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Emiliano DionisiAutor y director de 'El brote'

“Más allá de cómo esté jerarquizada su vida, uno tiene que sentirse protagonista de su propia historia”

‘El brote’ es un monólogo metateatral de humor crítico que ha triunfado en Argentina y que el Festival de Olite acogerá el 2 de agosto

“Más allá de cómo esté jerarquizada su vida, uno tiene que sentirse protagonista de su propia historia”Cedida

El brote, escrito y dirigido por Emiliano Dionisi y protagonizado por Roberto Peloni, es un monólogo cómico sobre las obsesiones y neurosis de la sociedad contemporánea que lleva acumulando galardones de prestigio en Argentina desde su estreno en 2023. Se trata de una propuesta que se desarrolla en el seno de una compañía teatral, vista a través de la mirada de un actor secundario que, frustrado por no progresar en la compañía a pesar de su talento, cae en un círculo de envidias, recelos, paranoias y obsesiones.

Paralelamente, el intérprete se mete en la piel de docenas de personajes distintos con una versatilidad asombrosa, e interpreta fragmentos del teatro clásico, desde Shakespeare hasta Calderón de la Barca, en un encuentro metateatral con el público. El protagonista empieza a confundir los límites entre la ficción y la realidad, y a desconfiar de quien escribe los acontecimientos de su vida. El universo del teatro, los actores, los ensayos, las obras y sus personajes, sirven como marco para indagar sobre las emociones en la vida cotidiana de las personas y sus inevitables desbordes.

'El brote', una producción de Compañía Criolla

A nivel personal, ¿cómo fue el proceso creativo detrás de ‘El Brote’? ¿Hubo algún momento o experiencia en particular que le inspirase a escribir esta historia tan particular?

–Esta historia la escribí para Roberto, con quien tenía muchas ganas de volver a trabajar. Empecé a desarrollar un personaje que, mientras actúa, va explicando lo que hace, cómo está vestido, cómo es la escenografía. Eso me resultaba muy divertido. A medida que avanzaba, el personaje empezó a tener opiniones sobre sus compañeros y sobre el teatro, algunas bastante duras. Era un tipo insoportable, pero a la vez querible. En la primera escena, un compañero le pisa el pie, en sentido figurado: le adelanta una línea y le quita la última palabra. Algo mínimo que genera en él una gran venganza, y eso me pareció fascinante. A partir de ahí, la obra tomó forma como una bola de nieve. Con el tiempo me di cuenta de que el personaje es muy identificable, no solo en el teatro, sino en general. Representa esa neurosis y frustración que todos sentimos en un mundo del positivismo, donde se espera que, si te esforzás o manifestás lo suficiente, todo se dé... Pero la realidad no siempre es así y enfrentarse con eso es muy fuerte.

En la obra, un actor secundario comienza a cuestionar quién es el verdadero responsable de los acontecimientos de su vida. ¿Qué nos dice ‘El brote’ sobre el control y la narrativa que ejercemos sobre nuestras propias historias?

– Me gusta pensar que la obra conecta con esos momentos en los que atravesamos una mala racha y nos preguntamos quiénes somos, qué control tenemos realmente. Cuando la escribí, pensé que era una obra de nicho, muy teatral, dirigida a gente del ambiente, pero se volvió tremendamente popular, llegamos a públicos muy diversos. Creo que eso pasa porque, más allá del mundo del teatro, el personaje enfrenta algo muy universal: la sensación de no alcanzar lo que uno desea, de que otros consiguen cosas sin merecerlas tanto. Y en ese espejo, muchos se ven reflejados.

¿Es la jerarquía del teatro extrapolable a la jerarquía social? ¿Y por qué esa obsesión por dejar de ser un personaje secundario, teniendo en cuenta que todos los personajes son indispensables para que una obra funcione? 

–El que dice que no hay personajes menores es porque nunca fue uno. En una compañía, los roles van cambiando. Lo que pasa es que uno, más allá de cómo esté jerarquizada su vida, tiene que sentir que es el protagonista de su propia historia. Es decir, que él sea el centro de los acontecimientos que le pasan. Ser protagonista de tu vida no quiere decir ser el CEO de una empresa, quiere decir que tienes las riendas de tus propios deseos, de poder imaginarte y soñarte un futuro. 

'El brote', una producción de Compañía Criolla

¿Cree que el universo de las artes escénicas es un territorio especialmente fértil para explorar las emociones humanas, incluso aquellas que atraviesan la vida cotidiana?

