Narrativa y poesía hablan códigos distintos en la obra de Regina Salcedo (Pamplona, 1972). Con las novelas, la escritora navarra viaja a lugares insólitos y vive aventuras a través de las herramientas de la fantasía y la ciencia ficción. Y con los poemas, afronta un proceso de autorreflexión “duro” y “muy trabajado” que da como resultado versos muy personales como los de este libro que no es nuevo, pero sí está “ampliado”, y que edita Uve Books con prólogo de Pilar Adón. Mujer varada. La rebelión de la espera se divide en seis partes: Varada, Realidad Vir-(tú)-al; Superpoderes; Sobre el aburrimiento; Brumación. Hibernación. Diapausa, y El (otro) cumpleaños.

La autora presentará el poemario este jueves, 23 de mayo, a las 19.00 horas, en la Biblioteca del barrio pamplonés de la Txantrea, en compañía de la bibliotecaria y escritora Bea Cantero.

Publicó ‘Mujer varada’ en 2018.

–Sí, esta es una reedición, pero ampliada. En 2018, el libro salió con una editorial que cerró enseguida, tuvo muy poca vida y me dio pena porque estaba gustando. Yo también me había quedado satisfecha con este trabajo que fue muy largo y muy duro, y, hace unos meses, hablando de otro libro con Sandra, de Uve Books, me dijo que si tenía algo de poesía, se lo mandara. Yo le comenté que acababa de recuperar los derechos de Mujer varada, del que igual se vendieron 4 libros en toda España, y me contestó que lo tenía en la estantería y que le encantó.

¡Qué conexión!

–Sí. Este libro ha estado peleando durante cinco años y por fin ha encontrado a esta editorial, donde, además, me dijeron que publicaban a otra chica de Pamplona. Y resultó ser Nerea Aguado, ¡que es amiga mía! 

¿Es el mismo poemario que entonces?

–No. Lo que le dije a Sandra es que podía ampliarlo para que no fuera lo mismo. Después de aquellos poemas, escribí otros durante una temporada en la que estuve enferma y con mucho dolor y me pareció que encajaban con la temática. Hice una selección, los igualé en estilo y los igualamos. Además, cuando le comenté a Pilar Adón que me iban a reeditar el poemario, que le había gustado mucho, se ofreció a hacerme el prólogo, que es tan bonito... Cada vez que lo leía, lloraba (ríe).

También se han incorporado los dibujos de Anna Klets.

–Fue otra sorpresa. Cuando me lo dijeron, al principio me dio un poco de miedo porque, al ser una temática tan dura, me preocupaba que los dibujos no encajaran, pero son súper elegantes, sobrios, en consonancia con los poemas. 

"Esta mujer varada abarca, creo, a muchas mujeres y a muchas personas en general"

El primer origen de este libro surgió de una época en la que se sentía varada, ¿qué me puede contar al respecto?

–Hay muchas veces en que el título de un libro no me viene y, al final, empiezo a preguntar a mis amigas. Pero, en este caso, me salió con mucha fuerza. Recuerdo que mi hermana me decía que ‘varada’ le daba la impresión de estar hablando de una ballena. Y es que era así, yo me sentía como una ballena grotesca en la orilla, sin ningún glamour, totalmente a merced de las olas. Fue una época difícil, me pilló entre la muerte de mis padres; una enfermedad larga; la pérdida del trabajo, en el que estaba súper contenta. Se me juntó todo. Ya había pasado los 40 y, puede ser cosa de la vanidad, pero me sentí envejecer y también invisible. Me di cuenta de lo fácil que es quedarte al margen. Fue un año malo, muy de estar en casa y de dar vueltas a las cosas. No tenía ganas de leer, de escribir ni de hacer nada, y fui haciendo, muy despacio, estos poemas cortos. Después, los pulí mucho porque quería expresar lo más fielmente posible lo que sentía. Quizá en otros poemarios me he dejado llevar más por las emociones, pero entonces ya me arrastraba bastante la vida, así que este es un libro que contiene la emoción. No quería que fuese un lamento ni añadir sentimentalismo al sentimiento.

¿De ahí la sobriedad?

–Son poemas secos, sí. Cuando hago poesía, reescribo muchísimo y, a la vez, dejo salir imágenes intuitivas, como si vinieran del subconsciente. Me gusta que el poema no se cierre, que no sea una explicación, sino que tenga una ambigüedad. 

Hay algunos, sobre todo cuando introduce un elemento fuera del contexto, que pueden parecer surrealistas.

–Hay veces en que me vienen imágenes muy potentes y les doy salida. Puede parecer que no, pero cuentan mucho que veo necesario explicar. Prefiero que transmitan. Los poemas muy explicativos, muy narrativos, los lees una vez y ya está, y a mí me gusta la poesía que relees y cada vez encuentras algo nuevo. En este caso, estoy muy contenta porque he logrado mejor ese equilibrio entre no pasarme y que la gente no entienda nada y la ambigüedad que generan algunas imágenes.

Pilar Adón habla en el prólogo de su “imaginario personalísimo”. ¿Su proceso es diferente si escribe poesía o narrativa? 

–Totalmente. Además, dado el tipo de narrativa que escribo, novela juvenil, de aventuras, ciencia ficción, con toque humorístico, para mí es como olvidarme de mí, crear unos personajes que con los que no tengo nada que ver y pasármelo bomba. A la hora de corregir hay la misma exigencia, pero es de otra manera. La poesía es una labor de ir hacia adentro y, en comparación, la narrativa es como salir a jugar. Los poemas son parte de una misma. de todos modos, aunque en los de este libro parto de mi experiencia, no quería quedarme ahí, sino hacer que esa mujer varada también fuese un personaje. En el día a día no te suele dar tiempo a pararte y observar, pero cuando tienes que parar, te das cuenta de la cantidad de personas que hay varadas por muchas circunstancias y con peor suerte, porque que no tienen los apoyos que puedo tener yo. Por eso hay poemas que no tienen que ver con mi situación personal. Esa mujer varada abarca, creo, a muchas mujeres y a muchas personas en general.

