“Nerviosa”, pero “con muchas ganas”. Así ultima Ana Maestrojuán la gala de los Premios Max, cuya 28ª edición se celebrará el próximo lunes, 16 de junio, en el Teatro Gayarre de Pamplona.
La dramaturga y directora de escena pamplonesa ha tomado las distintas acepciones del concepto de tiempo como leitmotiv de un espectáculo para el que ha prescindido de la figura del presentador y que espera que, agradecimientos mediante, no pase mucho de las dos horas. Un evento “elegante” que ha preparado “muy bien acompañada” tanto por los profesionales navarros que escogió personalmente, como por los equipos de Fundación SGAE y de RTVE. “Me he sentido arropada y respetada”, dice. “Y me lo estoy pasando muy bien”, agrega.
Apenas quedan unos días para la gala, ¿cómo anda de nervios?
–Pues con nervios, claro, pero también con muchas ganas. Necesito ya ponerme a montar y bajar todos los planteamientos a tierra. Ahora (la conversación tuvo lugar hace unos días), estamos ensayando y cerrando cosas, intentando limpiar y recortar todos los flecos, porque la semana que viene (por esta) ya hay que armar la escenografía, viene la televisión... Y entramos ya en otra fase.
Claro, ha tenido que diseñar una gala que se va a ver en televisión, ¿cómo lo ha llevado?
–Para mí es toda una novedad y he tenido que adaptarme a que no va a ser solo el público del teatro el que va a ver el espectáculo, sino que también habrá gente viéndolo por la tele. Trabajar con cámaras es otro lenguaje, así que me he dejado aconsejar en todas las reuniones que he tenido con los equipos de Televisión Española. El realizador tiene mucha experiencia, lo tiene todo muy estructurado, y el diálogo ha fluido muy bien. Yo les he trasladado lo que tengo en la cabeza para las entradas, las salidas y lo que quiero que quiero que se vea en cada momento, y ellos me han dado su visión y me han dicho cómo lo van a abordar. Estoy aprendiendo un montón, y ese es uno de los aprendizajes que me llevo.
¿Hay otros?
–Sí, por ejemplo, este trabajo me está sirviendo para afianzarme y reafirmarme a mí misma que soy capaz de hacer proyectos de esta envergadura y con cierta calma. Por supuesto, estoy con mis nervios de siempre, porque yo voy a estar siempre nerviosa, pero estoy fuerte y me encuentro en un momento en que sé lo que quiero. He defendido los equipos con los que quería trabajar y no ha sido una defensa encarnizada, sino que las han aceptado y, además, los profesionales de la SGAE y de la televisión que no conocía, me han arropado en todas las decisiones. En ningún momento, al menos por ahora, me han respondido un no rotundo a nada.
"En la dirección de la gala me he sentido acompañada y respetada y me ha servido para afianzarme"
¿Sus ideas no han tenido resistencia por la parte madrileña?
–Ninguna. Y eso me asusta, me entra el síndrome de la impostora y empiezo a pensar en que no son tan buenas... La verdad es que todo está siendo un fluir muy gozoso. Por supuesto, me han aportado ideas y me han puesto el foco en algo que yo no veía, pero eso es parte del proceso.
Con lo que le gusta aprender...
–Sí, estoy disfrutando mucho en ese sentido, y trabajando con personas diferentes y que todo el mundo me consulte. Eso me hace mucha gracia. No deja de resultarme interesante que todo pase por mí. Y me gusta. Eso implica una responsabilidad que te sitúa en otro sitio también.
En este caso, además, no es como cuando estrena una obra con su compañía, que después del primer día pueden ir rodándola y puliendo detalles. Esto es en directo y a una sola función...
–Sí, sí. Por eso el trabajo previo es tan necesario. Estamos ensayando, leyendo... Lo de la improvisación se me da muy mal, posiblemente porque soy controladora, por eso necesito, por lo menos, que todo el mundo sepa en qué código estamos hablando y cuál es la pulsión, el alma de lo que queremos contar. Y sin olvidar que esto no deja de ser una gala y que, aunque, por supuesto, tiene que ser amena, los protagonistas y las protagonistas son los y las premiadas.
¿Van a cortar los discursos de agradecimiento, que es donde se suelen alargar las galas?
–He pensado algunas cosas y he ideado una estratagema para acortar ese tiempo. Otra cosa es que nos hagan caso. A ver, yo les entiendo, es su momento de gloria, pero, a la vez, creo que nos dedicamos al mundo del espectáculo y debemos tener control del tiempo.
El tiempo. ¿Por qué escogió este concepto como leitmotiv de los Max de este año?
