Albert Hernández e Irene Tena son dos jóvenes bailarines de menos de 30 años que han fundado la compañía La Venidera, un nombre que invoca todo lo que está por venir y su ilusión por vivir de la danza. El pasado viernes estrenaron No, una poderosa propuesta de flamenco contemporáneo con la que inician una gira que llegará a Pamplona, al Museo Universidad de Navarra este viernes, 24 de octubre.

Albert Hernández (Barcelona, 1997) e Irene Tena (Barcelona, 1998) han decidido que este era el momento de abandonar el Ballet Nacional de España (BNE), donde han sido primeros bailarín y bailarina solista con el director, Rubén Olmo, para iniciar su andadura con La Venidera.

“Tenemos el talento, la iniciativa, la oportunidad y estamos preparados”, dicen, para dar el salto y volar con una compañía que esperan que evolucione con el tiempo, según explican con motivo del estreno de No en el madrileño Centro Danza Matadero.

Formados en el Institut del Teatre de Barcelona en danza española y flamenco, se describen como inquietos, y ese ha sido el impulso necesario para emprender un nuevo camino como artistas y profesionales. “La mayor dificultad ha sido enfrentarnos al desconocimiento sobre la gestión de una compañía, más que el apoyo económico necesario para montarla”, señala Albert Hernández, sobre la importancia de formar un equipo que respaldara su proceso creativo.

Irene Tena valora el trabajo de compañeros que no están sobre el escenario, pero que realizan un trabajo esencial. “Hemos aprendido muchísimo este año sobre cómo queremos trabajar y tratar a todos aquellos que trabajen con nosotros”.

Aseguran que se encuentran inmersos en una evolución para buscar su sello, su identidad, “una manera de crear, de estar, de vestir, de iluminar, de pisar, de mirar”, sin descartar ningún camino creativo.

Reconocen que “no se puede vivir bien de la danza; amamos lo que hacemos y eso es lo que nos sigue manteniendo vivos, pero he de decir que es bastante difícil el día a día del bailarín”, advierte Hernández, sobre una carrera sacrificada, en la que no solo hace falta “talento, la ayuda económica de la familia es determinante para desarrollarte como profesional”. Una carrera de fondo que requiere voluntad y confianza en la que ambos se sienten afortunados por haber tenido una trayectoria bajo el paraguas del Ballet Nacional. “Ahora salimos a un mundo laboral nuevo, expectantes por ver qué frutos obtenemos”.

Lugar de purificación

En No, bailan ellos dos solos sobre el escenario, con una escenografía de Paula González que representa una hoguera, un lugar de purificación donde quemar todo lo negativo para que de sus cenizas surja “un nuevo renacer, una nueva manera de hacer, de entender”. A partir de ello, bailan una farruca sin estructura, una bulería descalzos y sentados durante 20 minutos. El título del espectáculo hace referencia a las veces que hay que decir ‘no’ a muchas cosas, pero esconde lo que “sí te identifica, por donde sí quieres ir; con qué nos quedamos, qué forma parte de nosotros”.

"Somos madera calcinada. Somos los restos de otros. Somos polvo. Después de negar, buscamos en la noche de la vida todas las preguntas que nos mantendrán despiertos. La negación nos ayuda a avanzar y nos invita a colocarnos en el lado opuesto…", escriben en el dossier de la obra. Y añaden: "La negación clausura, amordaza, silencia, denota la inexistencia y nos invita a lo contrario, pero en cambio potencia lo simbólico, potencia la intuición. Potencia lo desconocido…"

No es "el detonante que nos hace seguir". No es "la energía regeneradora y visceral que aviva y florece nuestro ingenio"… Porque "el arte es uno de los lugares por excelencia que existe gracias a la negación del mundo real".

Una pieza en la que mezclan la tradición de la danza española, el flamenco y la danza contemporánea, para la que han contado con el acompañamiento de Marcos Morau, director de La Veronal, una chispa que se encendió cuando el director les coreografió un paso a dos para ‘Afanador’, un espectáculo que ha marcado un antes y un después en el BNE y que continúan interpretando.

Argumentan que siempre han querido incorporar la danza contemporánea a su creación, no solo como lenguaje, “por la necesidad de abrir sus márgenes, en ciertas cosas, encorsetados; intentamos que sean porosos”.