Nacido en Pamplona en 1967, Patxi Freytez se crió en Logroño, pero siempre ha mantenido vivo su vínculo con Navarra. De hecho, acostumbra a pasar la Nochebuena en la capital y estudió el Bachillerato interno en el Colegio de Lekaroz. Sin olvidar, por supuesto, sus peripecias en las fiestas de Tafalla, Tudela, Viana... Y sus escapadas a Urbasa, Baztan... La conexión con esta tierra es tan profunda que su única hija se llama Leyre.

Con papeles en series como El comisario, El padre de Caín, Servir y proteger o Madres; en películas como A los que aman, Todo sobre mi madre o Tuno negro, y en obras de teatro como Esperando a Godot, Marat-Sade, Las bicicletas son para el verano, Entre copas o Cielos, el actor afronta una etapa de reinvención que le ha llevado a publicar una novela, La balada del langostino. Un proyecto que le ha ayudado a salir de la depresión y a abrir una nueva vía creativa, porque ya está con la segunda.

No sé por qué no le tenemos ‘registrado’ como actor navarro.

–Nací en Pamplona, pero de pequeño estudié en los maristas de Logroño. Muy poca gente sabe que mis padres se conocieron aquí, donde mi madre estudiaba enfermería y adonde mi padre, que procedía de una familia venezolanoirlandesa, vino a estudiar Medicina. Ella vio a un señor con pinta de americano, que tocaba las maracas y el cuatro, con gafas Wayfarer... Y cayó rendida (ríe). Se enamoraron y se fueron a vivir a Venezuela. Pero cuando ella se quedó embarazada de mi hermano mayor, se empeñó en que quería que sus hijos fueran navarros, y aquí se vinieron. Después se marcharon otra vez y, cuando estaba embarazada de mí, lo mismo. De vuelta en Venezuela, se separaron y mi madre se volvió con nosotros y nos instalamos en Logroño. Su hermano, mi tío José Luis, se vino a Pamplona y se casó con una navarra. Es la única familia que me queda, y vengo todos los años a pasar la Nochebuena. Ah, y segundo de BUP lo hice en Lekaroz.

Que ya no existe.

–Sí, sé que lo tiraron. Hace un par de años me vine en coche y aproveché para subirme a ver aquella zona. ¡Qué sitio tan increíble era! Y también me acerqué a Zugarramurdi. Aquello es una maravilla acojonante. Quizá no se me identifique como navarro, y tal vez yo tampoco he ejercido, pero recuerdo con mucho cariño mis veranos en Codés y en Zudaire, mis excursiones a Urbasa, al Nacedero del Urederra. ¡Qué sitio tan precioso!

Creo que también probó algunas fiestas de pueblos.

–Unas cuantas, sí (ríe). Me he recorrido las fiestas de Viana, Tafalla, Tudela... Y me lo he pasado de puta madre (ríe). De chaval he corrido los encierros de unos cuantos pueblos, eso sí, sin que se enterara mi madre, que se mosqueaba mucho. Además, mi hija, que tiene 20 años y es madrileña, se llama Leyre.

En Navarra ha venido con algunas obras de teatro al Gayarre, pero más bien poco.

–No he venido mucho, no. Sí estuve con Las bicicletas son para el verano, pero no mucho más. Y, por supuesto, me encantaría trabajar más aquí.

Patxi Freytez, en 'Las bicicletas son para el verano'. Cedida

Estudió Periodismo, ¿de dónde le vino lo de querer ser actor?

–Estudié Periodismo porque mi madre no quería que fuera actor. Pero en la Complutense había un aula de Arte Escénico y compaginé las dos carreras. Cuando acabé, trabajé un año en la Cadena SER, me encanta la radio, pero me tiraban más el escenario, la televisión, el cine... Y ahí he estado, ya 30 años de carrera.

Ahora su hija sigue sus pasos, ¿le pasa como a su madre, que no quiere que se dedique a la escena?

