No lo ha tenido fácil para emprender su propio camino en la vida, pero Hasier Larretxea Gortari nunca ha tenido miedo de recordar, de mirar al pasado para reconciliarse con él. “La vida consiste en eso”, asegura el poeta navarro para el que la literatura fue un salvavidas en la adolescencia. Larretxea acaba de presentar (el pasado jueves) en el Festival Agosto Clandestino de La Rioja su nuevo libro, Itzalen kartografia/La cartografía de las sombras, una antología poética bilingüe publicada por Ediciones del 4 de Agosto en una cuidada edición de 300 ejemplares firmados y numerados por el autor. Las heridas de una infancia atravesada por el catolicismo, la cerrazón y el ambiente opresivo que dejó la guerra; el exilio interior y la memoria como archivo del dolor pero también como posibilidad de futuro, están en estos poemas, en los que la escritura es, ante todo, un acto de resistencia.
PREGUNTA: ¿Cómo surge esta nueva antología poética?
RESPUESTA: Me apetecía poder ofrecer un libro bilingüe, y me parecía un ejercicio muy bonito para poder honrar los tres últimos libros que he publicado en euskera. Hasta ahora mis amigos y la gente que quiero y los lectores no han podido leerlos en castellano, y me sumergí en esta aventura. Un ejercicio bonito y complejo, porque es un trabajo de introspección; cuando un autor o una autora se autotraducen, como he hecho yo en este caso, digamos que reescriben o reinterpretan su obra. He hecho un camino vital a través de esos poemas con el ejercicio de la traducción.
P: Habla de traducción, pero será un ejercicio de nueva creación.
R: Sí, absolutamente. Es un reto muy complicado traducir poesía. Y al no ser filólogo ni traductor, he hecho una versión libre, de autor, muy casera. Tengo mucho respeto a la labor de los traductores y es mi manera de poder ofrecer estas versiones.
P: ¿Se reconoce en estos poemas pasado el tiempo?
R: –Me retrotraen mucho a momentos que simbolizan o que evocan. También he hecho un ejercicio de autocrítica interior, y me ha costado mucho escoger los poemas, porque he tendido, en euskera sobre todo, a tensar mucho el lenguaje y a una poesía que bebe del surrealismo, me han señalado en ocasiones que mi poesía en euskera a veces era un poco etérea. Seleccionar poemas de estos tres libros ha sido una manera de observar cómo he ido escribiendo, y hay una transformación desde el primero de los tres libros que representa la primera parte de esta antología, donde la escritura es más compleja. Me reconozco y es un itinerario vital interesante y en el que establezco ese trazo a través de la infancia, lo que nos ha acotado el peso de la religión católica, lo que cuesta emprender el camino propio... Mi poesía, aunque transcribe mi mirada y mis experiencias personales, intenta también declamar desde una amplitud de miras hacia una sociedad, para hablar de esa convivencia a veces complicada entre los diferentes. Intento alargar la mirada desde el yo y desde lo íntimo hacia lo social, sin caer en una poesía de crítica social al uso.
P: ¿Es importante mirar a las sombras del pasado?
R: La escritura para mí se construye desde ahí, para entender qué significan esas sombras, qué representan esos contornos, esos claroscuros, porque la vida está construida de la luz y su propia sombra, y hay ese recorrido. Y sobre todo la poesía nos acerca esa posibilidad de reflexionar, de declamar desde esos lugares desde donde nos cuesta o nos duele profundizar, y por eso a veces no los miramos de frente o no ahondamos en ellos. Me parecía un título acertado, y me costó mucho escogerlo.
“El peso de lo que se esperaba de mí como aizkolari era muy grande, he tenido que luchar mucho para hacer mi camino”
P: Todas las personas tenemos heridas de la infancia y todas tenemos que reconciliarnos con cosas del pasado.
R: Sí, la vida creo que consiste en eso. Y no solo para los que hemos dejado atrás el lugar de origen, todas las personas tenemos que sanar con las genealogías, con el peso del apellido...
P: En un poema se pregunta por qué los grupos cerrados, por qué los apodos, las habladurías...
R: Sí, hago referencia a un lugar, el Alto de Legate, donde íbamos de txikis y donde se celebraba una misa, aunque los pequeños íbamos a jugar y a pasar el rato, con ese trasfondo apetecible de andar en el monte. Ese poema podría representar lo que detallas de la reconciliación con el pasado. Al final la vida consistiría en eso si nos enfrentáramos a los devenires de la vida. Después está la opción de una vida más lineal, de seguir los patrones y no cuestionarlos, que también es una opción respetable, pero en mi caso, como persona del colectivo LGTBIQ+, como persona cuya lengua materna es el euskera pero el castellano me ha servido también para escribir y expandirme en la vida, al vivir en Madrid, al ser hijo de un deportista rural, el apellido del que hablaba antes... a veces no solo hay que cortar el cordón umbilical, sino también dar forma con la genealogía y la familia a esa convivencia, y a veces no es fácil que te entiendan, que te respeten y acepten que hagas tu camino en la vida.
P: ¿Fue difícil liberarse del peso de lo que se esperaba de usted como aizkolari?
