En estos tiempos en los que la palabra genocidio ha vuelto a la actualidad, la actriz Nelly M. Poghosyan quiere recordar, a través de una historia teatral cosida con textos y canciones, el exterminio que sufrió su pueblo, el armenio, en 1915, y las constantes agresiones a las que es sometido todavía hoy. “¿El dolor que heredamos se puede curar?”. Esta es la pregunta que impregna todos los procesos llevados a cabo para estrenar, el miércoles 19 de junio (19.00h), en la Escuela Navarra de Teatro, la obra 1915. El Genocidio (Memorias de una muerta), propuesta unipersonal que podrá verse también los días 20, 26 y 27 de junio, a la misma hora. Las entradas tienen un precio de 7 euros, anticipada y para personas desempleadas, y de 8 el mismo día.

Con esta obra, la ENT inicia un nuevo ciclo que ofrecerá una serie de funciones “en espacios menos convencionales” de su sede de la calle de San Agustín de Pamplona. La programación se llamará Teatro a la cara y no será tanto microteatro como piezas de pequeño formato tanto de teatro como de danza y música bajo la premisa de que las/os asistentes tienen que estar a un máximo de 1 metro del artista. Esto, para Javier Pérez Eguaras, responsable de las actividades de la Escuela, “obliga a prescindir de artificios” y a que las/os intérpretes estén “muy bien preparados”. Tras la primera incursión de este mes de junio, a partir de septiembre “incorporaremos nuevas propuestas mes a mes”, con la intención de “sorprender al público” tanto por los contenidos como por los distintos espacios donde se representarán.

Al estreno de 1915. El Genocidio, Pérez Eguaras calcula que podrán acceder de 50 a 70 personas, entre las cuales “hemos querido invitar a las personas adecuadas para que la obra pueda representarse en otros espacios de Navarra y también llegue a las aulas de los colegios”. Si no, “sería un desperdicio”, subraya. Y añade: “Las artes escénicas te golpean y muchas veces te dan a conocer realidades mejor que las noticias”, dice. De ahí que la cultura sea “importante”. “El mundo siempre ha evolucionado gracias a las ideas que ha aportado la gente de la cultura; lo curioso es que ahora le decimos de qué ideas tiene que hablar. Este giro es jodido”, apunta.

Cartel de la obra, centrado en Babeshía, víctima del Genocidio de 1915.

Cartel de la obra, centrado en Babeshía, víctima del Genocidio de 1915. Cedida

‘Memorias de una muerta’

Nelly M. Poghosyan también cree en el influjo que el teatro ejerce sobre las personas. Y “cuanto más cerca este el público, mejor”. “La intuición me dice que el pequeño formato llega más a las personas que el grande. Creo en el efecto multiplicador no de pantalla a pantalla, sino de ser humano a ser humano”, destaca la actriz, para la que este proyecto no podía ser más personal. Ya desde el cartel, con el rostro de una joven que guarda un sorprendente parecido con Poghosyan. “Buscando en Internet, encontré esta foto y me quedé en shock, luego leí su historia, parte de la cual recrea en el montaje”.

Ella es Babeshía, “codiciada presa, agredida atrozmente por animales salvajes”.Los mayores crímenes cometidos contra las mujeres fueron allí, en Armenia; eso es lo que dijo un soldado alemán que sacó fotos del exterminio”. Y es que este fue el primer genocidio documentado en imágenes. Y en testimonios que reflejaron el tipo de violencia ejercida contra todos los armenios, pero en particular sobre ellas. “Les tatuaban las caras y las manos para clasificarlas como esclavas sexuales y las violaban con la intención de dejarlas embarazadas para que engendraran hijos turcos; cuando pienso que yo puedo llevar sangre turca, se me revuelve todo por dentro”, destaca la artista, que pasó hambre y frío durante su infancia en Armenia, y recuerda que “tenía que hacer los deberes a la luz de una vela”. Hace dos años sintió que “quería cantar en mi idioma”, que tiene “un alfabeto propio que únicamente utilizan los armenios”, 3 millones en total, de los que 1,5 millones están en su tierra y otros tantos, repartidos por el mundo. Los que siguen allí viven con una amenaza constante por parte de Turquía y Azerbaiyán, “que quieren hacerse aun con más tierras”. “Mi país se muere, que una cultura así se pueda hacer desaparecer y que nadie, ninguna organización, haga nada... Os invito a visitar Armenia mientras exista y a mirar a los ojos a la gente de allí”.

Otro de los ensayos de la obra. Cedida

¿Se puede curar?

Y es que, las/os armenias/os “crecemos, ya desde la cuna, con la historia del genocidio metida en el ADN; heredamos esa memoria genética y nuestra sangre trae la tristeza”, cuenta la actriz, que se pregunta si todo ese dolor se cura. “No lo sé, lo sabré más adelante, la respuesta del público tendrá un papel importante, igual que la continuidad de las funciones”. “Ojalá tuviera el remedio para mi país, iría y lo repartiría”, agrega.

De momento, Nelly M. Poghosyan está usando las "herramientas maravillosas" de su profesión para contar y cantar la historia de su tierra. “Mi cuerpo vibra cuando interpreto las canciones tradicionales”, señala la artista, que, como “era muy ágil en matemáticas”, se licenció en Economía en la UPNA y luego empezó a trabajar como responsable de calidad en una empresa. “Me ganaba la vida muy bien, pero había una parte de mí que se moría. En una situación así, o coges una baja, o tomas antidepresivos y, como yo no sé tragar pastillas, lo dejé todo por el teatro”. Un giro “muy difícil” que la llevó a la Escuela Navarra de Teatro, su auténtica alma máter, desde donde ahora la impulsan.