Después de cuatro años de intenso trabajo, Zetak puede considerarse ya un proyecto asentado, artística y comercialmente hablando. Con su nuevo disco, Aaztiyen, Pello Reparaz quiere jugar con la tradición vasca, ponerla en duda y traerla a la actualidad.

Acabó la gira de su anterior álbum en octubre de 2023, con tres conciertos en el BEC, y ya ese mismo mes lanzó Zu, primer adelanto de este disco. Entiendo que ahí ya lo tenía terminado, o al menos muy avanzado.

Todavía no estaba terminado. Digamos que muy avanzado, sí.

Entonces, ¿cuándo se gestó este Aaztiyen?

Han sido tres años de composición. Zetak nació a finales de 2019. Cerramos una gira de ochenta conciertos, hicimos cuatro y llegó la pandemia. Tuvimos que cancelarlo todo y empezar de cero. Cuatro meses después de haber sacado un álbum de diez temas, surgió la creación de un nuevo disco que hablara de la pandemia. Acabado ese capítulo, empecé a reflexionar sobre lo que iba a ser este tercer disco. Nunca había dedicado tres años para un solo álbum, ha sido un proceso bastante engorroso a nivel conceptual. Complejo, pero muy enriquecedor.

O sea, que empezó con este nada más salir el disco anterior. Lo compaginó con la gira.

Sí. Llevamos cuatro años con Zetak. Somos un equipo joven y con muchas ganas. Para mí, Zetak es como el eje de mi vida, no solo profesional, sino también personal. Me absorbe. Hasta el momento no hemos parado nunca.

Dice que con este disco comienza una nueva etapa. ¿En qué se va a diferenciar de lo que ha hecho hasta ahora?

El cambio de Vendetta a Zetak fue bastante radical. Creo que estos cuatro primeros años han sido una etapa de experimentación. Con este disco sentía que ya habíamos entendido lo que es Zetak y que llegaba la hora de hacer una propuesta más seria, más elaborada y más segura de sí misma. Ya soy consciente de a dónde quiere llegar Zetak y de qué quiere transmitir. Ahora empiezo una etapa no ya tanto de experimentación, sino de reafirmación.

Hábleme sobre Aaztiyen. La idea inicial era hacer un disco sobre las emociones, pero ha terminado siendo un álbum conceptual sobre la identidad, ¿no?

Cada canción y cada disco tiene una intención creativa. A nivel global, Zetak también ofrece por encima un paraguas. Todos los proyectos, los discos, el festival… todo está debajo de ese paraguas, y es ahí donde veo la identidad. El proceso del disco ha sido complejo. Inicialmente, quería escribir un disco sobre las emociones. Empecé a investigar, leí un par de libros… y vi que las emociones son un constructo del ser humano; son relativas, ambiguas. La base que había escogido para el disco no era muy estable. Me vi en un ejercicio de escepticismo, lo ponía todo en duda. También quería dar un salto en cuanto a la identidad sonora, quería trabajar la identidad sonora tradicional vasca, pero prostituyéndola, trayéndola a mi terreno. Pero eso también era bastante frágil. Hay instrumentos que consideramos tradicionales, pero han llegado aquí hace poco. Todo estaba en el aire, no encontraba nada a lo que agarrarme. El disco sobre las emociones se estaba convirtiendo en un ejercicio de escepticismo, de ponerlo todo en duda. He seguido haciendo mis pruebas y, finalmente, ha terminado siendo un ejercicio compacto, con un principio y un final, y con unas conclusiones. Lo que me legitima para hablar de identidad es el euskera y la cultura vasca, que es lo que he mamado desde chiquitín, y, en este caso, también he querido ponerlo en duda. Ha sido un proceso de mucha prueba y error, de mucha reflexión… Ha sido casi un proceso de reflexión filosófica previa a la composición. 

