¿Su novela ‘Material de construcción’ es un conjuro contra la vergüenza? ¿La vergüenza de sentir vergüenza por un padre alcohólico?

Ha sido un conjuro y ha sido más que eso. Llevo casi veinte años publicando y hasta un año antes de publicar este libro jamás había contemplado la idea de escribir esta historia. Hasta que llegó el momento. Sí, por un lado está la vergüenza que me daba hablar sobre este tema, pero por otro lado también está que la vergüenza, así como las contradicciones, son una gran cantera de historias. La vergüenza me ha servido como guía, como motor y como bastón durante todo el proceso de escritura de este libro. Y realmente sí que ha sido como un conjuro porque ha sido escribir la historia y que se desvaneciese ese sentimiento de pudor, algo que ha estado no sé si oculto pero sí ocultado durante casi 40 años. Algo acerca de lo cual he hablado con poquísima gente, al tomar forma de relato le ha quitado mucha intensidad al estrés, a la vergüenza que me generaba esta parte de mi vida. Creo que tiene sentido porque lo que nos da vergüenza es aquello que no nos atrevemos a poner en palabras. El tierra trágame, que nadie me vea, que nadie me haya visto, que nadie escuche, que nadie me mire... es como querer desaparecer. Y escribir sobre algo que te da mucha vergüenza es lo contrario, es vedme.

No se ha escrito tanto del alcoholismo como de otras formas de drogarse. ¿Lo tenemos más normalizado, lo vemos más vulgar?

No tengo muy clara la respuesta. Dices la palabra vulgar, y puede ser. Por un lado es algo vulgar, por otro lado es una costumbre que está tan esparcida y normalizada en nuestra sociedad... casi todo el mundo bebe, lo raro es no beber a partir de cierta edad. Por otro lado, cuesta mucho diferenciar entre un bebedor o una bebedora sana y un bebedor o una bebedora enfermiza, alguien que tiene una adicción o que sin llegar a tener una adicción necesita beber para hacer frente a muchos contratiempos o conflictos o pantallas que nos pone la vida. A través de este libro me ha escrito muchísima gente y me han dicho lo mismo, que nunca se habló del tema pero que su padre, su madre, su hermana, su hijo, su hija, era alcohólica, pero que estaba totalmente oculto, no se había verbalizado. Con la heroína ha pasado lo contrario, porque se ha politizado, se le ha buscado una explicación social, se ha sacado a la luz, se han creado colectivos, comunidades de padres, madres de hijas e hijos heroinómanos. Fíjate que alcohólicos anónimos es anónimo, ¿no?, hasta parece que da vergüenza ser alcohólico...

Dice que no habría escrito ‘Material de construcción’ con su padre en vida. ¿La ausencia era el único marco posible para hablar con él?

Sí. De hecho, la escritura de este libro, yo en el momento no lo supe pero fue la continuación del duelo. Mi padre había fallecido unos meses atrás, yo estaba escribiendo mi quinto libro de relatos, y sentí que me apetecía escribir acerca de mi padre. Era una cosa muy rara para mí. Un día se lo comenté a la editora, que no sabía la historia, le conté las penurias que habíamos pasado, acerca del alcoholismo de mi padre, y me dijo: pues escríbelo. A veces no necesitamos más. Algo tan sencillo como escríbelo abrió puerta, y me di el permiso para escribirlo. Efectivamente, hay una doble ausencia. Por un lado escribí el libro porque mi padre ya no estaba y es la continuación de un duelo, y escribí el libro porque mi padre fue un padre ausente. Ha sido una manera de llenar con palabras ambas ausencias.

¿Ha sido un ejercicio de memoria, de búsqueda de identidad, una terapia sanadora, algo de todo ello?

