Convencido de que las emociones son el motor más potente de la novela negra, Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958) acaba de publicar con Tusquets Los bajos fondos del corazón, un profundo ensayo que bucea en el género, ahondando en sus orígenes y demontando tópicos del escritor noir. El autor de El interior del bosque o Perros mirando al cielo, que participa este lunes 22 de enero (18.00 horas) en la mesa redonda inaugural de Pamplona Negra junto a Víctor del Árbol, Paco Gómez Escribano y Santiago Álvarez, afirma que la asignatura pendiente de la novela negra es la estética, y que si consolida ese cuidado “dejará de ser la invitada en la casa madre de la literatura”.

¿Qué le ha motivado a dedicar un ensayo a la novela negra?

El hecho de que la eclosión que vive, en cuanto a abundancia y explosión de títulos nuevos y de creación, no se ha visto acompañada de un corpus teórico que intentara explicar qué es la novela negra, sobre la cual ni siquiera hay una definición unánimemente aceptada. Que explicara la naturaleza de la novela negra, por que tiene este éxito, cuáles son sus ingredientes, cuál es su evolución, y también que cuestionara algunos de los tópicos que se vienen repitiendo una y otra vez sobre la novela negra. Este libro es fruto de mis dos décadas de práctica de la escritura, a mí me gusta reflexionar sobre lo que escribo y sentí que era un buen momento.

Que la palabra corazón esté en el título del ensayo es una clave deliberada, que conecta con el apellido de su detective, Ricardo Cupido, y con las emociones. ¿Son el elemento mayúsculo en el género negro? Más que los personajes y el misterio, llega a decir en el libro.

Nunca había pensado que el título conecta con el apellido de Ricardo Cupido, es verdad, no era consciente de eso. Sin duda, las emociones son el elemento más importante. Y cuando miro a los autores que admiro, a Jonn Banville, Fred Vargas, Claudia Piñeiro, no son los motivos económicos ni los motivos sociales los que constituyen el motor de sus narraciones, son los sentimientos, el despecho, el desdén, el afán de dominación de unas personas sobre otras. Ahí está la clave de muchas novelas negras, más que en el monedero o en la cuenta corriente. La pregunta es: ¿qué sucede en el corazón que no sucede en las calles? Yo creo que puede generar más daño y por lo tanto más violencia y conflicto para el corazón una herencia o un corrimiento de lindes con un vecino, que una decisión de un consejo de ministros del Banco Central Europeo. Y por ahí incide mucho este ensayo. A responder a esta incertidumbre he dedicado unas cuantas páginas porque creo que se ha abundado mucho en esa afirmación de la vertiente social de la novela negra, cuando yo creo que la novela negra, y los grandes autores de novela negra, sobre todo han abundado en los daños del corazón, de las emociones, del rencor, de los sentimientos. Ahí está la clave y el motor que la impulsa.

Buscando los orígenes de la novela negra, llega hasta la Biblia.

Sí, para mi sorpresa, está desde el origen de los tiempos. Me puse a indagar en las raíces y te encuentras con que el misterio y el daño, que son los dos únicos elementos indispensables de la novela negra, no aparecieron solo con Edgar Allan Poe, había referencias anteriores que estaban latiendo, aunque no estuviera constituida la novela negra como género.

“Ha desaparecido ya el desdén hacia la novela negra, hoy hasta la crítica más aristocrática la mira con respeto”

Leyendo su ensayo, da la impresión de que apuesta por romper los géneros. ¿Le gustaría que se hablase solo de literatura, de novelas, y no de novelas negras ni de género negro? 

Bueno, también lo dijo Vázquez Montalbán, que para mí es un gran maestro, que la ambición de la novela negra es ser considerada novela a secas. Quizá porque había un tonillo de desdén hacia el género negro, que ni siquiera era considerado género, era un subgénero. Hoy por fortuna ese desdén ha desaparecido, hasta la crítica más aristocrática la mira con respeto. Entre otras cosas, porque grandes escritores consolidados en el canon de la literatura universal se han apuntado a escribir novelas negras, y eso también ha polinizado el género y lo ha llevado a un mayor prestigio.

Tenemos tendencia a etiquetarlo todo; como dice en su libro, eso responde a estrategias editoriales y de medios de comunicación.

Sí, porque etiquetar es muy cómodo. Etiquetamos todo, cuando vivimos en un mundo que es puro mestizaje, ya los adjetivos blanco o negro son insuficientes, comida étnica es ya insuficiente, en todas las ciudades hay restaurantes donde se mezclan ingredientes de los cinco continentes. Hay colores por todas partes, olores por todas partes, y también en los géneros literarios. Pero aun así lo más cómodo, lo más fácil es repetir unas clasificaciones que vienen desde lejos. Yo creo que no, yo creo que ya la novela negra está en el mestizaje, y eso es una gran riqueza.