–(Sonríe) A ver... Yo quiero que sea feliz y qué le voy a decir... Muchos fines de semana de sus primeros años de vida los pasó conmigo, de teatro en teatro. A Leyre le han cambiado los pañales María Asquerino, Cesáreo Estébanez... y un montón de actores y actrices de este país. Conoce más camerinos y teatros que nadie y, claro, se envenenó y ya de muy chavalita nos pidió permiso a su madre y a mí para hacer danza clásica porque le gustaba mucho bailar. ¡Y con 18 años ya tenía la carrera! Entonces, aunque ya era mayor de edad, nos volvió a pedir permiso para hacer las pruebas de acceso a la RESAD. En su año solo entraron 12 personas y ella fue la 12. Y ya está, ¡qué vas a hacer! (ríe)

Sí que ha trabajado con un director navarro, David Ilundain, con el que hizo ‘B, la película’. Una película pequeña, pero importante.

–Y qué tío más guay es David. Es difícil olvidar esa película por el extraordinario trabajo que hacía Pedro Casablanc. Recuerdo que me quedaba embobado viéndole actuar. Pero hay una cosa que no sabe nadie, y es que el primer día de rodaje en los juzgados, nos enviaron un requerimiento diciendo que nos negaban el permiso para rodar en una sala que ya nos habían cedido anteriormente. Entonces estaba Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid. Y David, se plantó en el despacho del jefe y le dijo que o solucionaba eso en un momento, o llamaba a todos los medios de comunicación y daba una rueda de prensa allí mismo contando lo que pasaba y poniendo a parir a todo dios. Y lo arregló en tres horas. 

Aquel fue un proyecto comprometido en lo social y en lo político, Patxi Freytez también lo es.

–Sí, soy una persona muy comprometida, no me callo y tengo mis guerras en redes sociales. Mucha gente me dice que me iría mucho mejor si no me expresara tanto, pero es que no sé estar callado. Tengo una hija y me gustaría que, al menos, tuviese las mismas oportunidades que tuve yo. Y mirando el mundo que se nos viene encima, me entra el pánico, hablo de verdadero pánico. Yo ya tengo 58 años y he vivido todo lo que quería vivir y desearía que ella viviese en un país en paz, sin fascismos ni mierdas de esas, y que pudiese desarrollar su vida y ser una buena persona. Eso me tiene preocupado.

Y expresa su preocupación, a pesar de que vivimos tiempos de cancelación por todos los lados. ¿No le da miedo?

–Es un tema complejo. El ejemplo más claro que tenemos es el de Willy Toledo. Él es un tipo que no se ha callado nunca, ha defendido sus ideas, equivocadas o no, y siempre ha sido coherente en ese sentido. Y, sinceramente, creo que en la profesión estamos un poco en deuda con él. Todos, yo el primero, porque hemos sido grandes amigos y lo seguimos siendo. Teníamos que haber salido a defenderle y no lo hicimos. Le cancelaron buscando callarle la boca y no le volvieron a contratar. Yo sí que escribí cosas en Twitter, pero no se trataba de eso; teníamos que haber salido a la calle y haberla liado parda. El pobre estuvo viajando de aquí para allá, de Argentina a Cuba, buscándose la vida. Ahora, gracias a dios, han pasado los años y está volviendo a trabajar aquí. El otro día fui a verle al Centro Dramático Nacional, donde está haciendo 1936...

Patxi Freytez, en 'La caza. Monteperdido'.

Patxi Freytez, en 'La caza. Monteperdido'. Cedida

Viene al Gayarre el 28 de febrero y el 1 y 2 de marzo.

–Pues no os la perdáis. Hay que verla. Fíjate que pensaba que yo sabía mucho de la Guerra Civil, pero no veas la cantidad de cosas que cuentan en esa función de las que no tenía ni idea. El currazo que se han pegado los autores –Andrés Lima, Juan Cavestany, Albert Boronat y Juan Mayorga– es enorme. Se han documentado durante mucho tiempo y han hecho algo verdaderamente grande.

A veces parece que en este país es el mundo de la cultura el que nos está contando lo que pasó en este país a través de libros, obras de teatro, películas... Porque no sé si en la enseñanza se habla de esto a las claras; antes no, desde luego.