–Posiblemente, porque cuantos más años cumplo, más consciente soy de de su importancia. No sé, me gusta mucho reflexionar sobre el tiempo, también puede influir el hecho de que mi pareja es relojero (ríe) y que el tiempo está muy presente en nuestro día a día. Aparte de eso, no sé en qué momento de la vida te das cuenta de que a lo mejor ya has vivido más de lo que vas a vivir... Y no lo digo con susto, pero sí me pregunto cómo de elástico es ese tiempo. Por ejemplo, ¿cómo es posible que me acuerde nítidamente de mi primer día en Barcelona, cuando ya hace 25 años, y no recuerdo lo que hice hace dos días?
"Solo me veía capaz de hacer este trabajo si estaba rodeada de mi gente"
El teatro también es tiempo.
–Así es. Y ¿cómo es ese tiempo? ¿Cuál es el tiempo cuando estás de espectadora y cómo es el que viven y nos dan los actores? Este tipo de ideas me resultan súper seductoras. En mis obras me encanta mezclar un tiempo real con otro ficticio... Todo esto te abre unas ventanas maravillosas.
Ha comentado que desde la organización de los Max aceptaron las propuestas que hizo sobre el equipo, y escogió trabajar con profesionales navarras/os.
–Sí. Cuando me llamaron de SGAE, la primera persona con la que hablé fue mi socio (Ángel García Moneo). Claro, este proyecto también iba a afectar a nuestra compañía, porque yo desaparecía bastante de ella durante unos meses. Y él me animó. También hablé con Alfredo (Sanzol), que me dijo que lo hiciera, que no podía poner como excusa que no sabía hacerlo porque estas cosas se aprenden haciéndolas. Por otro lado, solo me veía capaz de hacer este trabajo si estaba rodeada de mi gente.
¿Qué gente?
–Llamé a David Bernués para decirle que si él no estaba, yo no podía estar. Le dejé claro que le necesitaba también por su visión y control del lenguaje audiovisual. Y cuando desde SGAE me dijeron que fuera pensando en un director musical, primero tuve que enterarme de qué es un director musical y enseguida pensé en Gorka Pastor y empezamos a crujirnos a llamadas y mensajes. Y con Edurne me entiendo tan bien y me gusta tanto trabajar con ella... Porque no es un proceso de me gusta o no me gusta, sino que nos implicamos las dos. En este caso, partimos de una idea y hemos terminado en otra diametralmente diferente porque la escenografía nos ha llevado a ese punto. La escenógrafa, Ikerne Giménez, es la única persona a la que no conocía, ella es de Bilbo y quería trabajar con gente de cercanía. Es algo que me he autoimpuesto, quería que todo o casi todos los profesionales que trabajaran en la preparación de la gala fueran navarros o tuvieran algún vínculo con Pamplona.
¿Por qué?
–Desde SGAE me dijeron que, al ser un evento itinerante, intentan que los directores o las directoras de la gala sean de de la región. Y, a la vez, dan libertad para escoger a las personas que conforman los equipos. Y yo tuve claro que quería trabajar con la gente con la que me siento cómoda y segura, aunque muchas veces me confronte también con ellas. Además, creo que la queja y la denuncia se pueden expresar de muchas maneras. Yo soy más de acción, de ser operativa. Por eso el 98% de la gente que va a estar trabajando el día 16 es de aquí y se va a notar.
¿Se va a mostrar el talento local?
–Eso es. No se trata tanto de quejarnos de la centralización y de decir que parece que las provincias no existimos, como darle la vuelta a ese argumento y ya que este año los Max se celebran aquí, mostrar lo que sabemos hacer.
En ese sentido, cuando se anunció que los premios se iban a entregar en el Teatro Gayarre, hubo quien dijo que esta cita iba a servir para poner a Pamplona en el mapa de las artes escénicas. Pero ya estamos en ese mapa desde hace mucho...
–Por supuesto que sí. De hecho, todo el mundo de las grandes capitales quieren venir al Gayarre. Otra cosa es que no haya equilibrio y que esto no funcione de la misma manera en las dos direcciones, pero existir, existimos. Y creo que cada vez mejor. Todavía no es suficiente y hay que seguir trabajando, pero no desde la queja, sino desde la acción.
Muchas veces, cuando a alguien le ofrecen dirigir un evento como este opta por rodearse de profesionales famosos. No ha sido su caso.
–Es verdad, suele pasar. Parece que hay quien prefiere rodearse del brillo de determinados nombres, pero cuando acepté, puse unas condiciones y me las admitieron. Hay algo que también te da la edad, y es saber que si la gala ha salido mal, el 17 de junio se acordará todo el mundo, y si ha salido bien, no se acordará nadie. Soy plenamente consciente de eso y, de hecho, el día 17 yo me voy a MADferia. Ahí se me acaba el glamour, habrá sido una experiencia y ya está.
"No se trata tanto de quejarnos de la centralización y de decir que parece que las provincias no existimos, como de darle la vuelta a ese argumento y ya que este año los Max se celebran aquí, mostrar lo que sabemos hacer"
¿La gala nos contará una historia?