–Me parece que el teatro es una gran oportunidad porque está muy cerca de la gente. Al menos en Buenos Aires, cada barrio o ciudad tiene su zona teatral. A veces el teatro va a las escuelas, otras veces las escuelas van al teatro. En comparación con otras disciplinas, acceder al teatro es bastante simple. Por ejemplo, no es lo mismo que llegue un filósofo o un pensador muy específico, o incluso otras artes como las visuales en museos, o las líricas, que suelen estar más asociadas a espacios específicos o a circuitos más elitistas, especialmente en España, donde hay menos oferta en cada lugar. En ese sentido, creo que el teatro es el arte más democrático que existe, el que está más al alcance de todos. Y como además tiene una enorme potencia para conectarnos emocionalmente, esa cercanía lo convierte en una herramienta muy poderosa. Permite generar una fiesta popular, un encuentro colectivo donde realmente pasa algo.

‘El brote’ se presenta como un monólogo metateatral. ¿Qué le inspiró a crear una obra en la que los límites entre la ficción y la realidad se desdibujan de una forma tan intensa? ¿Es una crítica a la sociedad actual en la que no es fácil discernir lo falso de lo verdadero? 

–Mauricio Kartun, que es un gran maestro dramaturgo argentino, dice que las obras son más inteligentes que sus autores y en esta obra hay algo de eso. Me parece que la propia obra fue buscando esa mezcla de registros en la escritura. Empecé a escribir un juego teatral sobre un actor que mientras actúa, explicaba los mecanismos de la actuación y después, la obra empezó a hacerse cada vez más meta y, por momentos, llegó a algo que ya no entendés si es el personaje el que está hablando, si es el actor o si es el autor. Más que una intención clara por mi parte, fue una necesidad que tuvo la obra y que yo supe atender y alimentar. 

El espectador, normalmente, solo reconoce y emite una valoración sobre la obra terminada, pero este proyecto le permite tomar contacto con la realidad de un actor ¿Qué le gustaría que la audiencia aprendiera sobre este oficio?

–No me gustaría que aprenda, porque no creo que el teatro sea para aprender. No obstante, me gustaría abrir un poquito la cortina y que la gente vea todas las escenas, que conozca un poquito del oficio del actor. Sobre todo para identificar que los actores no son seres sensibles e intocables; tenemos las mismas manías, los mismos días buenos y malos, y las mismas frustraciones que tiene el carpintero. Entonces, me parece que este juego es muy lindo. Y además, se le suma el trabajo con Roberto Peloni, que es un actor extraordinario. Es uno de los pocos actores que conozco que enaltece el oficio, un narrador nato.

'El brote', una producción de Compañía Criolla

La obra es un homenaje al teatro clásico y cierra con un monólogo de ‘La tempestad’ ¿Qué vínculo encontró entre este texto y el recorrido del personaje?

–Se dice que La tempestad es la última obra que escribió Shakespeare, y en ella parece pedir perdón por los daños causados, como un acto de redención. Me pareció interesante vincular ese juego con el personaje de la obra, que también es un personaje que atravesó situaciones muy duras por sus neurosis, por sus inconsistencias, por su falta de cariño, por su falta de empatía o por un montón de injusticias que le van sucediendo. Esa conexión entre el perdón del personaje y el de un autor tan grande como Shakespeare, me resultó muy potente.También está presente Calderón de la Barca y su inclusión es muy especial. En España, el público lo reconoce de inmediato, lo tiene muy presente desde la infancia. Es emocionante ver cómo reaccionan cuando llega el momento de su muerte en la obra; incluso comienzan a recitarlo. Es realmente hermoso.

¿Qué significa para usted, como director, presentar esta obra en el Festival de Olite y qué espera de la experiencia? 

–Es todo un privilegio. Nuestra relación con España es hermosa. Poder mostrar lo que hacemos al otro lado del mundo, compartir nuestras diferencias culturales —que son enormes, pero a la vez somos hermanos— es muy emocionante. Para nosotros, España es como la casa de la abuela. Mis bisabuelos vinieron a Argentina a laborar y a buscar refugio, y me enorgullece pensar en todo lo que construyeron. El público español es distinto, muy expresivo. Si el espectáculo le gusta, lo celebra, te lo demuestra, te espera a la salida, quiere hablar. Eso nos entusiasma mucho. Además es un festival precioso, que nos permite conocer otras compañías internacionales, ver cómo producen, qué temas abordan, si cuentan con apoyo o no. Nos ayuda a crecer como comunidad y como artistas. Para nosotros, los festivales son de lo más lindo del trabajo, así que venimos con mucha alegría por compartir lo que hacemos.