Madrugamos. Antes de que los chicos entren en sus colegios, recorremos la avenida principal de Mérida camino de la carretera de Alange. Quedamos en su momento pronto con el ganadero y su mayoral, sabedor de que la mañana se va a alargar, y porque pretendemos dormir en Jerez de la Frontera, y no queremos llegar muy tarde. Y es que, en esta casa se sabe cuando se entra, pero no son pocas las veces que se alarga la estancia. La mañana es maravillosa para estar en el campo. Luz y verdor, y con un Guadiana con no mucha corriente, vamos camino del señorío de don Tello, donde en la actualidad, el oro líquido domina la mayoría de extensiones. Mires donde mires, el olivo super intensivo parece llegar hasta el infinito. Y eso le vamos contando a David, que va a entrar en esta casa por primera vez. Él, como buen agrónomo, le encanta ver explotaciones agropecuarias, y solemos hablar mucho del tema. Por eso, este viaje le va a venir como anillo al dedo.

Llegados a la cita, nos recibe Ángel, mayoral de la casa. Tras los saludos nos comenta que le acaba de llamar Borja, el ganadero, y que tienen que revisar unos papeles. Coge un coche, sube a la zona de los toros y empieza tú, que ya sabes donde se encuentran. En cuanto terminemos nos juntamos donde el embarcadero, suelta con confianza. Y sin mediar otra palabra, cogemos el coche y vamos, con total tranquilidad admirando la gran explotación. Paramos un par de veces antes de llegarnos a los cercados a admirar el entorno.

Toro ‘bonito’ para una plaza del sur.

La distribución de las corraletas, unas más grandes que otras viene dado por dejar el centro para la salida al corredor. Un pasillo central y otro lateral terminan en un gran corredor donde los toros se ejercitan todos los días. Donde nos paramos están los toros de saca, es decir, las corridas ya apartadas para ser lidiadas este año en los puntos que ya tiene contratados. Y una ganadería como esta, entre las míticas del campo bravo de la actualidad, es muy apreciada por toreros y empresarios. A mano derecha, y por el volumen y caras ya les digo que seguro que son de Madrid como mínimo. Y no tiene que pasar mucho tiempo para que Ángel nos pille. Terminado, dice. Enseguida sube Borja. Vamos viendo la camada mientras.

Al tajo, comentamos mientras nos montamos en el todoterreno, y comenzamos la ruta de espacio en espacio viendo corridas para Francia, para el sur, la de Valencia, más hecha que el resto porque se lidia en marzo, y según el volumen y las caras vas adivinando si son toros para Ystres, Jerez o Dax. Viendo Valencia nos pilla el ganadero, con el que charlamos de manera amena y distendida, y se une a la visita porque nos quedan las principales salidas del año. Poca variedad cromática veo, comento. La mayoría de la camada es negra, y más bien mulata. Algún castaño, un jabonero y un albahío dan la nota entre las docenas de toros que vemos. No soy de echar muchas fotos. Disparo lo que me gusta y al que me interesa, y no por ello más de setenta y cinco veces doy al botón.

Entramos en Pamplona y veo ocho apartados. Hay seis que me impresionan gratamente, y así se lo hago saber al ganadero, y con el mayoral la mueca es que esos otros dos bajan. Todos sabemos que el toro de esta casa, muy apreciado por las figuras, no es nada destartalado ni aparatoso. Sigue con su cuello, bajo de manos, fino de cabos. Pero las perchas sí que deben de ser de primera. Y por encima, un poco más para la Feria del Toro. Y ahí es donde los mandones dicen hacer el gesto. Porque lo que se denomina toro bonito en el campo, desde luego no es el que corre por la Estafeta. Y enseguida cambiamos de zona y nos enseñan dos toros más que han reseñado los veedores. Estos sí, les digo, junto a esos seis tienes los ocho ya bien hechos. Lo cual, y a primeros de febrero, ya me sorprende. Piensa también que tenemos Madrid en mayo, hay diez apartados, y seguro que luego nos salen de más. Y, por si acaso en agosto queda Bilbao, donde podrán reunirse un buen elenco si no sucede percance alguno en los encierros de Madrid y Pamplona.

Toros reseñados para plazas de primera.

Nos despedimos de Borja que sigue a sus tareas y continuamos con Ángel visitando el resto de la finca. Los utreros, erales, y una vuelta al increíble corredor, en lo más alto de la finca, con poco más de dos kilómetros, desde donde la visión de toda la ciudad deja una espectacular estampa. Allí corren dos veces a la semana a todos los toros, que acaban haciendo algo más de cuatro kilómetros y medio desde que salen de sus espacios hasta el regreso, siempre por la zona del embarcadero, y así, cuando obliga la PAC a saneamientos, inyecciones, y demás obligaciones que trastornan lo indecible a este ganado, se hace más fácil llevarlos allí.

Con toda la mañana echada, nos despedimos de Ángel, que se enfada porque le dejemos unos detalles, pero que acoge con gusto la chistorra. La de tu pueblo, me dice. Sí, le digo. Él la conoce de sobra, esa chistorra que la familia Arrieta procesa con amor, y que Mikel al frente de todo, nos provee de ellas y de más de sus ricas viandas todos los años.

Es la hora de comer, y quedamos en ir a Monesterio. Allí conocemos un buen local, donde comer a vicio de la zona jabugo, y a las tres aún nos darán tregua. Abrir boca por el camino, seguir ruta y Gabino y yo ya estamos salivando, con solo pensar la cena que nos vamos a dar con el amigo Fermín en su local jerezano. Y es que esa noche tocaba ir a El Bichero, y seguir mezclando la ruta entre toros y buen yantar. Mañana nos toca visitas a los amigos jerezanos, y ver una nueva casa ganadera, que siempre aprovechamos para ver más toros aún. Aunque no vayan a la Feria del Toro.