–Es así. Antes no se nos contaba nada. Existía como un velo negro que lo tapaba todo y recuerdo que, en el colegio, siempre tocaba entrar en el capítulo de la guerra cuando acababa el curso y no daba tiempo... Y hoy me tiene muy preocupado la cantidad de chavales que no saben lo que fue aquello y lo que fue la dictadura.

¿La cantidad de jóvenes que son franquistas sin saber la verdad de quién fue y lo que hizo? 

–Eso es, y fue un ser abominable, un sanguinario. Es que hay mucha gente que no sabe que aun hay 100.000 personas en las cunetas. Y gente que niega ese hecho también... Eso ya... Por eso cuando vengo aquí y veo que hay conciencia sobre estos temas, que hay un montón de banderas palestinas en los balcones, me doy cuenta de que aquí y en general en todos los territorios vascos todo es un poco distinto. 

Claro, es que lleva más de 30 años en Madrid, donde en barrios obreros han votado a Ayuso y a VOX...

–En Madrid nos comen por los pies. Y no lo puedo entender. No hay nada más antiobrero que VOX. ¿Cómo puede haber tanto fachapobre?

¿Quién puede no estar sensilizado con el genocidio que estamos viendo en Gaza y en Cisjordania?

–Absolutamente. Es tan disparate... Lo que pasa es que el sionismo lleva existiendo desde hace muchos años y tiene poder porque ha comprado medios de comunicación para que la gente piense que esto es una guerra.

Quizá los medios, al menos algunos, deberíamos empezar a nombrar bien las cosas y no llamar guerra a lo que es una aniquilación.

–Sería muy importante. Para que haya una guerra tiene que haber dos ejércitos enfrentándose, y aquí hay un ejército con francotiradores disparando a niños a la cabeza.

¿Estamos todos anestesiados por la cantidad de imágenes y noticias que recibimos todos los días a través de los medios y de las redes sociales?

–Seguramente. Estamos adormecidos, pero no me quiero ni imaginar qué será lo siguiente si normalizamos ver cómo se masacra a chavales.

Ha hecho teatro, cine y televisión. Esta le ha dado mucha popularidad.

–Sí, he hecho muchas series, la televisión me ha tratado bien. Lo que me puso en este mundo de la interpretación fue A los que aman, de Isabel Coixet. En ese momento, pasé de ser un actor de furgoneta a hacer una película que fue al Festival de Venecia... Todo el mundo esperaba mucho de ella, pero las expectativas no se cumplieron, y para mí fue toda una lección. Me di cuenta de que tenía que tomármelo con calma. Justo después de eso llegó El comisario y ahí es donde hice mi reválida como actor. También empecé con el teatro y desde entonces no he parado. He ido empalmando una función con otra y seguiré mientras me den el cuerpo y la cabeza. No puedo vivir sin hacer teatro. Ahora también estoy dando talleres intensivos de interpretación y aquí tengo contacto con Butaca 78.

Hablábamos antes de la televisión, ¿qué opina de las plataformas?

–Antes del confinamiento ya se veía que iban a pegar un puñetazo sobre la mesa antes o después, pero es que el reordenamiento del audiovisual en este país ha sido bestial. Al principio, todos pensaban que entre las series de las teles generalistas y las de las plataformas no iba a haber actores para todas, pero, mira, antes de que nos confinaran, yo había empalmado seis series seguidas y desde entonces hasta ahora he hecho un capítulo de una serie de Netflix. No entiendo por qué, a veces me da la sensación de que hay una generación de actores a los que nos han borrado. Y también estoy entrando en una edad para la que no se escriben tantos papeles. Hay personas que me han dicho que están hartas de ver siempre a los mismos, pero es que yo entiendo que si una plataforma tiene dinero, querrá contratar a Luis Tosar, por ejemplo, porque es muy, muy bueno. Pero, como le digo a mi representante, ni yo era tan bueno antes ni tan malo ahora... Claro, la televisión ha desaparecido de mi vida y, aunque el teatro no me falta, la realidad es que hoy no se puede vivir de él. Eso también ha cambiado mucho, ahora hay muchas más compañías y hay que repartir el pastel entre más gente. Pero está bien, creo que en la vida es bueno reinventarse y buscar caminos nuevos.