La vida está a flor de piel en ‘Habrá poetas’... ¿Vive la cotidianidad intensamente, como parece al leerle?

–Sí, la vivo muy intensamente. Disfruto mucho de cosas aparentemente tan simples como bajar a por el pan, comprar el periódico, charlar con el librero, tomarme un café, dar un paseo por el campo con mi perro, leer o escuchar música mientras bebo cerveza y fumo.

Su poemario es una defensa de la vida y de los derechos humanos, y una reivindicación de la memoria. De la literatura, y la poesía, como activadores de memoria. Esto está contenido en el poema ‘Haya republicana’, y en el título mismo del libro, que es el verso final de ese último poema... ¿Qué ve en ese árbol?

–Ese árbol es todo un símbolo de la memoria histórica. En Navarra, pese a que no hubo frente de guerra, asesinaron a casi 3.500 personas de izquierdas… Hubo una limpieza ideológica brutal. En la Sierra de Urbasa se cometieron crímenes execrables que contrastan con la paz que se respira cuando paseas por ahí y que algunos desean borrar para siempre. Por eso ese haya es tan simbólico. Cuando no queden testigos de lo que ocurrió en el 36, allí seguirá el árbol, recordándonos que el fascismo no surgió de la nada. Y qué decir de la figura del maestro… fueron los enemigos públicos del franquismo, porque en un país analfabeto como era la España de aquellos años, ellos llevaban la cultura a las aulas y con metodologías revolucionarias que ojalá se implantasen ahora en la educación pública. Cuando me llevó mi padre por primera vez hasta él me emocioné tanto que supe que algo tenía que escribir. Luego, pasados los años, fui a un taller de poesía y la profesora nos mandó investigar sobre un animal, un árbol o un fenómeno climatológico. Fue el punto de partida del poema y del poemario.

Grita al mundo, expulsa palabras del alma, alude a la rabia que pudo transformarse en palabras, ¿escribir es una necesidad vital?

–Sí, para mí escribir es una necesidad, como comer, asearme, o respirar. Y no sólo escribir, también leer, ver cine o escuchar música. Sin cultura no podría vivir. La verdad es que he gritado mucho en mis anteriores libros, pero desde la rabia que me generaba el estar en este mundo. En este poemario no grito, salvo en el primer poema que da título a la primera parte. Cuando estoy rabioso, abro el diario íntimo y expulso la rabia acumulada a lo largo de mi vida, por eso digo que mi rabia pudo transformarse en palabras, por el diario y por mis libros anteriores. Pero para mí la poesía es otra cosa, necesito estar relajado y sosegado y creo que se puede ver esa paz al leer mis poemas.

Gestos cotidianos, esperas, sensaciones, deseos, emociones... todo eso a lo que no se le suele dar valor aquí resplandece, ¿no?

–Así es. Estos poemas, en mi modesta opinión, elevan las escenas cotidianas a la categoría de algo que merece la pena ser publicado y leído. Es como si me paro a contemplar algo simple y lo plasmo de tal forma que agrada y a veces provoca la risa o, al menos, la sonrisa.

Dice que su ideología es volar libre y solitario como un colibrí. ¿Esa libertad la encuentra en la escritura, en la poesía?

–He de aclarar que, aunque no me represente ninguna ideología, tengo una enorme conciencia social. Sí, desde luego. La escritura y la poesía me hacen vivir con más conciencia todo y, por lo tanto, más libre.

Su patria son su familia, su perro Hank y los campos que recorre con él, y la literatura. Lo demás, “paparruchas”, dice. ¿Qué puede apuntar de esta reflexión que hace en ‘Habrá poetas’?

–Bueno, se ha celebrado el día de la patria vasca. Luego vendrá el día de la hispanidad; otrora, el día de la raza. Como me decía el librero, los nacionalismos son como los pedos, sólo huelen mal los de los demás. Para mí huelen mal todos. Y me da una pereza oírles hablar de su terruño o de su imperio. En fin.

“Cuando llega el poema siente alegría y placidez”, dice en unos versos. ¿La escritura es un acto gozoso? Siempre está ahí el mito del escritor solitario que sufre, el mito de que del sufrimiento sale la obra de arte.

–He sufrido mucho en esta vida, demasiado. Y de ese sufrimiento me han salido dos libros muy oscuros. Pero aquí la escritura de poemas es gozosa. Me ha salido un libro muy luminoso. Como lo son los de Karmelo C. Iribarren, por ejemplo.

‘Averno’ y ‘Notas de un apóstata’ son sus anteriores poemarios, en los que había más rabia que expulsar, más oscuridad... Aquí ya parece que ha habido una catarsis, y la vida y la condición humana brillan; eso sí, sigue la necesidad de gritar y expulsar cosas, eso siempre es sano, y muy humano, aunque muchas veces no nos lo permitimos o no nos lo permiten, ¿no?

–Los anteriores libros no los consideraría poemarios, pero, sí, había mucha más oscuridad. No nos permiten ser sensibles, y menos a los hombres. Yo soy hipersensible, así que he sido un apestado toda mi vida. Creo que la soledad es el precio que debo pagar por ser poeta.

¿Habrá un cuarto poemario?, ¿sobre qué tendría necesidad de escribir?

–Ya tengo un puñado de nuevos poemas. No soy mago, pero ojalá se den las circunstancias para publicar.

Aunque se gane la vida de otra manera y haya asumido la utopía que es vivir de escribir poesía, imagino que la literatura significa mucho en su vida. ¿Qué le gustaría lograr o despertar en el lector y la lectora con este ‘Habrá poetas’?

–Sí, trabajo como operario. La poesía lo es todo, y no hablo sólo de los poemas. Recuerdo una vez que viajaba desde Soria a Madrid en tren; era agosto y los campos estaban cosechados. Amanecía, ni una nube en el cielo y el amarillo del cereal… Me dije: voy a contemplar el paisaje. Así que giré el cuello y en ese momento vi un corzo corriendo libre. Esa escena contiene mucha más poesía que un poema escrito para gente que vive en Marte o para máquinas, como dice Iribarren. Me gustaría que este poemario lo disfruten y reflexionen.