Sí, pero parece que el enfoque femenino y las imposiciones que seguimos sufriendo en esta sociedad solo por ser mujeres está resaltado de alguna manera. Como la maternidad, el trabajo dentro y fuera de casa...

–Yo creo que, en esta sociedad, en cuanto dejas de ser productivo, seas hombre o mujer, se te hace notar. Y es cierto que, luego, a la mujer, se nos piden todos esos extras que mencionas y, además, se nos invisibiliza mucho más que a los hombres. Muchas veces se dice ‘qué hombre maduro más interesante’, pero no al revés. Es como si, de repente, desaparecieras y te atravesaran con la mirada. Ahí está, por ejemplo, ese poema en el que una mujer es juzgada por el espejo, que le dice que por lo menos tienes hijos. Y el poema contrario, ‘si al menos tuvieras hijos...’ En definitiva, que muchas veces te reducen a la maternidad, seas o no seas madre. Cuando me quedé sin trabajo, me decían que podía quedarme en casa y ocuparme de mis hijos, cosa que igual nadie le dice a un padre que ha perdido el trabajo...

A pesar de ser un proceso duro, introspectivo, ¿qué le aporta la poesía?

–Es duro, pero no un sufrimiento. Lo primero que escribí fue poesía. Entonces pensaba que había algo en mi cabeza que no iba bien, que no sabía pensar bien. A mí siempre me viene primero una imagen súper potente y a partir de ahí pienso en qué quiero expresar. Curiosamente, hace poco leí que un experto decía que pensamos realmente así: primero hay una imagen y luego viene el pensamiento. No, si al final voy a ser más normal de lo que creía... (ríe) 

En el libro también habla de las contradicciones como rasgo puramente humano. 

–Es que yo creo que muchas veces nos creemos contradictorios precisamente por esa manera de pensar desde el lenguaje, que ordenamos, jerarquizamos, de manera que todo es blanco o negro. Yo puedo sentir ahora mismo una tristeza enorme y estoy aquí riéndome contigo. ¿Estoy triste o alegre? Pues las dos cosas a la vez. En esta cultura occidental nos han enseñado a que no hay grises, cuando la alegría muchas veces puede ser agridulce y en la tristeza, haber cierta melancolía. Más que contradictorios, creo que somos muy complejos y que deberíamos ser más flexibles.

Portada del poemario editado por Uve Books. Cedida

Ha dividido el poemario en seis partes, incluso ha numerado los poemas de cada una de manera diferente, con números arábigos, con romanos, con nuestro abecedario, con el griego, en mayúscula... ¿A qué se debe? 

–Quería agrupar los poemas por temáticas. Pero no tienen mayor importancia. Fíjate que, en Realidad Vir-(Tú)-Al, pongo los símbolos de la PlayStation (ríe). Cuando los escribí, me refugiaba mucho en los videojuegos. Imagínate que estás hecha polvo, sintiéndote una mierda, y, de repente, eres Lara Croft, una chica joven, estupenda, valiente, que puede con todo, que se cae y se levanta 70 veces. Es un mundo acotado, eres la protagonista y sabes qué va a pasar y qué no. Todos te esperan y te conviertes en el centro de ese universo.

¿A quién cree que puede estar dirigido el poemario?

–Yo nunca me dirijo a nadie enconcreto. De hecho, muchas veces me pregunto si esto puede servirle o no a alguien. Ojalá que sí. Al final, todos en la vida recibimos golpes y tenemos malos momentos. Pueden ser por un divorcio, la pérdida del trabajo o una enfermedad física o mental. Sé que la poesía no puede aliviar esas situaciones, pero sí acompañar. Como en un duelo.

¿Qué me dice de las citas de ‘La novela luminosa’, de Mario Levrero, que aparecen al principio de cada apartado de ‘Mujer varada’? Como dice en la nota final, ¿había llegado el momento de su reencuentro con ella?

–¡Sí! Yo no soy para nada mística, pero lo de este libro fue muy curioso. Como he comentado, pasé por un momento en el que no leía porque no retenía nada. Y una mañana, no sé por qué, esta novela me vino a la cabeza. No recordaba el argumento, pero sabía que me había encantado. La busqué, la saqué y vi que me venía muy bien porque es un diario y podía leer fragmentitos. La cosa es que cuando la volví a empezar, yo estaba meditando sobre un tema, el aburrimiento, por ejemplo, y abría la novela por donde Levrero hablaba de él. La primera vez me hizo gracia, me pareció una casualidad, pero me pasó una y otra vez. Así que, cuando acabé el poemario, quise introducir ese vínculo de alguna manera, y, como tenía frases subrayadas, las utilicé como citas de apertura. Así es.

¿Y qué ha querido decir con ‘La rebelión de la espera’?

–Yo siempre he sido muy impaciente y esperar me ha costado mucho. Pero me he dado cuenta de que el acto de escribir, que para mucha gente es como no hacer nada, es un acto de rebeldía en sí mismo. Porque claro que estoy haciendo algo, mi cabeza no está parada, está sufriendo una rebelión muy importante, muy lenta, pero de una toma de conciencia de muchas cosas.