Hay una frase de Maurice Blanchot (No eres tú quien hablará; deja que el desastre hable en ti, aunque sea por olvido o por silencio), extraída de su ensayo La escritura del desastre, que pongo al principio del libro y es la primera que escribí cuando abrí un documento en el procesador de texto para escribir esto que luego se iba a convertir en Material de construcción. Y esa frase funcionó como mantra. Porque a mí no me da la sensación de que haya hecho un ejercicio de memoria, no es el músculo que más he trabajado; he dejado hablar más al silencio y al caos. Al final la memoria es otro artificio que utilizamos para reconstruir lo que somos. Me parece más un trabajo de reconstrucción. Al dejar al silencio, al caos y a la memoria y a la amnesia hablar, van saliendo teselas con las que intento armar el puzle. Y a medida que voy construyendo el personaje de la niña, luego adolescente, luego mujer adulta, voy deconstruyendo el personaje del padre. Y eso sí ha sido sanador.

¿Cómo se afronta el reto de novelar un material tan íntimo, de hacer una novela en la que los personajes son una misma, su madre, su padre?

El idioma (la novela se escribió orignalmente en euskera) tuvo gran importancia a la hora de marcar una distancia entre personas reales y personajes. Es decir, los acontecimientos que retrato o que paso por la trituradora de la literatura son vivencias reales que me han sucedido sobre todo en lengua castellana. En cuanto escribo todo eso en euskera ya tomo una distancia muy grande, porque empiezo a hacer conversar a unas personas muy cercanas a mí en una lengua que ellos desconocían, y eso me protegió muchísimo. Esto lo sé porque luego, al traducir la novela al castellano, se desvaneció esta distancia y fue... Yo siempre me he jactado de autotraducir mis libros casi hasta con alegría, y sin embargo traducir este libro ha sido un infierno, porque al quitar el velo del idioma se me caía, veía a las personas de verdad, y eso sí que fue difícil. Y tuve mucho cuidado porque quería que esta intimidad fuese colectiva o al menos generacional. Eso también marcó una distancia, es decir, estoy trabajando con material muy íntimo pero sé que esto que está pasando en este piso de este bloque de la calle tal, está pasando también en el pueblo de al lado. Y no solo es que lo supiese, sino que lo quería hacer ver. Por eso tienen tanta importancia el propio pueblo y los acontecimientos políticos o sociales de entonces.

Al final este libro se convirtió en una carta de amor, y dice que no fue algo buscado. ¿Es escribiendo cuando se puede permitir mirarse adentro, conocerse, conectar consigo misma, aceptarse, perdonarse y perdonar, y en definitiva, amar?

Como digo en algún momento del libro, yo alcanzo el grado máximo de intimidad a través de la escritura. Cada uno tiene su manera, hay gente que lo consigue bailando, o haciendo talla, o hablando... En mi caso esa manera es la escritura; a través de ella es cuando más cerca consigo estar de la verdad. Yo hasta escribir este libro no supe realmente qué sentía hacia mi padre. La gente me ha dicho que es como una carta de amor. En ningún momento pensé que fuera a serlo ni era mi intención, pero el resultado fue ese. Dicho así parece un amor edulcorado, pero es un amor con muchísimas aristas y con oscuridad, también. La sorpresa quizá fue que no prevalece la oscuridad.

Todas las familias tienen sus heridas abiertas, sus grietas; las familias se tambalean pero no se suele mostrar de forma abierta y cruda como lo hace esta novela. Hay ahí un gran ejercicio de empatía muy necesario.

Yo sabía que escribir este libro iba a ser en ese sentido duro, porque es duro escribir acerca de la familia de una, para quien escribe y para quien forma parte de esa familia. Cuál ha sido mi sorpresa cuando me ha escrito y me ha parado muchísima gente, mucha más que con otros libros. He experimentado eso que se dice de que la literatura forma parte del diálogo infinito... y estoy muy contenta de esos círculos que se han generado. También ha habido gente a la que no le ha parecido bien que haya escrito acerca de la familia en estos términos, y lo entiendo porque muchas veces el deseo de querer mantener unida a la familia eclipsa todo lo demás, y hay muchísimos casos de maltrato, pedofilia o abusos que quedan para siempre guardados en un baúl porque se prefiere hacer tábula rasa y continuar con esa ficción que es la familia. Y eso sigue pasando hoy, quizá de manera más sofisticada, no tan burda, pero sí sin querer abrir del todo la tapa. Eso sí me ha llamado la atención. Hay gente a la que no le ha gustado y que piensa que no hacía falta escribir esto. Pues en mi caso sí, a nivel personal y como escritora, sentía que este era un paso que tenía que dar para poder seguir escribiendo ficción.

