El miedo y el paraíso es el álbum más personal del músico navarro. En él pasa revista a sus miedos y alegrías.

En el último disco de Izal, ‘Hogar’, la forma de escribir las canciones ya parecía apuntar a otros lugares. ¿La separación del grupo era necesaria para poder dar forma a este disco de una manera absolutamente personal?

–Efectivamente, Hogar creo que inconscientemente fue un álbum puente, en el que me impliqué de manera más íntima en las letras e incluso en los arreglos finales del disco a nivel musical. Estaba quizás ya viajando a otra parte.

Usted era el compositor del grupo. ¿En qué ha cambiado el proceso de elaboración del disco? ¿Quizás se ha notado más a la hora de arreglar las canciones?

–A nivel compositivo no ha cambiado nada, sigo componiendo en soledad, en la intimidad de mi casa. Quizás en esta ocasión las demos que produje en mi casa estaban más trabajadas y puse más esfuerzo en que contuvieran arreglos que fueran utilizables en la grabación final. La responsabilidad fue la misma que me impongo siempre cuando escribo, intentar hacer mi mejor canción.

Hábleme del título. Inicialmente, el disco iba a llamarse ‘Biopsia’, pero creo que fueron los productores, Santos y Fluren, los que le hicieron cambiarlo.

–Sí, me gustaba ese término, que me llevaba al concepto de abrirse en canal, de sacarlo todo fuera desde el interior, de diseccionarme. Pero era un poco frío. Un álbum tan emocional, tán cálido, no podía tener un nombre tan científico. Santos y Fluren tenían razón.

Finalmente, el título elegido ha sido El miedo y el paraíso. ¿Sería como pasar de la crisis inicial hasta el momento de sentirse bien?

–Es un viaje que repito una y otra vez en mi vida, desde mis miedos y ansiedades hasta los momentos de felicidad, el paraíso. Una búsqueda constante del ‘estar bien’. Es un bucle que se repite. 

¿Y cómo sería ese paraíso al que se refiere el título del disco?

–Mi paraíso es un estado de paz y libertad. Y la libertad es la ausencia de miedo. Es vivir la tranquilidad de sentirte seguro. Y eso lo encuentro cuando me rodeo de las personas que me conocen, me quieren y conocen mi verdad. Y desde ese sitio es desde donde puedo imaginarme caminos futuros ilusionantes.

¿Ha sentido pudor al hablar de temas tan íntimos? ¿Le ha costado escarbar tanto en uno mismo?

–Ha sido sanador. Me ha regalado un nuevo camino musical en mi vida, una nueva forma de enfrentarme a mis miedos, de mostrarme de una forma más íntima y valiente. 

Imagino que el reto consiste no solo en contar un proceso individual, sino en hacer de ello algo más universal. ¿Cree que puede ser así y que el disco servirá de ayuda a algunos de sus oyentes?

–Nunca había recibido tantísimos mensajes personales de la gente que me escucha. Me han contado todo tipo de vivencias y cómo alguna canción del álbum ha puesto palabras a sus procesos. Ha sido espectacular la conexión con el público que se está viviendo en estos primeros conciertos. ¡Hacemos terapia grupal! Y encima bailamos (risas).

De alguna manera, el disco habla de caer y de levantarse, y por lo tanto de algo que ahora mismo está muy de actualidad, la salud mental. ¿Es necesario hablar de estos temas con normalidad?

–Es necesario y lógico. No hay nada más común a todas las personas que el hecho de sentir. Sentir alegría, tristeza, sentirse bien, sentirse mal... ¿por qué no deberíamos hablar de lo que nos acompaña en cada segundo de vida, que es nuestro sentir e intentar mejorarlo? Debe de ser agotador fingir todo el tiempo que no necesitas ninguna ayuda...

¿Qué puede decirme de la salud mental de los artistas? La industria musical acarrea mucha presión psicológica: los artistas emergentes tienen mucha presión por salir adelante, los que alcanzan un cierto estatus tienen mucha exposición, están sujetos a los halagos desmedidos y a las críticas más furibundas, redes sociales...

–Vivimos rodeados de ruido, las redes sociales nos han envuelto a todos o a casi todos en su telaraña de necesidad de validación. Es horrible, y yo también lo sufro. Vivo demasiado pendiente del qué dirán. Es algo en lo que me estoy centrando ahora mismo, intentar protegerme de la crítica ajena -buena o mala- de gente que al fin y al cabo ni te conoce ni te quiere.

Relacionado con lo anterior, ¿qué importancia tiene el éxito para usted? Viene de un grupo con muchísimo tirón, ¿qué pasaría si no llega a alcanzar semejante nivel de éxito?

–Yo solo quiero ser feliz y eso no pasa por llenar cuatro Wizinks seguidos. Eso ya no lo necesito en absoluto, si llega y me apetece hacerlo, bienvenido será, pero lo que yo quiero es vivir conciertos que me llenen, componer canciones que me emocionen y vivir lo más tranquilo posible compartiendo mi tiempo con los que me quieren.

De momento, ha decidido tocar en espacios más pequeños (auditorios, teatros...), pero se están llenando todos. ¿Habrá que buscar recintos de mayor aforo?

–Están siendo conciertos preciosos. Quería vivir este otro formato ‘mediano’. Y está resultando aun mejor de lo que esperaba, con una media de mil quinientas o dos mil personas por noche, más cerquita, les puedo ver las caras y emocionarnos más juntos. Tras esta primera parte de la gira pasaré a recintos más grandes y festivales donde también tengo curiosidad por saber qué se genera con estas nuevas canciones. Puede que se convierta en una terapia-fiesta muy bestia. Tengo ganas de saber qué ocurre. Y de eso se trata todo esto. De tener ganas. l