Aunque no sea amigo de etiquetas, está bien tener festivales temáticos, como Pamplona Negra.

Hombre, pues está muy bien porque todavía queda por asentar el género. Aunque se ha ganado prestigio y ha desaparecido casi en general el desdén hacia la novela negra, todavía está bien reivindicar que es un género más con todas las consecuencias. Que una novela no es mala ni tampoco es buena por ser negra, por ser amarilla o no por no tener color; lo importante es el libro. No está mal que haya festivales como Pamplona Negra para luchar precisamente contra ese desdén que ha estado latiendo hasta el siglo XXI.

“El cuidado por la palabra y en general por la estética es la asignatura pendiente de la novela negra; ahí todavía puede crecer mucho”

Usted conoce el festival desde los inicios, estuvo ya aquí hace diez años. ¿Cómo ve la evolución de Pamplona Negra? 

Sí, tuve el honor inmerecido de que Carlos Bassas me llamó no solo para estar en la primera edición sino para dar la conferencia inaugural. Yo creo que han cambiado algunas cosas. Yo mismo en aquella conferencia abundaba en la parte social, novela negra y malestar social, se titulaba; y hoy no la titularía así. Ahora uno de los cambios es que hay una enorme variedad de autores y de intereses. Hay un segundo cambio, evidente, y también se nota en Pamplona Negra, y es que antes éramos más hombres que escribíamos novela negra, y ahora hay más mujeres que escriben novela negra. El propio festival está dirigidio por SusanaRodríguez, ya no por Carlos Bassas. Y hay un tercer cambio que es el mestizaje, que ha hecho que muchísima gente la aprecie, que las editoriales la apoyen, que no sea algo marginal.Esos son los cambios fundamentales que han ocurrido en los diez años que lleva Pamplona Negra. Y cuando nació el festival, no se sabía adónde iba a ir, ha habido festivales que han desaparecido, y el de Pamplona ha entrado en el grand slam de los festivales de novela negra a nivel nacional. 

Esta edición se dedica a la ciudad. ¿La ve como el mejor escenario para el crimen?

Bueno, yo también ahí manifiesto ciertas dudas. No acabo de ver que haya autores tan puramente urbanos o tan puramente rurales. Los autores van y vienen, y un personaje lo mismo investiga en la ciudad aunque tenga su domicilio fiscal en el campo y el de la ciudad va al campo, esa separación tampoco la tengo muy clara. Es verdad que ha sido válida a partir de 1920, pero hoy día no termino de verla muy clara.

“¿Por qué el escritor negro tiene que ser el ‘speaker’ de la crisis social y de las injusticias; yo no me siento capacitado”

Lo que es indiscutible es que el género está en auge. Y eso que, como dice en su ensayo, llegó tarde a la literatura. Ahora le queda consolidarse y mejorar, y según argumenta, eso pasa por la huida de todo conformismo y la renovación de su lenguaje. Y por que el escritor se libere de las limitaciones del género. ¿Cuáles son?

La parte en la que puede todavía crecer más la novela negra es en la estética. No hay una gran obra maestra del género negro como sí lo hay en la literatura epistolar, Las amistades peligrosas, o en la novela moderna, El Quijote, y creo que la parte estética no ha sido siempre bien cuidada por el género negro, excepto en una técnica que sí desarrolló de una manera fantástica y por encima de otros géneros literarios: los diálogos. Pero hay determinados aspectos lingüísticos que se han descuidado, y eso está cambiando, y en la medida en que consolide el cuidado por la palabra y que tenga más peso la estética, en la medida en que una novela negra se defienda como novela negra, sin apoyo de la sociología, de la política, de la ideología, consolidará este crecimiento que ha tenido. Y si no, se quedará como invitada en la casa madre de la literatura.

No hay una obra cumbre en el género negro pero sí apunta en su ensayo que Crimen y castigo de Dostoievski es una novela policiaca canónica.

Sí, esos son los antecedentes, ya estaban ahí. Pero como género como tal, no existe una novela que digas: aquí empezó todo. Empezó con Poe en unos cuentos, pero tampoco podemos decir que sean unas obras que lo conjuguen todo. La gran novela negra aclamada aquí y allá y a través de varias generaciones como obra maestra no la tenemos, a lo mejor la está escribiendo ahora en el ordenador un chaval joven mientras estamos tú y yo hablando.

Portada del ensayo de Eugenio Fuentes.

Portada del ensayo de Eugenio Fuentes. cedida

En su libro cuestiona dos tópicos: que la novela debe tener un compromiso social, y que es el último refugio del realismo. Pretender que la denuncia sea la misión de un escritor es vanidoso, llega a apuntar.