En ese juego de ponerlo todo en duda, también ha puesto algunas trampas para el oyente: mitología y folclore mezclados con electrónica, instrumentos que parecen tradicionales pero no lo son tanto, en los vídeos aparecen personajes con máscaras…

Sí. Para mí, la intención creativa de un disco es lo más importante, tengo que tenerla clara antes de empezar a escribir o de elegir los arreglos. Incluso a la hora de publicarlo o de hacer los vídeoclips, todo tiene que tener sentido. Efectivamente, en este caso, hemos querido jugar un poco con el público. En el vídeo se ven unos instrumentos y resulta que están sonando otros. La gente que nos sigue parece que siente un arraigo importante hacia la tradición vasca, cuando en realidad estamos usando instrumentos de fuera. Es como un experimento sociológico para dejar al descubierto la fragilidad de la tradición y de nuestra identidad. Me parece interesante, porque creo que el único punto fuerte de la tradición es que mute, poder prostituirla. ¿Por qué no podemos hacer nuestro un charango argentino? Ya hicimos nuestra la trikitixa hace menos de cien años, y es un instrumento italiano. O la alboka, que parece el instrumento tradicional vasco por excelencia y en árabe significa trompeta. El único ttum ttum que he podido comprar fue a bastantes kilómetros de aquí, en el norte de Francia. Todo fluye, todo es líquido. Sentimos unas ideas como muy propias e irrebatibles, pero en realidad no son así.

Musicalmente, ¿ha resultado sencillo mezclar el folclore con la electrónica?

Ha sido un proceso muy interesante. Nunca lo había hecho, no me había sumergido tanto en las sonoridades. Hemos utilizado la alboka y ha encajado muy bien. Hemos hecho pruebas con el txistu y lo hemos desechado, no funcionaba. No hemos hecho las grabaciones a la manera tradicional, sino que las hemos sampleado, hemos metido efectos… Queríamos manosear la tradición vasca, colocarla en un punto en el que no hubiese estado hasta ahora. Se ha intentado delimitar demasiado la tradición vasca en un punto concreto en el tiempo, esto es vasco y esto ya no lo es. Yo me niego a eso, aunque pueda levantar polémica, pero he querido tratarlo con menos respeto del habitual.

¿Y ha habido polémica? ¿Ha recibido respuestas airadas? 

Estoy acostumbrado a la polémica. Lo que hacemos genera siempre bastante polémica. Creo que es sano. Se lo dije a mi equipo de trabajo: si nos llegan comentarios en plan “esto es un sacrilegio”, habremos dado en el clavo. 

La electrónica está muy presente en Zetak, pero no lo era tanto en Vendetta. ¿De dónde le viene? ¿Quizás de cuando fue a estudiar música a Inglaterra?

De allí me viene, no tanto lo de la electrónica, sino sobre todo una reflexión que hice sobre los elementos de diferenciación de un artista. En mi caso, el euskera o los instrumentos tradicionales vascos me ayudan a distinguirme del resto de proyectos de música electrónica que pueda haber en el mundo. Curiosamente, llegué a esta conclusión en Londres y no en Arbizu. Sentí que, en un mundo cada vez más globalizado, cobra más importancia lo único, lo concreto, lo pequeño. 

Hablando de cosas concretas: el título, Aaztiyen, que significa “hace poco”, es una palabra en el euskera de Arbizu. Imagino que lo de “hace poco” también va por lo que ha comentado de lo que es y no es tradición.

Aaztiyen, hace poco, está relacionado con lo de no venirse arriba con nuestras creencias o nuestras ideologías. Si tenemos las ideas demasiado claras, tendríamos que preocuparnos. Hace poco que llegaron la trikitixa o la alboka. La gente cree que es una herencia de sus antepasados, algo sagrado. No nos vengamos tan arriba. Y el hecho de ser una palabra en euskera de Arbizu, es llevarlo al detalle. Es una palabra muy especial, que incluso hay gente en Arbizu que no conoce.

El disco incluye tres colaboraciones: Neomak, Fillas de Cassandra y Marala. ¿Por qué las ha elegido? A algunas no las conocía personalmente.