Lo íntimo, lejos de ser extraordinario es vulgar, y en ese sentido es universal. Nos conecta a todos los seres humanos, ¿no cree?

Sí, he pensado mucho acerca de lo íntimo. ¿Qué es? Pensamos que es como un tesoro, algo que no se puede contar, que es tan fuerte, tan turbio, que a nadie más le pasa, y realmente la intimidad es algo como dices tan vulgar..., porque a nada que cuentas algo que quizá has estado guardando durante décadas, incluso durante generaciones, ves que sucede lo mismo en tantos y tantos lugares... Hay una intimidad compartida, y es la que he querido pinchar.

Se crió en Rentería en un momento en el que el ambiente político lo impregnaba todo. ¿En qué manera ha conformado el entorno su identidad, y la identidad de su familia? El franquismo, la heroína, el euskera, la pérdida de la lengua, las manifestaciones, la Guardia Civil, ETA: ¿todo esto también envuelve la construcción de la familia de los 80?

Rentería tiene gran protagonismo a lo largo de la novela porque efectivamente lo impregnaba todo. El lugar en el que nacemos y la época a la que nacemos nos condicionan de una manera muy fuerte. Quería hacer esa parte visible. En este caso, la identidad de la chica, tanto sentimental como política, se va fraguando contra; es decir, la sociedad le pregunta, la interpela constantemente, como mujer, como joven, como vasca, y ella en ese silencio que practica va intentando responder todas esas preguntas de manera íntima, pero siempre dice: al final voy sabiendo quién soy porque me estáis obligando a preguntármelo, y se refiere tanto a sus padres como a la política, a la policía en concreto. Si hubiese nacido en Pasajes de San Juan, o si mi familia hubiese hablado euskera y hubiese nacido en los 60, el libro habría sido otro.

En su novela, y en muchas historias familiares, se retrata esa dedicación absoluta al trabajo, que nos lleva a la dureza, a la fatiga, y nos aleja de lo verdaderamente importante. Este sistema nos pone muy difícil cultivar los afectos en el día a día.

El título de la novela hace referencia a una empresa que literalmente se dedica a la venta de material de construcción. Para mí era importante que esta empresa tuviese su protagonismo porque es una manera de reivindicar una manera de trabajar, con sus partes malas, porque como tú dices no dejaba mucho lugar para los afectos, aunque no sé yo si mentes más cultivadas tienen hoy en día tiempo para los afectos. Pero me interesaba la parte de este oficio de tenderos, de negocio familiar en el que se vende todo lo que se necesita para construir una casa. Y este mundo tan masculino en el que se mueven tantas mujeres, como la madre, la tía, incluso la protagonista, la niña, junto con los albañiles, los fontaneros, este mundo de materia prima. Y por supuesto hace referencia a la construcción y deconstrucción de la identidad.

Los cuidados están condenados a la precariedad y la soledad. Y con ellos, muchas mujeres, aún. En ese sentido su novela conecta con ‘Las voces de Adriana’ de Elvira Navarro, con quien conversará en Letraheridas.

Hoy por lo menos somos más conscientes de los cuidados y de cultivar los afectos, y hay que reivindicar la pelea que tenemos muchas y algunos para poder llevar a cabo esto. Porque gracias por un lado a la lucha feminista se ha podido poner en la agenda el tema de los cuidados, quién los realiza, a cambio de qué. Sigue siendo muy difícil pero al menos somos conscientes de que es importante y de que queremos hacerlo. A mí Elvira Navarro me entusiasma, es una cuentista fantástica, voy a tener el placer y el honor de conversar con ella en Letraheridas y su última novela me encanta, también gira en torno a una familia, a una madre ya desaparecida y cómo se relaciona esa hija con su padre, en qué se convierte su padre cuando desaparece la madre de su lado. Ese padre que va a buscar otras relaciones sentimentales, porque al final los hijos y las hijas necesitamos ser cuidados, pero también nuestros padres y nuestras madres. Y las tensiones que eso genera. Es una novela con partes sublimes.