–La gala está concebida como una especie de obra de teatro. Tiene un sentido dramatúrgico porque no sé trabajar de otra manera, pero no necesita contar una historia. El tiempo la cuenta. El título de este año es Tiempos vivos, así, en plural, porque en el teatro hay diferentes tiempos, el de la danza, el del cuerpo, el de la voz... Además, nosotros nos dedicamos a las artes en vivo y, como sociedad, estamos en un momento en el que tenemos que estar más vivos y vivas que nunca.
¿Ha tenido en cuenta los tiempos tan raros y difíciles que vivimos a la hora de armar la gala?
–Vivimos tiempos convulsos, pero me niego a caer en ese pensamiento generalizado de abatimiento. Me niego. Para eso, ya tenemos a personas como Brecht, que ya nos pusieron las pilas hace mucho tiempo con sus textos, que creo que están totalmente vigentes y tienen mucha más peso que si yo escribiera ahora un panfleto.
¿Ha visto otras galas de los Max?
–Tengo un máster en galas de los Max (ríe). Posiblemente, me he visto las diez últimas para detectar lo que yo considero puntos fuertes y los que me parecen menos fuertes. Eso sí, adecuándolos a mí, a mi lenguaje y al espacio en el que estamos. Por ejemplo, me he dado cuenta de la importancia de que los números no tengan una duración excesiva, y eso es algo que está en mi mano. Lo que no lo está tanto son los agradecimientos, que es lo que suele ralentizar; pero, bueno, intentaremos que todo tenga ritmo.
¿Qué me puede contar de las/os presentadoras/es?
–Pues que me he cargado la figura del presentador (ríe). Sobre el escenario habrá gente conocida de aquí y de fuera, pero no quería que existiera una figura de presentador, como tal. La gala irá fluyendo en el tiempo.
Otras ceremonias de los Max se han celebrado en auditorios o espacios más grandes, ¿se notará también que el Gayarre es un teatro especial?
–Muy especial, sí, y creo que facilita la escenografía. Tú entras a la sala del Gayarre y es casi como si entraras a una iglesia. Tiene un poso, una calidez y unas características que enmarcarán muy bien nuestra propuesta, así que tenemos que jugar a a favor de ellas. Aunque muchas de las personas que han quedado finalistas ya lo conocen porque han actuado aquí, vamos a aprovechar para enseñar el teatro.

¿Se lo ha pasado bien durante esos últimos meses?
–Sí, extrañamente bien. Empecé con muchísimo miedo, de hecho, esa era la palabra que me salía todo el rato en las primeras entrevistas. Pero me lo he pasado muy bien, aunque reconozco que esta semana (la pasada) me he empezado a levantar diferente; un poco como en los momentos previos a los estrenos. A mí los ensayos me encantan, podría vivir sin estrenar (ríe). Pero la estoy gozando, sí. Sé que estos días habrá problemas, y también el día de la gala, pero no me dan miedo.
Parece que hacerse cargo de este trabajo también le ha servido a título personal y profesional.
–Sí, sobre todo, porque vitalmente me ha tocado en un momento que sí puedo hacerlo. El año pasado hubiera dicho que no, pero este me encuentro bien y me he sentido muy acompañada por los equipos de SGAE, del teatro, del ayuntamiento. Acompañada y respetada.
Resulta que en 2014 estrenó en el Gayarre ‘Tres árboles de piedra’, la primera obra que escribió y dirigió para su compañía, Producciones Maestras. Y ahora va a dirigir aquí la gala de los Max. ¿Qué queda de aquella Ana Maestrojuán y qué ha cambiado?
–Quedan muchas cosas. Por ejemplo, queda la inconsciencia de querer hacer un proyecto con una idea. Cuando agarro una, no la suelto (ríe). Queda esa ilusión, el terror al día anterior... Es que yo soy inconsciente hasta el día del estreno (ríe). Todo eso es maravilloso. En cuanto a lo que ha cambiado, diría que he aprendido a delegar y a trabajar en equipos. A saber que mis ideas no tienen por qué ser las mejores. He aprendido a escuchar muchísimo. Trabajar con Ángel (García Moneo) me ha ayudado también a la organización y al entendimiento, y a que mi ego se vaya poniendo en su sitio. Creo que ahora soy mejor persona en ese sentido porque me siento más segura de mí misma. La inseguridad muchas veces te lleva a imponerte o a hacer las cosas desde un punto que a lo mejor no es el más adecuado.
Claro, durante estos años, su vida también ha cambiado, y eso, de alguna manera, se habrá trasladado a su trabajo.
–Y viceversa, el trabajo ha influido en mi vida. Pero también he aprendido a saber qué lugar darle al trabajo en la vida; porque mi trabajo me apasiona, pero mi vida también.
¿Desde dónde va a ver la gala?
–Me obligan a verla desde el patio de butacas. Yo no quiero, pero me obligan (ríe). Quería verla con los técnicos o en camerinos, pero bueno, tengo que estar ahí porque, además, mi trabajo ya estará hecho. Así que sí, me tocará estar en el patio de butacas; una tortura (ríe).