¿Con qué se va a encontrar quien vaya a Olite a ver ‘Ezkaba’? 

Lo primero, con una función que ha tenido mucho rodaje durante todo el año y hemos podido afinar mucho. Es una función muy emocionante que cuenta un momento histórico determinante en Navarra. Una historia que tiene componentes humanos que conmueven mucho al público.

El texto se ambienta en el penal de Ezkaba, ¿está basado en hechos reales o es ficción histórica?

Está basada en hechos reales en la medida que cogemos muchos de los elementos comunes de lo que pasaban los presos en el penal. El frío, el hambre, las enfermedades y la tortura que sufrían. Pero también la solidaridad, la ayuda mutua y la humanidad. Me he basado en un puzle de distintas historias, hay muchos testimonios comunes del trato que se les daba, de lo que comían, de lo que se encontraban, de las enfermedades... A partir de ahí es ficción dramática porque se cuenta la historia de una persona que no existió pero que reúne muchos componentes de las personas que habitaron allí.

¿Cuál ha sido su fuente de inspiración? ¿Por qué una historia sobre el penal?

Ya hemos hecho anteriormente obras que tienen que ver con la memoria histórica. La primera fue Vencidos, en la que yo contaba la historia de una niña a cuya madre asesinaron en la zona de Tierra Estella, en Lerín. Siempre me ha interesado la Guerra Civil española, pero a partir de ese momento tuve que recopilar mucha información sobre el tema y, de una manera recurrente, siempre aparecía el fuerte de San Cristóbal. Hubo presos de todas las provincias de España y de muchas nacionalidades. Además, yo vivo en Berriozar y el Fuerte de San Cristóbal está presente de una manera diaria porque simplemente miras al monte y lo ves. Es un tema del que no se ha hablado durante muchas generaciones, por la dureza de lo que pasó allí, porque no se podía y porque, en muchas ocasiones, los propios presos no querían revivir esos recuerdos. Entonces, yo creí que era el momento de intentarlo y ahora estamos profundamente conmovidos por todo lo que está suponiendo la función, por la respuesta que estamos recibiendo y por la cantidad de gente que está viéndola y contándonos su historia, involucrándose, enviándonos mails y agradeciendo. 

Miguel Goikoetxeandia: "Lo que se vivió dentro del penal parece muy conocido, pero creemos que no se le ha dado la relevancia necesaria" Cedida

¿Cómo ha sido la acogida entre el público hasta ahora? 

Lo que nos ha pasado a lo largo de las más de 40 funciones que llevamos es que muchos familiares de presos que han venido a verla sienten su propia historia reflejada. Es de lo que más contento me siento, porque al partir de una realidad y de un momento decisivo para muchas familias, para mí era muy importante contar con su respaldo, saber que estaba haciendo las cosas de una manera adecuada. 

¿Cómo ha sido el proceso creativo desde que se le ocurrió la idea hasta que completó el texto? 

El proceso creativo ha durado años. He recogido testimonios de presos, familiares, todos los libros que han salido sobre ello, el documental de Iñaki Alforja, los libros sobre las redes de solidaridad, lo que ha escrito Koldo Pla, Txinparta, las asociaciones de memoria histórica... Aprendiendo es cuando más disfruto, hasta que llega un momento que tengo la suficiente información y ya hay que elegir una historia, una ficción que desarrollar. Decidí que quería unos personajes que, de alguna forma, fueran representantes de tantos presos que pasaron por allí. Uno no gubernativo, que no estuviera tan implicado políticamente; otro que fuera de la CNT, que sí que llevara más el lado político, y un chaval muy joven, Manuel, de 18 años. Me alejé de los personajes navarros, porque para las familias podría ser más doloroso, y situé al protagonista en Galicia. Creo que ha habido un esfuerzo por buscar una emotividad y también una teatralidad. 

A grandes rasgos, ¿cómo eran las condiciones de vida en el penal?

Los presos pasaban un hambre infinita. Se les daba muy poca comida y mucha de ella en mal estado. Por una parte, porque no había demasiada comida y sobre todo, porque los administradores estaban haciendo negocio con la comida de los presos. También hay que tener en cuenta que el penal está construido hacia abajo. Bajo tierra hacía muchísimo más frío, se filtraba el agua a través de las rocas y los que estaban en la primera brigada, que es desde donde se organizó la fuga, dormían sin colchones, sobre suelo, y ese suelo normalmente tenía agua que se había filtrado. Dormían sobre el agua. Hubo muchísimas enfermedades. La fuga se produce porque la gente que estaba allá adentro no tenía ya nada que perder. Cualquier posibilidad de esperanza, de libertad o de salir de allí era mejor que estar dentro, pasara lo que pasara.

¿Y esto cómo se representa?

La escenografía, de Ion Martinkorena, reproduce ese ambiente oclusivo, cerrado, frío y duro que es el penal. En cuanto a la dramaturgia, he intentado siempre dar brotes de esperanza. Todos hablan con mucho pesar de las condiciones de vida, pero alaban y se sienten orgullosos de lo que pasó allí. El fuerte de San Cristóbal sacó, como en tantas guerras, pero de una manera extrema, lo mejor y lo peor del ser humano.

Las mujeres tienen un papel muy importante en esta historia. ¿Qué hacen ellas?

Las visitas eran muy complicadas. Había gente de todas las provincias y nacionalidades, y llegar a Pamplona desde diferentes puntos del Estado en una situación de guerra y con los medios que había entonces era complicadísimo. Entonces, se tejieron unas redes de ayuda, muchas veces solo por humanidad. Esas visitas les daban el respaldo emocional y físico también de supervivencia necesario. Eran mujeres que se hacían pasar por hermanas y familiares, y que no tenían una relación de familiaridad con los presos y que, en muchos casos, les salvaron la vida.

¿Cómo pone esta obra en relieve la memoria histórica? 

Haciendo presente lo que pasó en el Fuerte de San Cristóbal. Por otra parte, estamos realizando funciones por los institutos con actividades que dan a conocer la historia de los presos junto a Paz y Convivencia del Gobierno de Navarra. Con Koldo Pla, estamos haciendo charlas previas a las funciones en las que se cuenta la historia del penal dentro del programa Sendaberri de la Red de Teatros de Navarra. Lo que se vivió dentro del penal parece muy conocido, pero creemos que no se le ha dado la relevancia necesaria. Aunque se van dando pasos, sigue pendiente esa declaración de espacio de memoria que tendría mucho sentido para que el fuerte no sufriera expolios o pintadas.

¿Considera importante que todos los navarros y navarras conozcan esta parte de nuestra historia? 

Imprescindible. Simplemente por un hecho de humanidad. Me parece muy llamativo que al menos 7.300 personas, que se sepa, estuvieron en el penal, son 7.300 familias que han sufrido pérdidas y cambios en su vida durante generaciones. Simplemente por el respeto a todos ellos, creo que es muy importante que se conozca.

¿Tiene planes a futuro con esta obra, le gustaría hacer algo más con ella? 

Queremos llevar esta obra por el territorio nacional a todos los lugares que se pueda. Creemos que merece la pena porque relata la mayor fuga carcelaria de Europa. Es una historia sobre unas condiciones de vida que se han dado en muchísimos sitios, y es importante conocer el lado más humano.