Crítica del concierto de Revólver en el Teatro Gayarre de Pamplona

Ya saben lo que dicen: el rock’n’roll es una carrera de fondo. Unos días estás arriba y otros abajo. Suena a tópico, pero es la pura realidad. Carlos Goñi, alma mater de Revólver, puede dar buena fe de ello. En sus cuatro décadas largas de carrera (contamos también los proyectos de Garage y Comité Cisne), el madrileño las ha visto de todos los colores. En el plano artístico, habitualmente sus trabajos se han movido entre el notable alto y el sobresaliente, pero no siempre han alcanzado la misma repercusión popular. Un ejemplo: en sus dos últimas visitas a Pamplona no llegó a llenar el Teatro Gayarre, pero el sábado pasado colgó el cartel de no hay billetes. Tiene su lógica: en los últimos años parece sentirse más feliz y libre que nunca, lo que le ha permitido alumbrar obras tan sólidas como Capitol o Adictos a la euforia. Y con esa sana actitud de hacer lo que le da la realísima gana, hace unos meses publicó Play list, un álbum en el que hace suyas composiciones de artistas tan variopintos como Pereza, Supersubmarina, La Quinta Estación, Extremoduro o Los Piratas.

Así fue como, con un ambiente de lo más propicio, pocos minutos después de las 21:00 se apagaron las luces y un foco iluminó la parte trasera del patio de butacas; por allí entraron, entre aplausos y vítores del público, los músicos. En último lugar, un exultante Carlos Goñi, que estrechó todas las manos que le tendieron. Ya sobre las tablas, arrancaron con Lady Madrid, una canción con la que Leiva cierra algunos de sus conciertos. Eso significa que querían empezar con fuerza, como confirmaron con la segunda, Si es tan solo amor. El público, metido de lleno en la actuación desde el primer momento, cantó parte de la letra de uno de sus grandes hits. Después fue él el que habló, para emocionarse y emocionar a todo el teatro al referirse a la tragedia de su Valencia (que estos días es la de todos). Se le saltaron las lágrimas cuando sacó una camiseta de Osasuna que le habían regalado; en su espalda ponía Dentro de ti, fuerza Valencia. Lo de Dentro de ti iba, obviamente, por la canción que Goñi dedicó hace ya muchos años a Valencia. Para interpretarla, más o menos a mitad de concierto, pidió a todo su equipo (músicos, técnicos, manager) que se unieran a él en el frente del escenario. Con el mero acompañamiento del saxo y el piano, el señor Goñi cantó con la voz rota por el dolor y la emoción esa bella oda a la ciudad en la que tantos años ha vivido. Fue, sin duda, el momento más emotivo de la noche. Pura congoja.

Afortunadamente, logró reponerse para sacar adelante un concierto brillante, con un repertorio trufado de éxitos propios (Black Jack, Tú y yo, El Dorado) y ajenos (Azul, El sol no regresa). Los bises, para enmarcar: Su adaptación de Bob Seger (Ese viejo rock’n’roll), el inesperado homenaje a Springsteen (No surrender y Born to run), la enérgica San Pedro y el cierre festivo con El aire sabe a veneno. Avasallador como siempre, emocionante como nunca: Revólver.