5778K Atardecer

Performance de danza. Intérpretes: Carmen Larraz (Dínamo Danza), coreografía y danza. David Sevilla, divulgador científico. H. Rodeiro y R. Consoles, música. L. Avolio, instalación. Ciclo Ciencia y Evolución del Mun, Innova Cultural. Lugar: Civivox Iturrama. Fecha: 24 de noviembre de 2023. Incidencias: Más de media entrada (gratis).

Esas horas tan cambiantes del atardecer y el amanecer, entreveradas de luces y colores, están saturadas de literatura poética, de pintura paisajística, de fundidos cinematográficos y teatrales, y de partituras descriptivas. Por eso, ha sido interesante que, en un espectáculo como el que nos ocupa, se aborde el tema enlazando una explicación científica, con la cautivadora danza de la magnífica bailarina Carmen Larraz. Joaquín Sevilla se encarga de la divulgación científica, y, además de dotar a los fotones, también, de su dimensión poética, al nacer y morir, explica la influencia en nuestra situación de sueño o vela, según los colores más o menos oscuros que toma la atmósfera. Muy interesante para los profanos en estas materias, como yo.

Larraz aborda el tema con dos coreografías claramente diferenciadas. El amanecer es una exhibición, de cara al público (como es habitual), de su estilo: soltura de brazos, cuerpo que admite todo tipo de dobleces, y recorrido amplio de escena donde despliega lo que, a mi juicio, es lo mejor de esta bailarina: el fraseo ligado de todo movimiento, tanto si se va al suelo, como si gira o salta. Siempre hay una continuidad en su danza. Y los acentos, la variedad, vienen de esos plantes sobre una pierna, tan exactos, tan clavados; o el movimiento de brazos que todo lo amplía. Quizás, esta primera parte se prestaba a algo más de colorido en la luz. Por contrastar con la segunda.

Y es que, en esta ocasión, Larraz nos ha sorprendido con una coreografía bailada totalmente de espaldas al público, donde, precisamente la luz –aquí las sombras que produce– es tan protagonista como la bailarina. Consigue Larraz un efecto de hacer de su figura un “cuerpo de baile” de tres bailarinas. Ciertamente se parte de una idea “sencilla”, como es el teatro de sombras, pero, es que aquí, la realización es impecable. Es fundamental, para que el efecto no se desvanezca, la elección cuidada de los movimientos, el acotar el espacio de danza a la centralidad entre las dos sombras; un espacio que, evidentemente, es muy limitado. Y, para que el efecto no se emborrone ni se solape, ahí está Larraz, de nuevo, desplegando su movimiento medido al milímetro para hacernos creíbles a las otras dos bailarinas –su sombra– que, por momentos, las vemos independientes del origen de carne y hueso. Efectivamente, como se nos había explicado, es el efecto de la luz, que, sin darnos cuenta, o dejándonos llevar por su embrujo y belleza, –aquí por su sombreado– que se va a fundir en negro, nos lleva del atardecer a la noche.

Hilario Rodeiro y Rival Consoles ponen una música bastante indeterminada, que, en este caso, viene bien, porque conviene no edulcorar el rotundo baile de la protagonista. Claro que todos recordamos de los exaltados violines de Lo que el Viento se llevó; pero aquí procede la austeridad sonora a favor de la narración visual. Lolo y Lorenzo Avolio también aciertan, con la instalación del efecto luminoso. Una sesión distinta. Bella e instructiva. Con el metraje justo, tanto en la charla como en la danza.