Los tres proyectos tienen algo en común, y es que tratan el tema de la tradición, la actualizan, la manosean. Admiro las tres propuestas, todas ellas utilizan la música electrónica… Son muy coherentes con la visión de Zetak de la música, incluso de la industria. Además, son todo mujeres. En Zetak, el proceso lo lidero yo, que soy un hombre, y me pareció interesante colaborar con mujeres que pudieran dar otra perspectiva para completar el disco.

Hablemos de los conciertos. En la gira anterior, la iluminación jugaba un papel crucial. ¿Cómo va a enfocar esta? Creo que va a dar mucha importancia al vestuario.

Hemos hecho los ensayos generales con todo el equipo. Vuelve a haber una apuesta importante por las luces, los instrumentos tradicionales también tendrán cabida, hemos reinterpretado los sets… Contamos con Leire Colomo, Gorka Pastor e Iban Larreburu. En esta gira vamos a dar más importancia al vestuario, sí. Hemos partido de los momotxorros de Unanua, que son una institución en la Sakana, pero no son tan conocidos fuera de allí. Hemos robado su estética, la hemos reinterpretado, la hemos hecho nuestra y la utilizaremos en los conciertos.

La gira empieza este fin de semana con tres conciertos consecutivos en la Tótem. No estoy seguro, pero puede ser la primera vez que un artista tenga que poner tres fechas seguidas en esa sala.

Pues no lo sé. Me lo dijeron el otro día, pero no lo sé.

En cualquier caso, no es frecuente.

Para mí tampoco lo es. Vamos a la Tótem porque es la sala con mayor aforo de Navarra. Se agotaron las entradas del sábado en minutos, sacamos las del viernes y lo mismo, y sacamos las del domingo para que tenga cabida todo el mundo. Nunca me había pasado algo parecido, y esta vez me está sucediendo en otras ciudades, también. Esto nos da alas. Tenemos muchos proyectos a la espera, pero se necesita pasta, a veces mucha pasta para sacarlos adelante. Vender tantas entradas nos desbloquea algunos proyectos y nos ayuda a que el proyecto siga siendo totalmente independiente. 

Esta gran respuesta de público que está viviendo Zetak es lo que habitualmente se entiende como éxito, aunque creo que usted ahora lo mide por otros parámetros.

Sí. Te he hablado de la venta de entradas porque supone mucho para nosotros. Hago música popular y celebro que mucha gente conecte con mi propuesta. Pero, muy por encima de eso, está la reflexión que he hecho en los últimos dos o tres años, de redefinir el éxito. Parece que hay una definición de éxito generalizada, pero es engañosa. El éxito puede ser vivir de la música, pero cuando lo consigues te empiezas a comparar con otros artistas… Esto es una pandemia dentro de la música, y es muy frecuente, les pasa a muchos artistas. Estoy agradecido por tener un público amplio. Pero ahora, para mí, el éxito es poder lanzar una propuesta única. Este disco solo se podría haber compuesto en Arbizu. Eso es para mí el éxito ahora mismo. Quiero hacer, de lo más pequeño, lo más universal. Con esta definición de éxito soy mucho más feliz.

Se define como escéptico y dice que la duda le acompaña siempre. ¿Después de grabar este disco, ha resuelto dudas o abierto otras nuevas?

Creo que he resuelto alguna, pero, sin duda, he terminado el disco con alguna más. De hecho, hay una frase que dice Selva Barón en el disco, mítica música navarra, amiga y también dobladora, que habla al principio, en medio y al final del álbum, y en uno de esos momentos dice que tiene más dudas de las que tenía antes de vivir esta experiencia. Representa lo que me ha pasado a mí, que estaba convencido de querer hacer un disco sobre las emociones y acabé poniéndolo todo en duda. Seguramente habré ganado conocimiento, pero también tengo más dudas. Eso es positivo, porque me alienta a seguir aprendiendo, estudiando, leyendo, viajando y experimentando con mi música.