La cima es disfrutar escribiendo. Es ahora, lo que venga después no puede competir con la sensación del presente y menos cuando se ha conseguido vivir de esto y que miles de personas esperen lo siguiente. Es el punto en el que confluyeron ayer Rosa Ribas, Ibon Martín y Reyes Calderón en la última mesa redonda de Pamplona Negra 2025, moderada por Carlos Bassas.
Las dos escritoras y el autor protagonizaron el encuentro El camino a la cima, en el que demostraron una gran conexión, dando lugar a un animado diálogo en el que no faltaron ni el humor ni las confidencias. “Teniendo en cuenta la cantidad de títulos que hay en las librerías, para mí, la cima consiste en divertirse mucho escribiendo y saber que hay gente que lo hace contigo leyéndote”, arrancó Reyes Calderón, que acaba de publicar Los crímenes del caviar, en la que recupera a la icónica jueza MacHor.
Divertirse y ser libre
El pasado 7 de enero tambén salió a la venta Alma Negra, cuarta peripecia de la inspectora Ane Cestero, de Ibon Martín. El autor donostiarra declaró que la cumbre es “saber que puedes vivir de escribir, que disfrutas muchísimo y que se vende, de manera que eres libre para hacer lo que quieras, sin presiones”. Y Rosa Ribas, que en 2024 publicó Peces abisales y en marzo volverá con Los viejos amores, nuevo caso de la detectivesca familia Hernández, indicó que, en su caso, la cúspide es “a lo que aspiras con cada novela”. “Esa novela perfecta a la que sabes que nunca llegarás y que es el motor que hay detrás de la siguiente que vas a escribir, y después de la siguiente y así todo el tiempo”.
Un viaje en el tiempo
A sugerencia del moderador, los tres echaron la vista atrás, a sus comienzos, y rescataron las sensaciones que experimentaron con sus primeros relatos. “Quiero creer que, si pudiera viajar en el tiempo escribiría mejor mi primera novela”, afirmó Ribas, y compartió que fue una historia que completó cuando era profesora universitaria en Fráncfort y, “gamberreando con una amiga, decidimos escribir sobre un profesor que no nos importaría que desapareciese”, confesó entre risas. El profesor visitante nunca vio la luz, pero fue clave en su trayectoria, porque ahí nació su primera protagonista, Cornelia Weber-Tejedor, y esa experiencia “me sirvió para recordar algo que había olvidado, y es que todo lo que había hecho hasta entonces había sido para esto”, y que, "aunque yo misma me había puesto un montón de obstáculos, seguramente por miedo, lo mío era escribir”. Así que le debe mucho a la única copia que guarda en papel de aquel manuscrito, uno de “los dos cadáveres” que descansan, inéditos, en un cajón.
En la misma línea, Martín admitió que le da “vergüenza” releerse, “porque sé que habrá cosas que no me van a gustar”, y agregó que, desde su primera novela, “he aprendido en cuestiones relacionadas con el ritmo” y “ya no me agobio tanto con la calidad de la prosa”. “Creo que el lector valora más la agilidad”. Y Reyes Calderón se queda con el “cariño” y la frescura de las primeras páginas, pero prefiere “disfrutar del momento presente”, aunque confesó que, al igual que Ribas, guarda todas las cartas de rechazo que recibió de las editoriales en sus inicios. La autora vallisoletana, afincada en Pamplona durante muchos años, apuntó que ella también tiene “dos cadáveres” sin editar. “Les he dicho a mis hijos que no quiero que se publiquen, pero cuando me muera no sé qué harán”, continuó, divertida.
Punto de giro
Sobre el momento más determinante en su recorrido, Ibon Martín recordó que fue cuando cursaba quinto de Periodismo en la Universidad del País Vasco. “Teníamos una clase de Literatura, pero el titular se cogió una baja larga y vino un profesor jubilado que para volver puso como condición que le dejaran impartir un seminario especializado en novela negra. Al final, solo hubo tres suspensos en junio, y uno fui yo”, destacó, provocando las risas del público. “En verano tuve que hacer un extenso trabajo sobre la evolución de Agatha Christie, y es cuando empecé a interesarme por este género que hasta entonces no había leído”, así que aquel suspenso le “colocó en el camino” que hoy transita con tanto éxito.
Para Reyes Calderón, el punto de inflexión se produjo con Los crímenes del número primo (2008), la segunda de la serie de Lola MacHor. Entonces, “tenía dos novelas que apenas habían agotado la edición de 2.000 ejemplares” y “esa vendió 140.000 de una vez”. Aquello marcó “un antes y un después” en su carrera, quizá porque se adentró en un territorio poco recorrido, con un protagonista infectado por el VIH que comienza a matar a los sacerdotes que no le permitieron confirnarse en un monasterio “para curar su homosexualidad, que él creía que era una enfermedad”. Rosa Ribas intervino para aludir a aquella primera novela “gamberra” que redactó cuando era profesora como momento clave en su decisión de dedicarse a la escritura.
Sacrificios
Alcanzar la cima y conseguir que las/os lectoras/es aguarden sus nuevos títulos también tiene precio. Para la autora catalana, fue la estabilidad económica. “Dejé mi trabajo fijo y cambié seguridad por tiempo”, contó, y reveló que, aunque los plazos de entrega pueden generarle agobio, “a la vez me encantan y los necesito”, porque, si no, “podría pasarme la vida con un libro como Peces abisales”.
Ibon Martín explicó que el mayor sacrificio que ha hecho ha sido dejar la novela histórica. Hasta la fecha, solo ha publicado una, El valle sin nombre (2013), “y me prometí volver a ella”, pero luego se adentró en la vorágine de los thrillers, y “cuando terminaba uno ya pensaba en el siguiente...”
La “asunción de riesgos” es el coste que ha abonado Calderón por su exitoso itinerario. “Suelo abordar temas que pueden dañar lo políticamente correcto y con los que, de alguna manera, te comprometes a través de tus personajes”. “Mi madre siempre me dice que mejor escriba poesía, pero es que a mí me gusta matar”, zanjó ante las carcajadas de las/os espectadores que, un día más, llenaron la sala de Cámara de Baluarte.