François Ozon: “Las mujeres de cierta edad están invisibilizadas en el cine”
El director francés regresa al Zinemaldia con una historia sobre dos jubiladas que viven en un pueblo de la Borgoña
El director francés François Ozon regresa una vez más al Zinemaldia con una historia protagonizada por dos mujeres jubiladas que viven en un remoto pueblo de la Borgoña y que sirve como retrato de la toxicidad en las relaciones familiares. “Me interesaba contar una historia sobre la familia que vamos creando”, explicó ayer en la presentación de Cuando cae el otoño.
Con una de las filmografías más eclécticas del panorama europeo actual, en esta ocasión, el cineasta galo se ha interesado por un drama familiar protagonizado por un perfil que escasea en la industria cinematográfica. “Las mujeres de cierta edad están invisibilizadas en el cine y quería hacer una película con ellas y rodarla en el campo”, explicó el director, al tiempo que confesó que el germen del guion parte de una anécdota familiar que ocurrió en la realidad. “Mi tía hizo una comida familiar y preparó setas que ella misma había cogido. Acabó todo el mundo en el hospital”, relató entre risas.
Esta anécdota real la traslada ahora a la gran pantalla como punto de partida para narrar una historia sobre la relación tóxica que mantienen una madre y su hija. “Muchas veces en la vida interpretamos algo mal y cuando pasan los años lo vemos de otra manera”, apuntó el cineasta, que ya sabe lo que es conseguir la Concha de Oro del Zinemaldia (lo hizo en 2012 con En la casa).
Aunque las dos protagonistas, encarnadas por las veteranas actrices francesas Helène Vincent y Josiane Balasko, son dos mujeres jubiladas con la vitalidad suficiente para seguir viviendo aventuras, el tema de la muerte, que el cineasta ya ha trabajado en más de una ocasión, está muy presente a lo largo del filme.
“Hace 20 años vine por primera vez a este festival con una película que ya hablaba del duelo (lo hizo en el 2000 con Bajo la arena). Me interesa ver cómo podemos superar la pérdida de una persona. La protagonista consigue continuar con su vida cuando ya no está la hija”, afirmó.
Interpretar sin juzgar
Para contar esta historia, que decidió rodar sin artificios y hacerlo de forma natural, Ozon se rodeó de dos actrices con las que ya había trabajado antes: la propia Vincent, con la que rodó hace unos años Gracias a Dios, y Ludivine Sagnier, que interpreta a la hija y que ha grabado cuatro largometrajes con el cineasta francés.
“Cuando me llegó el proyecto me entusiasmé porque es muy poco habitual tener un papel protagonista como este cuando alguien deja de ser joven”, aseguró Vincent, que alabó el trabajo de un director que “abre vías” a las mujeres de cierta edad.
Sagnier, por su parte, que llevaba dos décadas sin trabajar con Ozon –su última colaboración fue La piscina, en 2003–, se mostró “encantada” con la oportunidad de volver a colaborar con el cineasta francés con un personaje “tan diferente y complejo” a lo que había hecho previamente.
“Lo más difícil fue reprimir la empatía. No siempre es fácil interpretar a un personaje sin juzgarlo. Traté de comprenderla y llegué a la conclusión de que es tóxica porque vive en un entorno tóxico”, apuntó la actriz.
El reparto lo completan la mencionada Josiane Balasko, que sirve como “confidente” de la tragedia que vive su amiga en el filme, y el actor Pierre Lottin, que da vida a su hijo, un expresidiario con pocas luces, pero buen corazón. “Es un papel divertido y raro. Yo creo que es alguien que no sabe que existe el bien o el mal y solo tiene buenas intenciones”, aseguró el intérprete.
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