del sector?

Conozco a compañeros que no hablan sobre cuestiones porque tienen miedo en muchos aspectos. Temen consecuencias a raíz de la huelga, temen hablar de abusos que se dan en la industria. Yo hablo alto porque hay gente que no puede hacerlo, porque es difícil y no quieren desafiar al status quo, que nos dice que tenemos mucha suerte de hacer lo que hacemos y que desde jóvenes nos demuestra que somos reemplazables. Si alguno se enfada por lo que digo y no quieren trabajar conmigo, está bien, haré teatro o buscaré trabajar con otros directores maravillosos como Michel Franco.