A ver, el compromiso con los puros derechos humanos está muy bien. Pero yo no sé si estoy capacitado para decir lo que está bien y lo que está mal. Después, el compromiso es una palabra vacía, le falta un apellido, y es muy complicado y delicado hablar de compromiso. Ahora mismo vemos aterrados todos los días a las tres cuando encendemos la tele la guerra de Gaza. ¿Y dónde está el compromiso? Está el compromiso con Gaza por una parte, pero yo no sé si también los israelíes pueden tomar la palabra compromiso con Israel. Es decir, si no le pones un apellido a la palabra compromiso es un poquito complicado hablar. Para los rusos la invasión de parte del territorio de Ucrania es compromiso con Rusia, y para los ucranianos defenderlo es compromiso con los ucranianos, entonces, ¿quién soy yo para decir en todo momento lo que está bien lo que está mal? Está muy bien que un escritor como ciudadano tenga compromiso con aquellas ideas que le parecen las más justas, pero que además tenga que ser juez, fiscal, tenga que saber dónde está el bien, dónde está el mal... Podemos caer en un papel que no nos corresponde. ¿Por qué tiene que ser el escritor, y el escritor negro, el speaker de la crisis social y de las injusticias? Yo no me siento capacitado. Y el otro tópico del realismo... bueno, pues no sé si las novelas negras son las más realistas, no sé si cuando un detective se lía a mamporros y tira a cinco adversarios forma parte del realismo, no sé si son verosímiles muchas situaciones de la novela negra donde viene por ciencia infusa la revelación de la verdad de un misterio. También hay que cuestionarlo y no está mal que nos preguntemos si ese tópico sigue vigente, y si el detective privado está más cerca del personaje realista de Balzac o Galdós o está más bien cerca del personaje romántico que está al lado de los desamparados, que a veces no cobra, que está desinteresado del dinero. 

Ahora que habla de personajes, no hay grandes historias sin grandes personajes, dice en su ensayo. Y en el género negro ha habido mucha clonación de personajes. ¿Cuál ha sido el más clonado?

Yo creo que Sherlock Holmes. Y sigue clonándose, quizá porque era un gran personaje. Nos quedamos con la gorra, con la cervadora y fumando en pipa y tal, pero Sherlock Holmes tenía más profundidad y eso se ve en que han recurrido a él no solo para misterios, escritores como Julian Barnes con su novela... 

Me ha hecho gracia pero me ha parecido importante una reivindicación que hace en el libro de los pies de los personajes. 

(Ríe) Eso ya son manías particulares... pero sí, los pies han sido los grandes obviados de la anatomía, y son los que nos llevan y nos traen, los que nos llevaron a la primera cita amorosa. Ahora mismo estoy hablando contigo y estoy de pie, mirando por la ventana cómo llueve, para poder descansar mis ojos de la pantalla donde he estado trabajando antes. Y claro, como están ahí en lo más bajo, son los que se hunden, los que están fríos, los que son más deformes, pues los hemos abandonado, cuando son sustanciales. Y en la literatura tienen mucha importancia, en el libro de Olga Tokarczuk por ejemplo son fundamentales los pies.

“La literatura surge en la incertidumbre, y la seguridad está en los púlpitos o en los parlamentos”

La manera de caminar dice mucho de una persona, de un personaje.

Claro, es verdad, si eres arrogante, si vas con timidez o con aplomo o con seguridad... si vas presumiendo o eres una persona más discreta... es cierto.

Vivimos tiempos inciertos, de crisis social y económica, ¿es un terreno propicio para la inspiración literaria?

Sí, porque la literatura se nutre de preguntas. La literatura se nutre de la inseguridad, de los miedos. Y así son los libros que a mí me gustan. Un libro que te dé respuestas... para eso están los libros de autoayuda. Pero la literatura surge en la incertidumbre, y la seguridad está en los púlpitos o en los parlamentos. Entonces, los tiempos de incertidumbre son muy nutritivos para la escritura, mucho más que los tiempos consolidados.

¿Todavía late el personaje de Ricardo Cupido? ¿Habrá nueva historia?

Sí, estoy en ella, estoy escribiendo una nueva historia de Cupido, espero que diferente a todas las anteriores, porque yo en mis novelas procuro no repetirme, no seguir el mismo esquema. He procurado hacer algo distinto que no fuera aburrido en primer lugar para mí, y con la idea de que tampoco fuera aburrido para el lector.

¿Y cuándo verá la luz? 

Bueno, a lo mejor el próximo año, pero no lo puedo saber porque ahí entran ya las editoriales. La historia está, los personajes están, tengo muy avanzado el borrador básico de la escritura..., lo que pasa es que yo soy rápido en inventar y soy muy lento corrigiendo, así que no puedo decir con exactitud una fecha.