R: Sí, sí. El peso era muy grande, yo desde pequeño he estado en todas las competiciones en todos los pueblos con mi padre, y lo que se esperaba de mí era eso. He tenido que luchar mucho para hacer mi camino; después mis padres me han apoyado, no me han puesto pegas, pero para mí ha sido un camino bastante complejo, porque tampoco sabía adónde me llevaría la vida y la creación, y tampoco tenía referentes en casa, en casa no había libros, no había música. Yo nací en una familia rural y para mí la literatura y la escritura han sido esa resistencia, esa cabañita en mi habitación donde poder imaginar otros mundos y otras realidades, y doy gracias a eso. Para muchos adolescentes y muchas personas puede ser un revulsivo para sus vidas a veces anodinas o complicadas, cuando tienes familiares que no entienden tu sentir o tu devenir más allá de los patrones familiares.
P: Otro peso es el del catolicismo. Creo que fue monaguillo, ¿no? Y que llegó a sentir culpa por su homosexualidad.
R: Sí, mucha. Yo fui muy feliz cuando fui monaguillo, he de decirlo, bajaba con el dinerico a comprar a la cooperativa los dulces... lo hacía por mi abuela, la parte de mi madre era muy católica, muy sumisa de esencia, la parte de mi padre no, ha sido más guerrera. Y claro, a mí me estallaba la cabeza. Yo, joven, en un pueblo, en Arraioz, en un entorno hipercatólico..., y fui dándome cuenta de mi identidad sexual pero me lo negaba absolutamente, no podía ser, además escuchaba comentarios despectivos y homófobos en la familia siempre hacia la pluma, hacia el mariquita, y claro, no es fácil darle forma, aceptarlo, hacer tu camino y creer en ti. Con 14 ó 15 años empecé a sentir necesidad de ir a Pamplona, por todo esto de la literatura y la música, y mi madre me daba dinero para coger la Baztanesa, iba a Kattalingorri... y eso me salvó mucho. Sí, sí, yo he sentido mucha culpa durante muchos años. He tenido muy presentes esas cuestiones de la religión católica, y yo entiendo el catolicismo o las religiones desde otro prisma, he ido dándole forma también a eso, no desde el ofensor y lo opresivo pero sí desde la amplitud, la generosidad y la bondad.
“Intento alargar la mirada desde el yo y desde lo íntimo hacia lo social, para hablar de esa convivencia a veces complicada entre diferentes”
P: En ese camino de evolución personal, ¿la escritura ha sido vía de liberación, acto de resistencia?
R: Las dos cosas. Yo creo en la escritura como acto de resistencia ante el declive humano; hay cuestiones que como a cualquier ciudadano me duelen, me hieren, me afectan, y la literatura siempre va a ser un lugar de pensamiento necesario en estos tiempos líquidos donde qué fácil es el pensamiento intransigente, el enfado constante... Creo en la literatura como un lugar de entendimiento, de tender puentes entre ideologías... un lugar desde el que imaginar y transformar las realidades propias. Desde lo íntimo y personal podemos ir trazando esas colectividades. Y también creo absolutamente en la escritura como canal de expresión. Cuando yo no podía expresarme con palabras en aquella adolescencia, y no me podía permitir ni pensar casi algunos conceptos de vida, que me podían gustar los chicos... entonces mi propia cárcel en la adolescencia fue rompiéndose a través de la escritura.
P: Y ahora trabaja con esa faceta terapéutica de la literatura.
R: Sí, en noviembre di un giro a mi vida, y de trabajar en salud mental he pasado a centrarme más en lo cultural, con los talleres de Palabras que sanan, en bibliotecas públicas de Navarra. Empecé en mayo en la Txantrea y a partir de septiembre voy a estar en Burlada y en Olite, en castellano. Este trabajo conecta mucho con mi literatura y con mi percepción de la función social de la literatura, que es dotar a la gente de herramientas para expresarse, para el autoconocimiento, desde la horizontalidad. Están demostrados los beneficios terapéuticos de la literatura, la biblioterapia. Profesores en Estados Unidos comprobaron que cuando la gente escribía sobre su vida en las clases, disminuían las citas médicas y los alumnos y alumnas estaban fisiológica y emocionalmente mejor. Está relacionado con otras cuestiones de vida como hacer deporte, escuchar música, poder dialogar o ir a terapia; la literatura tiene un poder terapéutico transformador muy importante.
“La literatura siempre va a ser un lugar de pensamiento necesario en estos tiempos líquidos donde qué fácil es el pensamiento intransigente”
P: Lleva 18 años viviendo en Madrid, ¿cómo ve desde allí su Baztan natal?
R: Como muchos lugares se está turistificando mucho, lo veo como un lugar en el que está costando vivir, creo que a los jóvenes también. Para mí es un refugio, un lugar donde respirar, y ahora que estoy yendo más frecuentemente, cada quince días, está siendo un lugar donde estoy sanando. Para mí Baztan es hogar, es familia y es un lugar donde me inspiro mucho. Mi literatura bebe de aquella infancia, de esa mística, de todo lo rural.
P: Por último, en uno de sus poemas alude a “ese barro que sigue ensuciándonos las uñas”. ¿Dónde ve hoy ese barro?
R: Lo veo en la confrontación, en esa sociedad que se queda con el pensamiento único e intransigente, en que no somos una sociedad mejor después de la pandemia, todo lo contrario, y especialmente pensando en la especulación inmobiliaria, la precariedad laboral y, sobre todo, las guerras y los genocidios. Son ciclos de la sociedad, ¿no? Este poema hacía alusión a la memoria histórica para el proyecto de Amaiur, me hicieron un encargo con motivo los 500 años que hizo que las tropas de Castilla derrocaron el castillo de Amaiur. La codicia, la envidia, nos siguen ensuciando todavía las uñas. Y yo creo aún en la bondad, en ese espíritu humanista que nos transforma desde lo pequeño, y que al final es un eje de vida.